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Donde nadie lo imaginaría, florece la esperanza

Historia de Cipriana Hernández y el vivero comunitario de Chex Abajo, Guatemala, una comunidad siembra esperanza a través de un vivero que impulsa seguridad alimentaria, liderazgo femenino y resiliencia.
, Andrea Girón
Cipriana Hernández enseña el embolsado de pinabetes en el vivero comunitario. © WFP / Andrea Girón
Cipriana Hernández enseña el embolsado de pinabetes en el vivero comunitario. © WFP / Andrea Girón

Hay caminos que no se olvidan. Para llegar al lugar más alto y frío de Aguacatán, Huehuetenango —la comunidad de Chex Abajo— hay que recorrer uno de esos: un trayecto lleno de curvas pronunciadas, con pendientes que superan los 40 grados, donde la tierra cede con facilidad y cualquier descuido puede convertirse en un riesgo de caída por las laderas. Cuesta imaginar que, entre esas montañas verdes y abruptas, existan comunidades enteras que luchan cada día por salir adelante. Pero ahí están. Viven, resisten y siembran futuro.

En ese entorno desafiante, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) acompañó a la comunidad de Chex Abajo en un proceso de formación y organización que marcó un punto de inflexión. De ese trabajo colectivo nació la idea de construir un vivero comunitario: una apuesta por la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y el desarrollo local.

El liderazgo femenino que transforma comunidades rurales

Chex Abajo es también un lugar donde, a pesar de los avances, todavía existen barreras sociales que limitan la participación plena de las mujeres, especialmente en espacios de decisión y liderazgo. Muchas de ellas aún sienten temor de hablar en público o de expresar sus ideas. En ese contexto, la voz y el ejemplo de Cipriana Hernández tienen un poder inmenso.

“Antes solo escuchaba y me quedaba callada. Pero ahora sé que tengo cosas importantes que decir, y que puedo hacer la diferencia”, cuenta Cipriana.

Madre de tres, con su pareja migrada en busca de mejores oportunidades, Cipriana ha asumido un rol activo dentro del vivero comunitario. Vive con sus suegros, en un entorno donde ha logrado equilibrar sus responsabilidades familiares con su compromiso comunitario. Entre el trabajo doméstico, la crianza, el cuidado de los animales y su liderazgo local, su día a día refleja resiliencia y determinación.

“Uno se cansa, claro. Pero luego ve crecer las plantas y siente que también está creciendo algo dentro de uno”, dice mientras organiza las bolsas con broza.

Vivero comunitario de Chex Abajo: más de 24,000 pinabetes sembrados. © WFP / Andrea Girón
Vivero comunitario de Chex Abajo: más de 24,000 pinabetes sembrados. © WFP / Andrea Girón
Un vivero comunitario que siembra resiliencia y esperanza

Lo que comenzó como un terreno vacío, hoy es un proceso de transformación comunitaria. Noventa y seis personas unieron esfuerzos para limpiar el área, nivelar la tierra, colocar la malla, instalar tablones y comenzar a llenar bolsas con tierra fértil. Cada semilla sembrada representa más que un árbol: es una esperanza viva de cambio.

Pero el vivero no solo transformó el paisaje; también transformó a las personas. Con el acompañamiento de WFP, Cipriana y su comunidad se capacitaron en temas como nutrición, ahorro, emprendimiento y buenas prácticas alimentarias. Hoy, su familia se alimenta de forma más variada y saludable. Ya no se trata solo de llenar el estómago, sino de nutrir el cuerpo, cuidar la salud y encontrar nuevas formas de salir adelante.

Hasta hoy, el vivero ha producido más de 24.000 árboles. Algunos se venderán a un precio justo, otros se sembrarán en terrenos familiares. Los ingresos fortalecerán los grupos de ahorro y crédito, impulsarán sus emprendimientos —como la venta de frutas o la crianza de animales— y garantizarán alimentos para más hogares de la comunidad. Pero más allá del ingreso económico, la venta de los árboles les ha dado un nuevo motivo para seguir adelante: por primera vez, muchas familias sienten que su esfuerzo tiene un valor real, que lo que cultivan no solo nutre la tierra, sino también su esperanza de un futuro mejor.

“El vivero no es solo un lugar de árboles. Es un lugar donde aprendimos a trabajar juntas y juntos, a no rendirnos. Aquí sembramos esperanza. Y todo lo que nace con esfuerzo, florece”, concluye Cipriana, mientras observa cómo las hojas nuevas asoman, buscando tímidamente el sol entre el clima frío.

Chex Abajo es una de las 87 comunidades que forman parte del proyecto Q’anil, financiado por la Howard G. Buffett Foundation. Este proyecto promueve la resiliencia integrada a través de acciones en nutrición, medios de vida sostenibles, ahorro, emprendimientos y empoderamiento comunitario. En este rincón de montaña, las personas han encontrado nuevas formas de avanzar con dignidad, fortaleciendo sus capacidades para construir un presente más justo y un futuro con esperanza.

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