Apoyando a las ‘custodias de las semillas’ de América Latina
Son el pilar de sus familias y comunidades, y constituyen aproximadamente una octava parte de la población rural de América Latina. Aún más importante, conservan y transmiten preciosos conocimientos ancestrales sobre el cultivo y el uso de alimentos tradicionales, cuya importancia sólo se está reconociendo ahora.
Sin embargo, el papel vital que desempeñan las mujeres rurales indígenas de la región en sus comunidades y en la sociedad es muy poco reconocido, y mucho menos celebrado.
"Son las custodias de las semillas", dice Déborah Suc, agrónoma del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) que trabaja con las comunidades indígenas de Alta Verapaz (Guatemala).
WFP ayuda a las mujeres indígenas de las zonas rurales a superar las barreras históricas, a aprovechar plenamente la sabiduría ancestral de la que son portadoras y a contribuir en pie de igualdad a la vida de sus comunidades. Hacerlo no es sólo una cuestión de justicia social, sino que también es clave para apoyar la seguridad alimentaria sostenible y a largo plazo.
"A pesar de la riqueza de sus conocimientos y de su importancia como pilar de la familia y la comunidad, las mujeres rurales indígenas luchan por ver reconocido su papel debido a los roles tradicionales de género y a la discriminación", afirma Alejandra Pero, asesora mundial de pueblos indígenas del WFP.
Los conocimientos ancestrales que guardan estas mujeres sobre cómo producir y procesar los alimentos desde el campo hasta la mesa constituyen pasos clave de lo que hoy se denomina "sistema alimentario".
La rica variedad de cereales y plantas que utilizan tradicionalmente los pueblos indígenas puede ayudar a mantener a las familias bien alimentadas y nutridas, especialmente cuando los alimentos nutritivos escasean o no son asequibles. Los conocimientos tradicionales se extienden también al uso de hierbas con fines medicinales, que pueden -literalmente- salvar vidas en zonas rurales remotas sin fácil acceso a los centros de salud.
"En nuestra comunidad, preparamos los alimentos con hierbas silvestres como el chipilín y el macuy [hojas ricas en minerales] para que nuestros hijos estén sanos y tengan todos los nutrientes que necesitan", dice Sandra Adelaida Chub, miembro de la comunidad q'eqchi' de Guatemala, que trabaja en un proyecto de WFP en el centro-norte del país. "Fueron nuestros antepasados mayas quienes nos enseñaron".
En varios países de la región, los proyectos de WFP están ayudando a las mujeres indígenas a aprovechar sus conocimientos y a aumentar su productividad. He aquí algunos ejemplos de Guatemala, Ecuador y Bolivia.
Guatemala: Uniendo fuerzas y ahorrando
En el departamento de Alta Verapaz, en el centro de Guatemala, uno de los más pobres del país, hay pocas oportunidades para salir adelante. La zona se ha visto duramente afectada por dos potentes huracanes en los últimos años, además de la pérdida de trabajos por la pandemia del COVID-19.
Sin embargo, un grupo de mujeres indígenas q'eqchi' está apostando por nuevas oportunidades de negocios, gracias a un programa de formación financiera de WFP centrado en el ahorro y crédito.
"Antes no podíamos ahorrar ni un solo centavo, pero ahora podemos obtener un préstamo a través del grupo y atender las necesidades de nuestras familias", dice Herlinda Caal Tzi, una mujer q'eqchi' que preside el grupo de ahorro y crédito de la comunidad Corazón de Maíz.
WFP también proporcionó a las mujeres locales apoyo técnico para sus actividades económicas, como la agricultura y la ganadería.
Gracias a este apoyo, las mujeres compraron una desgranadora de maíz y pusieron en marcha un negocio que ofrece servicios de desgranado a los miembros de la comunidad.
Ecuador: Más verduras, más liderazgo
En la provincia de Imbabura, al norte de Ecuador, rodeada de espectaculares volcanes nevados, las bajas temperaturas y la escasez de agua limitaban tradicionalmente los cultivos a sólo maíz y patatas.
Pero en la zona de San Pablo del Lago, la comunidad indígena local produce ahora 13 tipos de hortalizas -entre ellas zanahorias, coles, remolachas y calabacines- gracias a un nuevo proyecto de diversificación de cultivos e invernaderos respaldado por WFP que les permite introducir alimentos nutritivos en su dieta.
"Aprendimos cosas de las que no teníamos ni idea", dice Patricia Perachimba, madre de tres hijos, una de las mujeres indígenas que constituyen el 80% de los participantes en el proyecto.
Madre de tres hijos, Patricia perdió su trabajo como cocinera de un hospital durante la pandemia del COVID-19. Sin embargo, gracias al proyecto de WFP, se encuentra entre las más de dos docenas de agricultores que han recibido formación en ámbitos como la productividad agrícola, el desarrollo de fertilizantes, el aprovechamiento del agua y la comercialización, conocimientos que transmitirán a otros miembros de la comunidad.
Las mujeres también tienen un papel destacado en la gestión del invernadero, que se ha convertido en un espacio donde pueden recibir formación y apoyarse mutuamente.
El proyecto, dice Patricia, ha enseñado a las mujeres de la comunidad a hablar en público y a participar en la toma de decisiones, lo que no había ocurrido antes.
Bolivia: La quinua tradicional se convierte en un bocadillo
En el departamento de Oruro, en el suroeste de Bolivia, un grupo de mujeres aymaras dirige una fábrica para procesar la quinua cultivada localmente y convertirla en sabrosas barras recubiertas de chocolate, ricas en proteínas y vitaminas, un regalo del cielo en una zona con altos índices de desnutrición infantil.
En 2018, WFP Bolivia comenzó a apoyar al grupo a través de la capacitación y la vinculación de la fábrica con los mercados, incluyendo las escuelas del departamento donde las barras de quinua podrían ser distribuidas como merienda.
"Pasamos muchas dificultades", recuerda Rosario Navia, una de las fundadoras del grupo.
Sin embargo, su perseverancia y su duro trabajo dieron sus frutos. La fábrica genera ingresos para muchas familias y ayuda a mejorar la nutrición de niños y adultos.
El espíritu emprendedor y la determinación de estas mujeres ha sido una inspiración para los hombres de la comunidad, que a veces también colaboran en la producción.