Ecuatorianos y colombianos enfrentan un desafío climático
Las comunidades awá y afro de la frontera se están uniendo para proteger los manglares, su principal fuente de alimentos y de ingresos.
El bote de pesca se aleja de la orilla rumbo a un exuberante corredor verde formado por los manglares más altos del mundo, localizados a lo largo de las costas que comparten Ecuador y Colombia.
"Tuve una infancia muy hermosa aquí", nos cuenta Elvia Valencia, de 24 años y "conchera", mientras está sentada en medio del bote. "Siempre teníamos curiosidad por ir a los manglares con mi madre, ella siempre estaba pendiente del movimiento de las conchas", agregó.
Elvia vive con sus dos hijos y su madre en la isla ecuatoriana de Palma Real, cuya economía está vinculada a la pesca. Durante más de cuatro generaciones, la familia de Elvia se ha ganado la vida recolectando y vendiendo pequeños mariscos de las áreas de manglares.
"Siempre recuerdo esa felicidad", dice ella. "Mi madre nos decía que al conseguir estas conchas ‘puedo comprarte algo de comer y enviarte a la escuela'. Ver su rostro alegre cuando llegaba a casa también me llenaba de felicidad. Nunca nada nos faltó".
Elvia saca una concha gris arenosa de su bolsillo y le da vuelta en sus dedos. "Recuerdo que en aquellos días las conchas eran grandes", nos comenta. "Ya no, son mucho más pequeñas".
Durante dos semanas en octubre de 2018, un período seco particularmente duro golpeó a Elvia y a su familia. El nivel del agua había bajado significativamente entorno a los manglares y las conchas y los peces no se reproducían lo suficientemente rápido. Elvia iba a los manglares y volvía con las manos vacías.
"Si las conchas desaparecen, ¿cómo nos vamos a alimentar?"
"No teníamos suficiente dinero para alimentarnos", manifestó Elvia. "Un albergue me dio algo de leche y pan, pero finalmente muchas personas quedaron en la misma situación y se agotaron los alimentos. Tuve que ir a buscar trabajo a tierra firme y enviar todo el dinero que podía. Fue un momento estresante para todos nosotros".
Elvia agrega que el aire puro así como las conchas de la que viven ella y su comunidad en Palma Real están bajo amenaza. "Estamos viendo un cambio en el clima que se está volviendo cada vez más fuerte", dice ella. "Estamos preocupados por lo que sucede a nuestro alrededor, porque nuestro principal recurso son las conchas. Y si las conchas desaparecen, ¿cómo nos vamos a alimentar?"
Con la deforestación y la contaminación, el ecosistema de manglares del que dependen las comunidades afro y awá está en grave peligro. La frontera entre Colombia y Ecuador es una de las regiones más sensibles al clima y a la inseguridad alimentaria en América Latina, según el Fondo de Adaptación, que está financiando un nuevo proyecto de WFP a ambos lados de la frontera.
El proyecto climático binacional trabaja con las comunidades afro y awá afectadas para encontrar soluciones locales e innovadoras para el daño social y ambiental que enfrentan. Durante los próximos cinco años, WFP y sus socios presentarán y realizarán un seguimiento de una serie de actividades de sensibilización de la comunidad y de adaptación al clima, como el cultivo de cacao, para ayudar a las personas a mejorar y gestionar su nutrición y seguridad alimentaria.
Elvia siente que las mujeres y las niñas están llevando la peor parte de estos cambios a su ecosistema en Palma Real.
"Las mujeres se ven más afectadas porque somos las responsables de nuestros hijos y hogares. Los hombres a veces se van, y nosotras somos los que más sufrimos por lo que está sucediendo", comenta.
El proyecto del Programa Mundial de Alimentos coloca a las mujeres en el lugar de la toma de decisiones y prioriza a los jóvenes y los ancianos, asegurando que nadie en las comunidades afro y awá se quede atrás.
WFP en Ecuador está implementando su proyecto WFP Storytellers entre más miembros de las comunidades afro y awa como parte del proyecto climático binacional en 2020.