Hambruna en Sudán: WFP pide acceso irrestricto a los afectados
Historia | 1 Agosto 2024
Es enorme la magnitud de la actual crisis mundial de hambre y malnutrición. Millones de personas padecen hambre a niveles catastróficos, principalmente en Gaza y Sudán, pero también en zonas de Sudán del Sur, Malí y muchos otros países. Dichos países están al borde de la hambruna. Muchas crisis alimentarias involucran la acumulación de múltiples problemas año tras año.
La única manera de poner fin a la crisis alimentaria mundial es mediante un esfuerzo coordinado entre los gobiernos, las instituciones financieras, el sector privado y los socios. En países como Somalia, la comunidad internacional se unió y logró salvar a la población del borde de la hambruna en 2022.
Se necesitan soluciones políticas y diplomáticas para fortalecer los esfuerzos de consolidación de la paz y garantizar un acceso seguro y sin restricciones a través de las fronteras y las líneas de conflicto, a fin de salvar vidas y evitar que la catástrofe del hambre se extienda aún más.
Pero no basta con mantener con vida a la gente. Debemos ir más allá, y esto solo se puede lograr abordando las causas subyacentes del hambre. La labor de WFP para generar resiliencia, adaptarse al cambio climático, promover la buena nutrición y mejorar los sistemas alimentarios sienta las bases de un futuro más próspero para millones de personas.
En tan solo cuatro años, WFP y las comunidades locales transformaron 158.000 hectáreas de campos áridos en la región del Sahel de cinco países africanos en tierras agrícolas y de pastoreo. Nuestro programa de seguro climático –la iniciativa de Resiliencia Rural R4– había beneficiado a casi 550.000 hogares y familias vulnerables en 18 países de África, Asia y América Latina y el Caribe hasta 2023. Al mismo tiempo, WFP está trabajando con los gobiernos de 83 países para impulsar o construir redes nacionales de seguridad y protección social sensibles a la nutrición, lo que nos permite llegar a más personas con asistencia alimentaria de emergencia.
En 2023, WFP se enfrentó a una importante caída de la financiación en comparación con el año anterior. Como resultado, casi la mitad de las operaciones de WFP en los países ya se han visto obligadas a reducir el tamaño de la asistencia alimentaria, en efectivo y nutricional hasta en un 50 %.
Las consecuencias de no invertir en resiliencia a largo plazo podrían resultar en un aumento de la migración, la desestabilización y los conflictos. La historia reciente nos lo ha demostrado: cuando WFP se quedó sin fondos para alimentar a los refugiados sirios en 2015, estos no tuvieron más remedio que abandonar los campamentos y buscar ayuda en otro lugar, lo que provocó una de las mayores crisis de refugiados en la historia europea reciente.
A menos que se pongan a disposición recursos para poner fin a la crisis alimentaria mundial, la pérdida de vidas y la reversión de los avances en materia de desarrollo obtenidos con tanto esfuerzo serán el precio a pagar.