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Ecuador: Pequeños productores le apuestan a los patos para cultivar arroz orgánico en medio del desierto

Tres amigos agricultores transforman su producción con conocimientos obtenidos en China
, Paola Solís
Trabajadores en el arrozal de Marcelo Granda en Ecuador.
Marcelo Granda, segundo de izq, junto a sus colaboradores durante la cosecha de arroz en Macará-Ecuador.

Fotos: WFP/Giulio d'Adamo

La pasión y fascinación de Marcelo Granda (56) por la agricultura viene de familia. Sus padres fueron agricultores y ganaderos, así que la vida de este ingeniero civil, oriundo de la ciudad de Macará (en Loja, Ecuador) siempre estuvo ligada al campo.

Como muchos otros macareños, Marcelo estudió fuera de su ciudad, retratando así otra de las realidades de la zona: la migración interna e internacional impulsada entre otros factores por las dificultades geográficas de la zona y la percepción de falta de oportunidades en el campo, sobre todo en la población joven. Sin embargo, Marcelo volvió al campo decidido a emprender el arduo camino de la agricultura limpia y sana.

Toma aérea de las parcelas de arroz en Macará
Parcelas de arroz en Macará construidas en terrazas para garantizar el sistema de riego.

Hace un par de décadas Marcelo dio sus primeros pasos en la agricultura orgánica porque había muchos casos de cáncer y otras enfermedades. “Pensamos que quizá una de sus causas era el uso de químicos en la agricultura”, comenta. 

A partir de investigaciones y ensayos, Marcelo trabajó sobre nutrición y abonos para luego incursionar en temas relacionados con repelentes que se fueron transformando en la elaboración de bioles, es decir preparados artesanales a base de desechos orgánicos para repeler plagas y enfermedades.

En 2019, Marcelo viajó a China con el apoyo del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) para conocer sobre el cultivo integrado de arroz-pato, que consiste en criar patos dentro de los cultivos de arroz y así reducir el uso de fertilizantes para obtener una producción más limpia y nutritiva. A su regreso, Marcelo replicó lo aprendido con otros productores para generar las primeras parcelas demostrativas de este tipo de cultivo que buscan cumplir con estándares para competir en el mercado. 

“Nos gusta estar en comunicación con la gente para que estas iniciativas se puedan replicar. Pero no es un trabajo fácil porque la gente es muy resistente a cambiar viejas costumbres, a veces por miedo a pérdidas en inversión o por miedo a que no funcione”, comenta Marcelo.

Gracias a su fascinación por la agricultura limpia, Marcelo se ha convertido en un referente. El comparte sus conocimientos con sus compañeros, quienes poco a poco se han sumado al proyecto. 

Luis Carpio y Patricio Valencia son dos amigos y colegas de Marcelo que se arriesgaron a incluir patos en sus arrozales y ahora relatan su experiencia de trabajo con WFP y su relación con los nuevos trabajadores de las parcelas: los patos.

Luis Carpio (66) - Macará

Luis Carpio tiene 66 años y en diciembre de 2021 cosechó su primera producción de arroz limpio con ayuda de 150 patos donados por WFP.

No le fue fácil emprender pues en un inicio sintió miedo de perder tiempo y dinero; sin embargo, los resultados de la finca de Marcelo le animaron a incluir patos en su parcela y como resultado se ahorró unos 500 dólares por hectárea que antes se usaban para comprar pesticidas. 

Luis comenta que se interesó en el proyecto porque notó una diferencia en el campo. Ya no era el mismo de hace 40 años cuando el agua estaba limpia y en el río cercano se podían encontrar camarones o peces. Actualmente ya no es posible debido a la contaminación. 

Luis recuerda haber visto imágenes o noticias de cultivos de arroz con pato en China, pero nunca pasó por su mente que esto podría suceder en Ecuador. Por haber dejado el uso de químicos, la calidad del agua en su finca ha mejorado permitiendo la reaparición de camarones y peces.

Patricio Valencia (45) - Zapotillo
Patricio Valencia sostiene granos cultivados en su finca.
Tras su primera cosecha de arroz limpio, Patricio ha decidido crear una finca completamente orgánica en Zapotillo.

Después de vivir más de 15 años en Estados Unidos, Patricio Valencia (45) regresó a Ecuador para trabajar la tierra del desierto de Zapotillo, en la provincia de Loja. 

Cuando compró su finca en 2014, Zapotillo era un desierto total en donde la mayor parte de la población criaba cabras, pero ahora relata que el panorama es distinto: “Estamos cambiando el desierto, estamos transformando el suelo en tierra fértil para cultivar arroz en medio de la nada”.

Para cultivar arroz, Patricio tuvo que trabajar la tierra, remover suelo pedregoso, crear zanjas y transportar tierra fértil desde otras localidades hasta su finca para conseguir un ambiente adecuado para el cultivo. 

Patricio se unió al proyecto arroz-pato por motivación de su amigo Marcelo, pero también como un reto personal, pues hace algunos años tuvo que someterse a tratamientos médicos por enfermedad debido a una mala alimentación.

Luego de recuperarse decidió que cultivar productos ecológicos podría mejorar su calidad de vida. Patricio recibió 150 patos y los distribuyó en ocho hectáreas de arroz dando como resultado cosechas limpias. 

“El WFP ha cambiado mi vida, porque alimentarse con comida sana y cultivar productos limpios sí es posible”.

Sobre el proyecto

A partir de 2019, WFP junto al Ministerio de Agricultura de Ecuador y con el financiamiento de la República Popular China implementan el Proyecto de Cultivo Integrado de Arroz-Pato, una iniciativa de cooperación sur-sur orientada a la mejora de las propiedades del suelo y a la promoción de la producción agroecológica sostenible. Agricultores y técnicos de gobierno se capacitaron y ahora replican el modelo en sus comunidades. 

 

 

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