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Un invernadero se convierte en un centro de aprendizaje para las mujeres indígenas de Imbabura

Antes solo se cultivaba maíz y papa, pero con el invernadero se siembran 13 variedades de hortalizas, algo novedoso en la zona
, Paola Solís
Una mujer indígena de Imbabura sonríe mientras sostiene racimos de acelgas en ambas manos.
Rosa Castañeda invita a otras mujeres a ser parte de iniciativas agrícolas que mejoran su calidad de vida. Foto: WFP/ Giulio d’Adamo 

Para Patricia Perachimba, como para muchas otras mujeres indígenas, el invernadero que construyeron en la localidad de San Pablo del Lago, provincia de Imbabura, se convirtió en un refugio tras los estragos que estaba causando la pandemia de la COVID-19.  

Patricia (40) tiene tres hijos y perdió su trabajo como chef en un hospital de una ciudad cercana, mientras que otras compañeras fueron despedidas de empresas florícolas o de casas en donde trabajaban como empleadas domésticas producto de la crisis socioeconómica.  

Este invernadero es parte de un proyecto del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) que junto al Ministerio de Agricultura y Ganadería de Ecuador trabaja para mejorar la seguridad alimentaria de la población a través de la diversificación de cultivo. 

Las mujeres como Patricia representan casi la mitad de los agricultores del mundo, según datos del Banco Mundial1. Cualquier proyecto que busque mejorar la seguridad alimentaria debe incluir a las mujeres. 

Vista aérea de un invernadero junto a una casa con techo de tejas. El área de verde y tiene muchos árboles.
Vista aérea del invernadero en donde las mujeres lideran la producción de hortalizas. Foto: WFP/ Giulio d’Adamo 

En Imbabura, WFP apoya a 132 familias pertenecientes a 13 comunidades de la Unión de Comunidades Indígenas San Pablo del Lago, con quienes se conformó una comunidad de aprendizaje en la que alrededor del 80% son mujeres. En 2021, se formaron 26 promotores y promotoras, quienes replicaron en sus comunidades lo aprendido en 11 módulos de capacitación sobre productividad, riego, comercialización, desarrollo de abonos, entre otros temas. 

Para poner en práctica estos conocimientos, se instaló un invernadero en el que la comunidad siembra semillas de 13 variedades de hortalizas, algo novedoso en una zona donde tradicionalmente se cultiva maíz y papas. El invernadero es una opción de siembra debido al clima frío y la falta de agua. Así se optimizan los recursos y se implementan técnicas de cultivo en bandejas y con turba, un tipo de tierra usada para impulsar la germinación de las plantas por su alto contenido de agua.  

Patricia Perachimba es la mujer que aparece en estas tres fotos. Ella viste una camisa y un pantalón color gris. Ella está sembrando y cuidando el vivero.
Patricia y otras mujeres cuidan las hortalizas que se cultivan en la comunidad y se intercambian o venden en la zona para mantener el invernadero y comprar semillas. Foto: WFP/ Giulio d’Adamo

Ante la escasez de recursos hídricos, la comunidad está gestionando utilizar un ojo de agua, pero antes deben reforestar los alrededores y han decido usar su invernadero para germinar árboles nativos. El invernadero está liderado por mujeres como Patricia, quien es la tesorera de su comunidad, miembro de un grupo de mujeres bordadoras y directiva de un grupo de formación a líderes y lideresas.   

Patricia riega las plántulas en el vivero.
Patricia Perachimba preparando plántulas de hortalizas. Serán intercambiadas y vendidas con comunidades aledañas. Foto: WFP/Giulio d’Adamo 

Ahora, las mujeres de San Pablo del Lago lideran la producción agrícola en el invernadero que se ha convertido en un espacio de capacitación, de soporte y de protección. "Aprendí cosas nuevas como sembrar semillas, algo que nosotros no nos imaginamos”, comenta Patricia. 

Añade que este proyecto la ha ayudado incluso a expresarse en público, opinar y ser parte de la toma de decisiones en la comunidad, lo que hasta hace unos años parecía imposible.  

Sobre el proyecto 

Como parte del seguimiento a este proceso, desde 2021, WFP junto con FAO y FIDA llevan adelante el “Programa conjunto sobre enfoques transformadores de género” con el objetivo de reducir las barreras de género en la agricultura familiar campesina para contribuir a una mayor autonomía económica, control de recursos y toma de decisiones de las mujeres rurales asegurando medios de vida sostenibles y resilientes.   

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