¡Superalimentos: súper resilientes y súper nutritivos!
Son buenos para nosotros. Son buenos para el planeta. Y lo mejor de todo, saben bien. A medida que los consumidores de todo el mundo descubren o se reconectan con los superalimentos —frutas, verduras, cereales y otros alimentos resilientes de origen vegetal—, el Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés) forma parte de este viaje.
Desde África hasta Asia y América Latina, trabajamos con agricultores, procesadores de alimentos y consumidores para revivir antiguas tradiciones alimentarias e introducir nuevas. Promover los múltiples beneficios de los superalimentos es aún más importante hoy en día, en un mundo amenazado por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y los altos niveles de hambre.
Las poderosas papas de África Oriental
Patricia Loput quiere ser doctora y cree que las papas, específicamente las papas de pulpa naranja (camote), la llevarán allí.
"He aprendido muchas cosas en la escuela, incluyendo cómo cultivar papas", dice Patricia, de 16 años, quien asiste a la escuela primaria mixta de Namalu, en el subdistrito de Karamoja, en el este de Uganda. "Planto cultivos que puedo vender para pagar mis gastos escolares y comprar materiales y otras cosas."
Cargadas de vitaminas y minerales, y resistentes a la sequía y a las enfermedades, los camotes anaranjados se han convertido en un cultivo milagroso en Karamoja desde que WFP las introdujo hace tres años en una de las áreas más pobres y secas de Uganda.
"Como cultivo para la seguridad alimentaria, especialmente en la temporada de escasez, pensamos que los camotes serían perfectos", dice Kennedy Uwuor, quien dirigía la oficina de WFP en la zona de Karamoja. "También pensamos que ayudaría a combatir la desnutrición utilizando alimentos locales. Y es resiliente al clima, así que también cumplimos con aquello."
Tres años después de su implementación piloto, WFP ha visto que la expansión del tubérculo se ha ampliado a más de 200 escuelas en el área de Karamoja y a miles de familias en este año académico 2024/25. A través de los huertos escolares de WFP, los niños aprenden no solo a cultivar las plantas, sino también sobre la importancia de una dieta diversificada. Llevan las semillas a casa y enseñan a sus padres cómo cultivarlos.
"Aprendí que los camotes son muy nutritivos y sus hojas también lo son", dice Esther Angolere, cocinera escolar y madre.
Uganda no es el único país donde este tubérculo está floreciendo. En el sureste de Kenia, WFP apoya a los agricultores en el cultivo de camotes para las escuelas y los mercados locales. "El camote es más rentable que el maíz", dice la agricultora keniana Mwanaisha Halua. "Y la cosechamos dos o tres veces al año."
En Uganda, los huertos escolares complementan el programa de comidas de WFP en Karamoja, que llega a casi el 80 por ciento de las escuelas locales, proporcionando no solo una comida nutritiva, sino también un incentivo para que los niños permanezcan en la escuela.
"Cuando los niños están en la escuela, eso los protege del matrimonio precoz y aprenden cosas nuevas", dice la estudiante Patricia.
"En 2021, las comunidades nos decían: 'páguennos' para cultivar los camotes", afirma Uwuor, de WFP. En Karamoja, donde tradicionalmente ha predominado el sorgo. "Ahora, vemos cómo el camote crece de forma orgánica, y es una hermosa transformación."
Las ‘madres del mijo’ de la India
En la aldea de Singapur, en el este de la India, la agricultora Subasa Mohanta es conocida como la 'Madre del Mijo' por su éxito en el cultivo y promoción de estos granos resistentes y nutritivos.
"El mijo es como la diosa Lakshmi", dice Mohanta, comparando la abundante cosecha del cultivo con la deidad india de la riqueza y la prosperidad. "Es tres veces lo que obtenía del arroz", añade, comparando su primera cosecha de mijo con la producción anterior de arroz.
