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“El manglar produce nuestra comida, es nuestra vida”

En Ecuador, el manglar provee a Rosa y a cambio ella ha aprendido a cuidarlo
, Diana Mora
Rosa recoge conchas con el lodo hasta la cintura en un manglar en Ecuador.
Rosa recolectando conchas en el manglar. Foto: WFP/ Giulio d’Adamo

El manglar lo es todo para Rosa: “Sin manglar no hay vida para nosotros". Es su fuente de alimentación e ingresos y la de cientos de familias que recogen conchas y hacen pesca artesanal. Pero esta migrante colombiana (47) no solo recoge conchas en el manglar, también lo protege. 

"Rosita", como es conocida por sus vecinos, vive en el denso manglar en la comunidad de Punta de Miguel, ubicada en la Reserva de Manglares de Mira-Mataje en el extremo noroeste de Ecuador, cerca de la frontera con Colombia. Esta zona es altamente vulnerable a los fenómenos de El Niño y La Niña. 

 “El manglar significa mucho para mí porque aquí crecemos, es donde se produce nuestra comida... es nuestra vida", dice Rosa, quien está muy orgullosa de su trabajo y feliz en la pequeña comunidad donde vive. 

Vista aérea tomada por un dron de la comunidad de Punta de Miguel, en donde vive Rosa.
Punta de Miguel, comunidad en donde vive Rosa. Foto: WFP/ Giulio d’Adamo
¿Cómo es la recolección de conchas?

Rosa dirige a su esposo e hijo en la recolección de conchas, actividad que es conocida localmente como “conchar”. La familia sale desde las 5 de la mañana, muchas veces sin desayunar, seis veces a la semana. Recorren en bote el manglar hasta llegar a zonas donde pueden “conchar”.  

Una vez en el lugar, con la marea baja, se mueven entre las raíces de mangle y comienzan a recolectar. Encienden una mecha para que el humo sirva como repelente natural contra los insectos, se desplazan con el fango hasta la cintura e introducen el brazo cubierto por un guante de hule para encontrar conchas que luego colocan en una canasta plástica. Rosa se expone todos los días a quedar atrapada entre las raíces, en el fango, a ser picada por insectos, o mordida por “peces sapo” y hasta serpientes que se esconden en los árboles de mangle. 

Rosa en frente de su bote llamado "Rosa Gracias a Dios" luego de un día de trabajo en el manglar.
Rosa junto a su bote “Rosita Gracias a Dios” luego de un día de trabajo. Foto: WFP/Giulio d’Adamo 

Luego de permanecer entre cinco y seis horas en el manglar, deben limpiar las conchas, regresar y esperar a que los intermediarios lleguen al puerto artesanal de su comunidad para comprar lo que han podido recolectar. Aunque la cantidad de conchas que saquen depende de la marea y del tiempo pasen en el manglar, deben encontrar 300 conchas para recibir un pago de 30 dólares. 

 

Manglares en peligro 

A pesar de su importancia como ecosistemas y medio de vida, en las últimas cuatro décadas se han perdido miles de hectáreas de manglar debido a la intervención humana (como la deforestación) o por las variaciones en el clima.  

Rosa asegura que el fenómeno de El Niño ha traído lluvias intensas y altas mareas. Por semanas, no puede conchar porque el agua cubre las raíces del mangle y el fango. Sin conchas no hay ingresos.  

Para proteger los manglares, Rosa participa de un proyecto de reforestación del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE), la Comarca Afroecuatoriana del Norte de Esmeraldas (CANE), y el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).  

Pero la reforestación demanda el mismo tiempo, esfuerzo y riesgos que la recolección de conchas. Luego de sembrar las semillas, Rosa, así como otras mujeres y hombres, deben limpiar de la maleza para evitar que ahogue los propágulos o pequeños árboles de manglar que están germinando. 

“Si el manglar desaparece sería el fin de nuestras vidas, porque vivimos de él. Sin manglar no hay vida para nosotros”, sentencia Rosa, quien ha contribuido junto a otras comunidades afrodescendientes a la reforestación de 400 hectáreas y la conservación de 15.000 hectáreas de manglares. 

Rosa junto a su esposo José y su hijo Darwin en su casa.
Rosa, su hijo Darwin y su esposo José. Foto: WFP/ Giulio d’Adamo 
Sobre el proyecto 

Rosa participa del Proyecto Binacional de Adaptación al Cambio Climático que involucra a 66 comunidades, de las cuales 38 corresponden al pueblo afrodescendiente (11 de ellos situados en zona de manglar) y 28 comunidades awá.  

Las comunidades afrodescendientes y los pueblos indígenas awá que habitan la frontera entre Colombia y Ecuador, específicamente en las cuencas hídricas binacionales Mira-Mataje y Guáitara-Carchi, se han visto afectadas por una vulnerabilidad multidimensional y el cambio climático ha agregado desafíos adicionales a sus medios de vida y seguridad alimentaria. El Proyecto Binacional busca implementar medidas innovadoras para la adaptación al cambio climático, con énfasis en la seguridad alimentaria y género. 

La entidad implementadora del Proyecto Binacional es el Programa Mundial de Alimentos (WFP). En Ecuador los socios locales ejecutores son: la Confederación Comarca Afroecuatoriana del Norte de Esmeraldas (CANE) y la Federación de Centros Awá del 

Ecuador (FCAE), a través de las cuales se llega a 66 comunidades de las provincias de Esmeraldas, Carchi, Imbabura y Sucumbíos. Este proyecto es financiado por el Fondo de Adaptación y también intervienen el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE) y el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), como entes rectores en materia climática y de agricultura, respectivamente, siendo MAATE la autoridad nacional designada por el Fondo de Adaptación. 

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