Tras el huracán Lisa, los agricultores de Belice se recuperan con las transferencias de efectivo
“Perdimos el 100 por ciento de la papaya, que es nuestra principal fuente de ingresos,” comenta la productora Maritza Blandón cuando recuerda al huracán Lisa. En noviembre de 2022, el huracán de la categoría 1 arrasó los invernaderos en la provincia de Cayo, Belice, donde ella y su esposo Ever tenían sus cultivos, como tomates y piñas.
“Trabajamos con crédito bancario. No pudimos reparar los invernaderos, lo que trajo problemas financieros,” añade. “Estamos reiniciando, pero es duro porque tienes que pagarle al banco antes de poder pedir otro préstamo”.
Afortunadamente para los Blandón, la ayuda estaba a la mano a través del Gobierno y el Programa Mundial de Alimentos (WFP). Los agricultores afectados por el desastre recibieron dinero a través de una plataforma de dinero móvil – apoyo financiero que fue crucial para su recuperación.
‘Cuando un huracán azota a un Pequeño Estado Insular en Desarrollo, es devastador, y a una escala nacional’
“Tuvimos que vender algunas vacas para poder pagarle al banco,” dice Ever, “pero si no hubiéramos recibido este dinero habríamos tenido que venderlas todas”. En lugar de eso, la pareja pudo “comprar el fertilizante y reiniciar la plantación.”
La iniciativa marcó la segunda fase del apoyo de WFP a la respuesta al desastre del Gobierno de Belice, tras las trasferencias de efectivo iniciales proporcionadas a 3.000 personas identificadas por el Gobierno como ‘vulnerable’ tras la tormenta.
“Nos dieron 1,000 dólares beliceños (US$500), de los cuales tomamos 300 dólares beliceños en efectivo, y el resto lo gastamos en equipo agrícola. Vas a la tienda y pides lo que quieres hasta llegar a tu limite, como cuando pagas con tarjeta, pero solo hasta un límite”.
Aunque no es una isla, Belice es uno de los 39 Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), un grupo de miembros de la ONU que incluye países tan diversos como Cuba, Haití, y Fiyi.
Comparten los mismos problemas, como la escasez de recursos y una porción de tierra que debe suplir a una población creciente, la lejanía de los mercados internacionales, y, principalmente, el cambio climático. El aumento del nivel de los mares presenta un riesgo existencial para los PEID más vulnerables. Mientras tanto, fenómenos meteorológicos como El Niño and La Niña están empeorando el impacto de los desastres climáticos, abriendo la puerta para más sequias, riadas y desplazamientos humanos masivos.
En semanas recientes, WFP ha empezado a apoyar a los gobiernos a prepararse para la temporada de huracanes en el Atlántico, que comienza el 1 de junio, colocando suministros en el Caribe, y preparando distribuciones de efectivo en anticipación a los fenómenos meteorológicos extremos, que hoy por hoy llegan con mucha más frecuencia y fuerza que antes.
También estamos construyendo un centro logístico caribeño en Barbados para posicionar y movilizar eficazmente los suministros de emergencia.
Los expertos de WFP creen que los próximos 10 años presentan un punto crítico para los PEID, durante el cual las capacidades de gestión del riesgo de desastres deben
ser fortalecidas para proteger a las comunidades.
“Cuando un huracán azota un PEID, es devastador, y a una escala nacional”, enfatiza Regis Chapman, el representante y director de la Oficina Multi-país de WFP para el Caribe de habla inglesa y neerlandesa, creada en 2018 en Barbados. “Se dañan puertos, carreteras, puentes, y líneas de comunicación y se pierden casas y medios de vida. En los peores casos, los sistemas nacionales pueden colapsar por completo en los primeros días tras un desastre”.
Choques climáticos
Las personas desplazadas pueden quedarse sin recursos de ayuda cuando el estado está tan afectado. En términos de proporción, “es insondable”. Chapman agrega: “Mira a Dominica – imagina a un país enfrentando un huracán de categoría 5 de norte a sur, de este a oeste, que daña o arranca un 85 % de los techos. Ahora aplica esto a Estados Unidos, India, o cualquier país más grande. Cada persona es afectada, desde el primer ministro hasta las familias más pobres”.
De hecho, cuando el huracán María azotó la isla en 2017, su población de 73.000 personas tuvo que lidiar con el hecho de que el 90 % de sus edificios estaban dañados o destruidos, y que las pérdidas por unos US$1.4 mil millones representaban el 224 % del PIB del país.
Para aquellos países que luchan contra enormes cargas de deuda, estas nuevas cuentas por pagar agregan una nueva capa de devastación porque este tipo eventos climáticos hacen retroceder cualquier avance logrado en materia de desarrollo.
Tras el paso de María, WFP intervino rápidamente en Dominica, distribuyendo alimentos para apoyar a unas 30.000 personas, pero también apoyando al Gobierno y otros socios para distribuir alimentos adicionales y variados artículos de socorro mediante la provisión de servicios logísticos y apoyo a la coordinación. Posteriormente coordinamos con el Gobierno y UNICEF para proporcionar transferencias monetarias a las 25.000 personas más afectadas.
Reforzar la preparación ante las emergencias y apoyar a los sistemas nacionales de protección social es clave para aumentar la resiliencia.
Cuando ocurre un desastre, el enfoque de los gobiernos puede cambiar rápidamente en dirección por defecto hacia lo ‘macro’, explica Chapman, o sea poner a funcionar los aeropuertos o facilitar el turismo – la principal fuente de ingreso para muchos de los PIED. Una consecuencia no intencionada de este cambio es que “las personas se quedan atrás.”
“A veces los huracanes no llegan aquí, y a veces solo llueve, pero no sabemos cómo será este año,” dice Ephraim Cho, un productor que recibió apoyo durante la respuesta de WFP al huracán Lisa. “Y a veces, cuando hay mucha lluvia, es cuando nos llega un huracán que nos causa muchos, muchísimos destrozos”.
La inversión es clave. “El monto per cápita para la financiación climática debería estar muy relacionada con la vulnerabilidad y los impactos que tiene el cambio climático en los PEID”, asegura Regis Chapman de WFP. “Pero el Caribe registra algunos de los niveles más bajos de financiación climática.”
Cuando los fondos están disponibles, WFP puede hacer la diferencia.
En Belice, WFP pudo implementar inicialmente la asistencia en efectivo en respuesta al huracán Lisa gracias al apoyo financiero de la Dirección General de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea, la República de Corea, y la Oficina de Asistencia Humanitaria de USAID. El apoyo a los agricultores fue posible gracias a la Cooperación Italiana y a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.