Honduras: Mujeres lencas consiguen recuperar su economía familiar con las transferencias de efectivo
El pueblo indígena lenca en el departamento de Intibucá, Honduras, ha enfrentado tanto los efectos crisis climática –se ubican en el Corredor Seco Centroamericano, un área propensa a prolongadas sequías o lluvias excesivas—así como el impacto de la crisis global.
Por ejemplo, algunas familias dedicadas a la producción y venta de cuajada (un tipo de queso local) suspendieron esta actividad, así que tuvieron que vender sus vacas para subsistir.
“Muchas mujeres tenían que salir de la comunidad a buscar trabajo pues sus niños iban a la escuela con sus cuadernos en un matatillo [bolso] hecho de costal, y con zapatitos de hule parchados”, dijo Nicomedes Lemus Vásquez, presidenta de la Red de Mujeres del Municipio de Yamaranguila, en el departamento de Intibucá.
Ante esta situación, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) comenzó a finales de 2023 a brindar asistencia para que estas poblaciones recuperaran sus medios de vida con financiación del Gobierno de Canadá.
Esta nueva asistencia consistía en transferencias en efectivo a más de 1.000 familias lencas en los municipios de San Francisco de Opalaca, Intibucá y Yamaranguila. Las mujeres fueron el eje de estas transferencias.
“Después de recibir esos fondos, las mujeres iniciaron sus emprendimientos. Por eso han mejorado sus casitas, su alimentación y la educación. Los niños llevan sus útiles en mochilas, usan zapatitos de suela y calcetines… ya no viven como vivían antes”, comentó Nicomedes, quien se siente agradecida que en su comunidad haya cría de gallinas ponedoras y de cerdos, y panaderías que antes no existían.
En las tres comunidades se pueden encontrar cultivos de hortalizas, granos básicos, viveros de flores, cría de hámster o cuyos y de tilapias, pulperías, telares lenca, producción de leche y derivados.
A continuación, tres mujeres lencas hablan sobre sus emprendimientos y sus logros.
Panadería Doña Amada
En El Porvenir, municipio de Yamaranguila, los rosquetes y tortas de pan de Amada Almendares –y de su esposo y socio, Lucas—son los favoritos de la comunidad y zonas aledañas.
“Antes solo podía hornear ocho libras de harina que compraba en la pulpería pues no tenía dinero para comprar muchos ingredientes”, comentó Almendares, quien tenía que pedir “fiado” (a crédito) en la pulpería.
Sin embargo, gracias a la transferencia de dinero compró una mayor cantidad de ingredientes por menos dinero, resultando en un aumento en la producción. “Con las ganancias compramos medicamentos. He comprado mis gallinitas y así no compro huevos para hacer el pan y otros alimentos”, agregó.
La producción de pan ha permitido a los esposos (ambos de 76 años) apoyar a sus hijas y nietos, quienes también son parte de este emprendimiento familiar.
Proyecto de cultivo de tilapia
Antes de recibir sus transferencias de efectivo, los esposos Isabel Manueles y Jobel Gómez cultivaban flores y guamas (fruto local), “pero eso solo nos daba para pasar (sobrevivir)”, dijo ella.
Su emprendimiento familiar comenzó con un estanque de 800 alevines (crías de pez) y hoy tienen otro más grande con 1500 alevines para criar tilapias. “Ha sido una gran bendición ya que producimos más de 500 libras de pescado y todo se vende en la comunidad”, explicó Isabel mientras alimenta los peces.
La pareja está feliz porque han aumentado sus ingresos y están brindando un servicio a su comunidad que hoy por hoy se ahorra el viaje de dos horas que antes hacían hasta la ciudad de La Esperanza para comprar pescado fresco.
Hoy tienen cuatro estanques y esta pareja sueña con seguir creciendo. “Nuestro sueño es construir dos peceras más y así aumentar la producción, ya que ahorita nos quedamos cortos de producto”, asegura Jobel. “Solo avisamos que tenemos pescado y ya por la tarde no tenemos nada”, aseguró.
La granja de hámsters
La diversificación y la creatividad en las comunidades es única, como único es el emprendimiento de Ela del Carmen Reyes, una joven madre que decidió ampliar su producción de tortas de pan, rosquetes y quesadillas, y hacer un análisis de mercado para lanzarse con otro emprendimiento.
“Me fui a la ciudad a preguntar qué era lo que la gente más buscaba y me dijeron que en una tienda de mascotas siempre preguntaban por los hámsters o cuyos, así que vi una oportunidad y me decidí a hacerlo”, comentó Ela muy contenta de la decisión que había tomado.
Luego de aprender sobre su crianza y cuidados, Ela comenzó con una pareja de hámsters. La productividad de su granja la ha hecho conocida en su comunidad y en zonas aledañas. “Siempre he sido una mujer muy emprendedora”, enfatizó Ela, quien asegura que su granja de hámsters le ha dado un retorno de más del 50 % de lo invertido y ha fortalecido la economía de mi familia.
A nivel nacional, el proyecto de transferencias multipropósito, financiado por Canadá, apoyó en total a 2.500 mujeres de los pueblos lenca, pech y garífuna.