Skip to main content

‘Sí podemos’ es el mensaje de agricultoras guatemaltecas en el Corredor Seco

Agua. Es la principal necesidad en comunidades rurales del Corredor Seco. Escasea o no hay por temporadas.
, Norha Restrepo
Dos mujeres guatemaltecas se preparan para la venta de sus hortalizas.
Alilia Mateo (izq) y otras compañeras venden hortalizas a pasos de su huerto comunitario. Foto: WFP/ Giulio D'Adamo

“Nosotros aquí tenemos una tristeza porque en estos años no ha llovido como ahora llovió. Desde el 2014 ha sido una gran sequía que no nos ha dado cosecha, no nos ha dado cómo recibir agua,” dice Alilia Mateo Felipe (62), una agricultora de subsistencia guatemalteca.

A ella y sus vecinos de Plan de Jocote en Chiquimula les ha tocado tener que comprar maíz, otros alimentos y agua, a pesar de no tener sueldos ni dinero suficiente. Para recoger agua para sus plantas y uso de hogar, han tenido que ir una vez al mes a buscarla de un pozo. Si ha llovido, pueden cargar agua por hora y media y, si no, por una hora. No alcanza.

La vida es dura, pero Alilia mantiene su esperanza y empuje. Es parte de un grupo de 180 mujeres que trabajan juntas para salir adelante. Alilia alienta a sus compañeras: “No digamos no puedo. Digamos, sí podemos. Tenemos buenas nuestras manos, podemos caminar.”

 Ellas y otros grupos son apoyados en sus actividades por el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), como con la construcción de un embalse de agua y ayudas monetarias. Han aprendido a conservar el suelo para que guarde humedad, a sembrar árboles y a hacer aboneras. Ahora tienen huertos familiares de donde pueden comer una variedad de alimentos en casa y huertos comunitarios. El excedente lo venden en su comunidad, con lo que generan ingresos para sus necesidades básicas.

Tanque de reserva de agua para la temporada seca.
El embalse de agua permite que la comunidad tenga más agua y más cerca durante la época seca. Foto: WFP/ Giulio D'Adamo

“Nosotras nos sentimos contentas que estamos aprendiendo varias cosas, tenemos nuestras ayudas, y tenemos nuestros conocimientos”, comenta Alilia. “El programa nos vino a ayudar para una infinidad de cosas, que nosotros ni sabíamos cómo sobrevivir”.

En La Lima, Damaris Reyes (32) comenta que, si llueve lo suficiente, logran sacar una cosecha en verano, la época seca, y dos en el invierno, la época lluviosa. Y desde que trabajan con WFP comparten el huerto comunitario.

Mujeres trabajan en su huerto.
Agricultoras trabajan su huerto comunitario y transforman sus vidas en el proceso. Foto: WFP/ Giulio D'Adamo

 “Antes la situación era difícil porque lastimosamente no todos contamos con terrenos para cultivar nuestro maíz y frijol,” dice Damaris. Necesitaban dinero extra para comprar verduras. “Con estas hortalizas, nos estamos ahorrando unos 700 quetzales por semana porque el costo de las verduras ahorita está bastante alto”.

Estuvo lloviendo mucho en este invierno, con tormentas que duran dos o tres días. Eso hace que la temperatura de la tierra baje y las semillas no germinen. Sin importar el clima, los grupos siguen comprometidos con crear oportunidades para el desarrollo.

Damaris es promotora en su comunidad de mas de 50 mujeres. Impulsa a sus compañeras para trabajar en el huerto comunitario. Siembran alimentos nutritivos como cilantro, cebolla, chipilines, hierba mora, yuca y más. También preparan insecticidas y fertilizantes.

Juntas cultivan esperanza y un futuro mejor en sus tierras.

Pro-resiliencia es un proyecto financiado por la Unión Europea que se enfoca en soluciones a largo plazo para que las comunidades afectadas por choques climáticos se fortalezcan y se adapten. Busca mejorar prácticas agrícolas y desarrollar medios de vida que no dependan de la agricultura.

Es momento de
tomar acción

WFP depende enteramente de aportes voluntarios, así que cada aporte cuenta.
Dona ya