Semana Mundial de la Lactancia Materna: madres y niños en el epicentro de las emergencias por desnutrición en Gaza y Haití
En Gaza, Ikhlas relata cómo rescató a su hija de los escombros de otro bombardeo, cuando estaba embarazada de su cuarto hijo.
“Escapamos de la muerte”, dice, hablando desde la ciudad sureña de Rafah. “Vivimos de la ayuda que nos entregan”.
En la capital de Haití, Puerto Príncipe, Paulema Rodeline arrulla en sus brazos a Kermissa, de siete meses, mientras relata cómo la violencia de las pandillas cambió su vida (y la de su hija mayor embarazada).
“Cuando comenzó el tiroteo, nos escondimos debajo de la cama”, recuerda esta madre de cuatro hijos de 36 años, al relatar cómo unos hombres armados irrumpieron en su barrio hace un año. “Cuando se calmó un poco, corrimos a una iglesia. Pero entonces el tiroteo se volvió más intensos”.
En todo el mundo, los conflictos y otras emergencias están provocando catástrofes de hambre que plantean amenazas devastadoras para las mujeres embarazadas y lactantes y sus pequeños, que se cuentan entre los grupos más vulnerables a la desnutrición. Durante las emergencias, las mujeres y sus hijos también suelen desplazarse o vivir en condiciones de insalubridad y de hacinamiento, donde el acceso a agua potable y las condiciones de higiene son, en el mejor de los casos, irregulares.
Las consecuencias pueden ser catastróficas: para los niños, garantizar una dieta suficientemente rica en calorías y nutrientes durante sus primeros 1.000 días de vida, desde el embarazo hasta los dos años de edad, es crucial para su supervivencia inmediata, su desarrollo físico y cognitivo y su bienestar a lo largo de la vida. Las madres también necesitan dietas saludables para tener las reservas necesarias para el embarazo y la lactancia.
Ambos requerimientos remarcan la importancia de prevenir, en primer lugar, la desnutrición, una pieza fundamental en las iniciativas de nutrición del Programa Mundial de Alimentos (WFP). Solo el año pasado, llegamos a más de 28 millones de mujeres embarazadas y lactantes y niños pequeños con servicios de nutrición como alimentos especializados y asesoramiento nutricional. La gran mayoría de aquellos a quienes llegamos –más de 23 millones– eran afectados por emergencias.
Pero los ejemplos en Gaza, Haití y otros lugares también ilustran cómo los principales obstáculos, desde la financiación insuficiente hasta la falta de acceso a las poblaciones necesitadas, impiden que WFP y otros organismos humanitarios lleguen a las madres y los niños más vulnerables, a menudo con consecuencias desastrosas.
Llorando de hambre
En Gaza, en donde casi la totalidad de población se enfrenta a una crisis o a una inseguridad alimentaria aún mayor, WFP planea llegar este año a casi medio millón de mujeres embarazadas y lactantes y a niños pequeños con una pasta especializada rica en calorías y nutrientes.
Trabajamos con nuestros socios para fortalecer la capacidad local para detectar la desnutrición en estos grupos vulnerables y para aumentar el asesoramiento y la concienciación entre las futuras madres y las actuales sobre la importancia de una dieta saludable.
“Mi hija solía llorar toda la noche”, dice otra madre, Muna, sobre su hija pequeña a la que amamanta. Eso cambió con la pasta especializada de WFP. “Duerme mejor”, añade Muna, “la mantiene saciada”.
Pero, como ocurre con mucha ayuda humanitaria, hacer llegar los alimentos repletos de energía a Gaza sigue siendo un desafío. Los combates, las carreteras dañadas y otros impedimentos nos han obligado a reducir nuestras raciones. No podemos llegar a todos los que necesitan nuestro apoyo.
“No hay desayuno, ni almuerzo, ni cena”, dice Ikhlas, la madre de Rafah, mientras relata cómo sus hijos lloran de hambre. “Les doy todo lo que tengo para que se calmen”.
Ikhlas conversó con WFP cuando estaba embarazada de nueve meses. “En este momento no pienso en mí ni en mi bebé”, añade. “Necesito mantener a mis tres hijos”.
“La lactancia materna no es solo una opción nutritiva; es un derecho fundamental y un sustento vital para las madres y los bebés”, dice Nihal Nassereddin, oficial de nutrición de la oficina de WFP en Palestina. “Pero necesitamos los fondos y el acceso para tener éxito, y apoyar a todas las mujeres de Gaza para que puedan dar a sus hijos el mejor comienzo posible”.
Una comida al día
En Haití, la violencia de pandillas que ha invadido gran parte de la capital, Puerto Príncipe, obligó a Rodeline y a sus hijos a unirse a las filas de casi 600.000 personas desplazadas, más de la mitad de las cuales han sido forzadas a salir de sus casas desde principios del año pasado.
La crisis ha causado una devastación generalizada en el país. Hoy, casi cinco millones de haitianos, aproximadamente la mitad de la población, se enfrentan al hambre aguda , según la última evaluación de los expertos. Se espera que más de un cuarto de millón de niños menores de 5 años se enfrenten a la desnutrición aguda este año. Casi una cuarta parte ya es afectada por un retraso en el crecimiento debido a la falta de una dieta adecuada.
WFP tiene como objetivo ayudar a cambiar esas cifras, con planes de llegar a 2,4 millones de personas con asistencia en todo Haití en 2024, incluidas mujeres embarazadas y lactantes y sus hijos.
En el Liceo Jean-Marie Vincent de la capital, donde ella y su familia finalmente encontraron refugio, Rodeline recibe pagos mensuales en efectivo de WFP por US$151, que incluyen US$31 que distribuimos a futuras madres o madres lactantes, o a aquellas con niños menores de 5 años. Estas mujeres también reciben asesoramiento y orientación nutricional, incluida la importancia de la lactancia materna.
En ocho campamentos de la capital, WFP colabora con Médicos del Mundo (Médecins du Monde) para brindar clínicas móviles donde se examina a los niños y se les proporciona alimentación suplementaria especial para prevenir la desnutrición. Aquellos que necesitan tratamiento son referidos a nuestra agencia asociada, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Además, entregamos comidas calientes a los desplazados recientes en docenas de sitios de la ciudad, incluidos platos especialmente adaptados a las necesidades nutricionales de los niños pequeños.
La antigua escuela donde la familia de Rodeline encontró refugio ahora alberga a más de 2.000 desplazados. Aproximadamente 70 personas se apiñan en cada aula, abarrotadas de colchones y utensilios de cocina, en lugar de escritorios y pizarrones. La ropa recién lavada cuelga de cuerdas tendidas por las habitaciones. Las madres usan los lavaderos para bañar a sus hijos.
Encontrar trabajo es casi imposible. Encontrar comida puede ser una lucha diaria: WFP y otras ayudas son el único medio de supervivencia de la familia.
“Comemos una comida al día”, dice Rodeline. “A veces maíz, a veces espaguetis, lo que consigo encontrar”.
Ella y su hija mayor ahora son madres primerizas. Rodeline amamanta a la bebé Kermissa y, a veces, también intenta amamantar al bebé de ocho meses de su hija. La madre adolescente excepcionalmente pequeña no puede producir suficiente leche para su hijo. Para aumentar su producción de leche, Rodeline complementa su dieta con fruta o papilla de mijo cuando puede.
Aunque sueña con tiempos mejores, la responsabilidad de cuidar a cuatro hijos mayores y dos bebés pesa mucho sobre ella. “Tengo problemas para dormir por la noche”, dice Rodeline.