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“No destruyamos el medio ambiente”

Joven productor pide nos pongamos la mano en la conciencia
, Sabrina Quezada

Llegar caminando a la cima de la montaña donde vive Santos Dionisio Hernández nos toma un buen tiempo, subiendo por un camino pedregoso después de pasar dos ríos. Aquí no entran vehículos y, por ende, tampoco salen. En la finca familiar encontramos un remanso de paz donde las gallinas, pollos y patos dan vueltas entre la vegetación y los pájaros cantan saltando de una rama a otra.

Joven agricultor muestra su siembra
Santos Dionisio Hernández vive en una zona donde la producción es sacada en hombros. No hay acceso por camino. En canastos, sacos y cajillas los agricultores trasladan las cosechas hasta la vía más cercana. WFP/Sabrina Quezada Ardila.



En plena pandemia, esta comunidad llamada Samulalí ubicada en las montañas del municipio de Matagalpa, en el centro del país, saben muy bien cuáles son los efectos que el clima está ocasionando sobre el medio ambiente. 



Como hijo de agricultores, Santos, de 16 años ha logrado identificar que en los últimos años las cosechas se han reducido, la fresca temperatura que prevalecía en las montañas ha ido en aumento y las fuentes de agua comienzan a reducirse.



“El cambio climático nos está afectando. La producción es muy baja, las plagas atacan los cultivos, las lluvias son irregulares, la temperatura es elevada. A veces la producción se pierde. Debido a las plagas no se pudo realizar la siembra de maíz. Tuvimos que sembrar (sorgo) millón”, dice Santos, el menor de los siete hijos de la familia formada por Rosario Hernández, de 42 años y Luciano Ruíz, de 51. 

Un hombre y una mujer junto a un estanque de agua
Jóvenes, hombres y mujeres participan en las labores impulsados por la cooperativa UCOSD, de Matagalpa. WFP/Sabrina Quezada Ardila.

El año pasado su familia no sembró maíz por temor al ataque del gusano “cogollero”, que se come las hojas y las mazorcas, y tampoco sembró frijoles porque la plaga de babosas se come las plántulas recién nacidas. Sembraron sorgo porque este cultivo requiere menos insumos, agua y nutrientes del suelo. Este alimento solo lo consumen los nicaragüenses cuando el maíz escasea. 



“Económicamente hablando el cambio climático produce un impacto, mayormente en la producción de alimentos. Los cultivos han rendido muy poco, los productos (alimentos) no duran mucho en las casas y entonces hay que comprarlos”, afirma Santos, cuya familia está desembolsando dinero para comprar el maíz y los frijoles en las ventas locales.



La madre y el padre de este joven pertenecen a la cooperativa Unión de Campesinos Organizados de la Cuenca de San Dionisio (UCOSD), que promueve entre sus asociados la diversificación de cultivos para contrarrestar los efectos del cambio climático. El Programa Mundial de Alimentos (WFP) colabora con la UCOSD y otras 19 cooperativas del norte del país como parte del Programa “Impulsando la Seguridad Alimentaria y Nutricional a través de la Resiliencia Económica”, financiado por la Unión Europea.



En la parcela familiar hay plantas de muchas variedades. Además de los cultivos tradicionales, que son los más afectados por la variabilidad del clima, también tienen limones, naranjas, mandarinas, mamey, grapefruit, melones, granadillas, guanábanas, plátanos, tomates, arroz y café. 



Santos anhela continuar la herencia de sus padres de trabajar la tierra, una tradición que promueve la cooperativa entre los adolescentes y jóvenes invitándoles a participar en actividades organizativas, productivas y comunitarias. 

Mujer observa su siembra de tomates
Tomates y otros vegetales son una opción para los pequeños productores. Estos cultivos no tradicionales colocan alimentos en sus mesas y los excedentes les generan ingresos. WFP/Sabrina Quezada Ardila.



Meses atrás la cooperativa les capacitó sobre la equidad de género y prácticas conservación del medio ambiente. Antes de terminar nuestra conversación, Santos rememora una frase que leyó después que comenzó la pandemia del COVID-19 en un libro que llegó a sus manos: “Ahora que el ser humano ha remodelado el mundo, ojalá que se dé una vuelta y se remodele a sí mismo”. 



“Lo que quiere decir es que nosotros como humanos debemos hacer conciencia de que no hay que destruir la naturaleza. A los que tienen un poquito más de edad el cambio climático no les va a afectar tanto, pero sí a sus futuras generaciones. Ellos son los que van a sufrir más, porque habrá más enfermedades y la naturaleza explotaría frente a este fenómeno. Pongámonos la mano en la conciencia y protejamos el medio ambiente”, concluye Santos.



WFP y la Unión Europea acompañan a las pequeñas y pequeños productores en fortalecer su resiliencia ante los efectos del cambio climático. Los jóvenes son los nuevos embajadores en la sensibilización sobre la conservación ambiental.

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