Mohanta forma parte de más de doscientas mil agricultoras de mijo en el estado de Odisha en India, que se han convertido en la primera línea de defensa contra el hambre y el clima, que se ha vuelto más volátil con el cambio climático. Los tallos robustos del mijo prosperan en una variedad de suelos, requieren poca agua, no necesitan fertilizantes y tienen un periodo de cultivo más corto que muchos otros cereales.
Y debido a que los granos, ricos en proteínas y fibra, pueden almacenarse durante largos períodos, sirven como una importante 'reserva contra la hambruna' para muchas familias en dificultades.
Hoy en día, la Misión de Mijo de Odisha, gestionada por el estado, está promoviendo el resurgimiento del mijo en Odisha como un cereal resiliente al clima para la seguridad nutricional. El esfuerzo, apoyado por WFP, también busca inspirar iniciativas similares en otras regiones de la India y en otros países.
"El mijo es amigable con el medio ambiente e ideal para los pequeños agricultores que dependen de la lluvia", dice Pradnya Paithankar, quien dirige el trabajo de WFP en cambio climático, sistemas alimentarios resilientes y reducción del riesgo de desastres en la India. "Es, sin duda, el cultivo del futuro."
"El mijo formaba parte de nuestra dieta", dice otra cultivadora de mijo, Pabitra, al describir los tiempos en que el grano se consumía especialmente por mujeres embarazadas y desnutridas. Como muchas de las mujeres que participan en el proyecto del mijo, ella pertenece a un pueblo indígena.
"Pero la gente dejó de comerlo cuando el arroz se convirtió en el alimento principal y todos los agricultores lo cultivaban", añade. "El mijo empezó a ser visto como la comida de los pobres, que solo se comía cuando no había otra cosa."
El clima más severo y la promoción del cultivo por parte del estado de Odisha han cambiado la mentalidad. Hoy en día, los antiguos granos —existen muchas variedades de mijo, todos ricos en vitaminas y minerales— han surgido como un superalimento popular en la India, uno de los principales productores de mijo en el mundo.
En Singarpur, las experiencia de la agricultora Mohanta la han convertido en la experta en mijo de referencia en la zona. "La gente me respeta y los agricultores de aldeas lejanas vienen a buscarme para que los aconseje." Añade.
Abundante Bolivia
Trigida Jiménez es una ingeniera con una misión. En la pequeña comunidad de Sunavi, en el suroeste del departamento de Oruro, en Bolivia, está enfocada reintegrar a la cañahua —un grano tradicional resistente que, además, es cultivado en las tierras altas del país— a los platos de la nación.
"Estamos revalorizando el cultivo de la cañahua para reintegrarla en la canasta alimentaria familiar boliviano y mejorar la calidad de nuestra nutrición", dice Jiménez, miembro de la comunidad indígena quechua, sobre un cultivo que ha sido cultivado en la región andina durante milenios.
Considerada una 'prima' de la quinoa y llena de vitaminas y minerales como hierro y magnesio, la cañahua es uno de los muchos superalimentos locales y ancestrales que WFP está promoviendo en Bolivia. No solo es la nación sudamericana una de las más biodiversas del mundo, sino que también tiene un rico patrimonio alimentario y un tesoro de conocimientos ancestrales.
"La comida de Bolivia guarda el secreto mejor guardado del país: su impresionante biodiversidad", dice Alejandro López Chicheri, director país de WFP en Bolivia.
La iniciativa de superalimentos del WFP—que también incluye otros cultivos nativos altamente nutritivos, como la baya de acaí, extraída de palmeras silvestres, la quinoa y las almendras chiquitanas— busca reintroducir estos alimentos resilientes y tradicionales en la dieta de los bolivianos.
"Las diferentes características altitudinales y los pisos climáticos de Bolivia le permiten albergar más de 2,500 variedades de papas, más de 75 variedades de maíz y más de 1,000 variedades de ajíes", dice Julio Canedo, consultor del patrimonio alimentario de WFP en Bolivia, ofreciendo solo algunos ejemplos de la asombrosa abundancia del país.
