El agua que nutre la tierra y da vida a los alimentos

Cuando se menciona el “Corredor Seco”, la mente evoca con facilidad un paisaje implacable: tierras áridas, surcadas por grietas que el sol ha tallado con persistencia; cultivos marchitos; familias que luchan cada día por sobreponerse a sequías que parecen eternas. Esta región del oriente de Guatemala ha sido, por décadas, un escenario marcado por las variaciones climáticas y la escasez de agua y la inseguridad alimentaria, una zona donde la vida ha aprendido a resistir.
Pero incluso en los lugares más adversos, la esperanza encuentra una grieta por donde brotar. El Programa Mundial de Alimentos (WFP) ha acompañado a estas comunidades en un proceso de transformación profunda: convertir los desafíos en oportunidades y el agua en vida.
Las comunidades del Corredor Seco han demostrado una admirable capacidad para construir resiliencia frente a los desafíos del clima. La producción agrícola solía limitarse a la temporada de lluvias, que cada vez es más corta, de junio a octubre, lo que generaba incertidumbre en la población. "Producir en estas zonas áridas era todo un reto, pero estamos convencidos de que, si demostramos que es posible, más personas lo lograrán", enfatiza Hugo Rodríguez, técnico de WFP.
La instalación de sistemas de riego por gravedad y bombeo, que hoy llevan el agua directamente a los cultivos, fue posible gracias al apoyo de Noruega, en coordinación con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación –MAGA– y con la asesoría técnica del WFP. Lo que antes era un trabajo agotador, hoy es una labor más eficiente y digna para las familias agricultoras., “Antes nos tocaba regar hasta las doce de la noche, incluso a las dos de la mañana”, recuerda José Alejandro Pérez, productor agrícola.

Cerca de 300 personas se han beneficiado de estos sistemas de riego, que marcan un antes y un después. “Antes se desperdiciaba el agua porque venía por toma , no era suficiente. Los terrenos quedaban secos. Hoy llega por tubería y no se pierde”, explica Octavio Gutiérrez, otro de los agricultores que ha visto cómo el agua puede cambiarlo todo.
Pero más allá de la tecnología, lo que cambió fue la forma de mirar. Donde antes se veía agua que corría sin destino, ahora se identifica una fuente de vida. Las quebradas intermitentes, los nacimientos de agua y los ríos estacionales ya no son un recurso olvidado: son aliados. “Es importante entender que los desafíos son una oportunidad para lograr hacer grandes cosas”, palabras de Edmundo Suchite, productor comunitario.
El impacto es tangible. Hoy las familias no solo producen lo suficiente para alimentarse, sino que también generan excedentes para vender en los mercados locales. Ya no dependen únicamente de compras externas o ayuda humanitaria: tienen huertos que sostienen su nutrición diaria y fortalecen su autonomía económica.
En comunidades como Los Planes, San Juan Ermita, el movimiento económico comienza a notarse. Familias están vendiendo cebollines para asado, frijol maduro, tomate, chile dulce y repollo, Por lo que ya se percibe un cambio: las tiendas locales muestran más actividad, se observa mayor dinamismo en la compra y venta de productos básicos, y a la comunidad “se le ve otra cara”, como lo describe Hugo. “Ahora se nos hace más fácil regar. Solo abrimos la llave y podemos dedicar tiempo a otros trabajos”, comparte José Alejandro con una sonrisa que no oculta el alivio.
La transformación no es solo agrícola. Ha germinado en la vida misma de quienes siembran cada día un futuro distinto. Donde antes crecían dudas, ahora brotan tomates, zanahorias, acelgas… alimentos para la vida. “Se trata de crear el ambiente adecuado para que una semilla crezca, se reproduzca y dé frutos que alimenten a una población”, concluye Hugo, con la voz serena de quien ha acompañado cada brote de este nuevo renacer.
Esta transformación no solo refleja el poder de la resiliencia comunitaria, sino también el compromiso global de WFP para alcanzar el Hambre Cero. Lo que hoy florece en el Corredor Seco es la prueba de que, con el acompañamiento adecuado, ningún suelo es demasiado árido para la esperanza.