Hambre, coronavirus y el camino a seguir para América Latina
La llamada por Skype con la profesora Jenny Pearce se logra relativamente rápido. Nos da una entrevista desde su confinamiento en Hebden Bridge, West Yorkshire, Inglaterra, con motivo del Día Internacional de la Convivencia en Paz (16 de mayo).
Para Pearce, la paz es la clave para acabar con el hambre y otros males de la humanidad. Por lo tanto, le preguntamos si es importante conmemorar este y otros días internacionales en general.
Sí, responde Pearce, pero "no porque piense que necesariamente transforman la discusión. El cambio no necesariamente se da en el momento en que lo estamos promoviendo… Creo que es absolutamente vital que la gente tome acción en este momento".
Pero para ella es más que simple acción. Es algo que Pearce define como "acción social consciente para el cambio". Y este concepto está cimentado en dos proyectos de resiliencia que el WFP apoya en América Latina.
El primero es una finca en Colombia, en donde ex combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia cultivan guineos y tomates para venderlos a los programas de alimentación escolar. El segundo consiste en ayudar a las comunidades afro y awá en la frontera entre Colombia y Ecuador para responder a los desafíos que plantea el cambio climático a sus medios de subsistencia.
La investigación de Pearce en la región traza un curso para la paz a través del cambio social, desarmando lo que ella llama violencias y sus causas, ya sean construcciones de masculinidad o las estructuras de desigualdad que las alimentan.
"América Latina tiene una historia de colonialismo y exclusión", señala Pearce. "No se podría entender a América Latina sin entender cómo los pueblos indígenas, afrocolombianos y afrolatinoamericanos se han visto afectados por esa historia colonial en particular".
Además, agrega Pearce: "Es interesante notar que cuanto más blanco eres, a menudo también eres parte de las clases más ricas y políticamente más poderosas. Por lo tanto, también hay un tipo de problema racial con la clase".
"Y, por supuesto, América Latina siempre ha sido una sociedad muy marcada por el género".
La palabra "machismo", dice, está vinculada a la región. También lo es "feminicidio", una palabra que llama la atención sobre el hecho de que no se trata solo de mujeres asesinadas, "las matan porque son mujeres".
Según las últimas cifras de la ONU, una mujer es asesinada cada dos horas en América Latina.
El confinamiento aumenta la probabilidad de que las mujeres se vean atrapadas en relaciones familiares abusivas. En Ecuador, el WFP está apoyando a una casa de acogida que brinda refugio a las mujeres, incluidas las migrantes, que han sufrido violencia doméstica, y a sus hijos. La casa de acogida sigue proporcionando alimentos a aquellas mujeres que habían dejado el lugar para reconstruir sus vidas, pero que producto de la COVID-19 habían perdido sus empleos, a menudo en la economía informal.
Una casa de acogida protege a mujeres afectadas por la violencia
La violencia es un denominador común en la historia de América Latina. Guatemala, Honduras y El Salvador, los países del Triángulo Norte, quedaron sumergidos de diversas maneras en las guerras de la década de 1980, comenta Pearce. "Tienen vastas historias sobre la transmisión intergeneracional de la violencia con familias que han vivido las masacres de poblaciones indígenas y con todas aquellas que se resistieron a los regímenes oligárquicos de la región respaldados por los militares".
En la capital salvadoreña, San Salvador, el WFP copatrocina un programa, ConectArte, que ofrece asistencia en efectivo y capacitación artística a jóvenes provenientes de entornos marginados. El programa contribuye a construir una cultura de paz, empoderar a los jóvenes y ayudar a formar una nueva generación de líderes comunitarios.
Otro programa patrocinado por el WFP, Gastromotiva, brinda seis meses de capacitación culinaria a jóvenes en San Salvador que buscan iniciar carreras en el servicio de alimentos. El programa es una rara oportunidad para los jóvenes frustrados por la violencia y la falta de oportunidades. Es particularmente atractivo para los jóvenes salvadoreños deportados desde los Estados Unidos u otros países, la mayoría de los cuales hablan mejor inglés que español y les resulta difícil integrarse en un contexto en el que es difícil encontrar trabajo.
La región, que ya "tiene una caldera de problemas", ahora se enfrenta a la amenaza de la COVID-19.
‘Regresé a El Salvador para trabajar mi tierra e intentar recuperar mi vida'
"Si bien la pandemia no ha afectado a la región en la medida en que está afectando a Europa", dice Pearce, "ya está en el horizonte".
Todo indica que las economías latinoamericanas van a quedar absolutamente devastadas, agrega, con consecuencias incalculables para la seguridad alimentaria. Pero nada de esto es nuevo; de hecho, la pandemia sirve para resaltar las "continuidades", asegura Pearce.
"La COVID, en cierto sentido, no es un evento, es algo que surgió en un contexto", dice Pearce. "El hecho de que haya servicios de salud increíblemente débiles, desigualdades extraordinarias, modelos económicos que han descuidado, si no arruinado, la agricultura campesina, niveles de violencia… es extremadamente preocupante".
Mirar las cosas a través de la lente del contexto es primordial, asegura la profesora.
"La distribución de la riqueza es tan sesgada que esto significará algunas cosas realmente horrendas para la gente".
América Latina es una caja de Pandora de complejidades.