Tradicionalmente, el grano de cañahua se descascaraba, se tostaba y se convertía en harina que se añadía a la carne, dice la ingeniera agrónoma Jiménez. La gente también hervía la harina con papas y la cubría con queso de oveja rallado. "Es un plato sencillo de preparar", dice Jiménez, "pero muy nutritivo."
El sensacional sésa,p de Etiopía
Abdirashid Ali está orgulloso de su procesador de semillas de sésamo, el primero de su tipo en la ciudad fronteriza Dollo Ado de Etiopía, donde vive. "Nuestro aceite viaja lejos, llega hasta Jigjiga (la capital regional) y a otras regiones de Etiopía", dice Ali, "e incluso cruza la frontera hacia Somalia".
Operado por Ali y su amigo y colega comerciante Ahmed Ibrahim, en la región somalí del sureste de Etiopía, el procesador es uno de los beneficios de un proyecto de WFP para impulsar el cultivo en Etiopía de esta resistente semilla, rica en proteínas, vitaminas y aceite. Lanzada hace dos años, la iniciativa del sésamo forma parte de una gran estrategia para mejorar la seguridad alimentaria y la resiliencia de decenas de miles de agricultores y pastores etíopes en medio de un clima más seco y cambiante.
El cultivo del sésamo ofrece un valor agregado; es un cultivo comercial valioso, elogiado por su sabor rico a nuez. Además del apoyo agrícola, el proyecto de WFP también proporciona máquinas de procesamiento a algunos participantes, como Ibrahim y Ali, que gestionan una exitosa cooperativa.
"Agricultores de toda esta zona traen sus semillas de sésamo a nuestra tienda y las transformamos en aceite", dice Ali. Con el apoyo continuo, añade, "creo que podemos crecer hasta convertirnos en una empresa que pueda manejar exportaciones de aceite de sésamo".
El resistente sorgo de El Salvador
Hadid Sánchez recuerda beber atol de niña, una bebida dulce de desayuno que su madre hacía con sorgo. Ahora, como adulta, comprende que el sorgo que se cultiva en el este de El Salvador es mucho más versátil.
"Hemos aprendido a hacer pizza de sorgo y galletas de sorgo", dice Sánchez, acerca de uno de los talleres de cocina y nutrición para pequeños agricultores de WFP al que asistió. "La pizza de sorgo es muy buena, a los niños les encanta".
El taller forma parte de un esfuerzo más amplio del WFP en El Salvador, para promover la producción, el procesamiento y el consumo de sorgo, un cereal sin gluten, resistente a la sequía y rico en fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes. Juntos, estos atributos ofrecen un gran potencial para fortalecer la resiliencia y las dietas saludables en El Salvador, donde los impactos climáticos más frecuentes e intensos son algunos de los principales desafíos para el desarrollo.
"Los pequeños agricultores han aprendido a producir sorgo de manera más eficiente para múltiples usos, incluyendo productos de panadería sin gluten y Biofortik, una bebida fortificada para escolares", dice Riaz Lodhi, representante y director de WFP en El Salvador.
El proyecto de WFP enseña a agricultores como Sánchez a cultivar sorgo usando técnicas amigables con el clima y sobre los beneficios nutricionales de este cultivo. Los conecta con panaderías locales, cuyos productos de sorgo ofrecen una alternativa rica en nutrientes y sin gluten para los consumidores.
"No sabía que el sorgo tenía nutrientes esenciales para los seres humanos", dice José Antonio Cárcamo, otro pequeño agricultor participante del proyecto. "Me gustó y aprendí mucho sobre él".
Para la agricultora Sánchez, el proyecto de WFP ofrece otro beneficio. "Las mujeres adquirimos fuerza y valentía a través de la capacitación en empoderamiento", dice sobre sus compañeras agricultoras. "Estamos mostrando cómo podemos ganarnos la vida y enseñar a nuestros hijos cómo se hace".
Los proyectos de superalimentos de WFP en Bolivia, El Salvador, Etiopía, Kenia, India y Uganda están financiados por donantes, incluidos China, Alemania, Irlanda, la Fundación Novo Nordisk para Uganda y WFP USA.