‘El miedo es la peor discapacidad’
Desde que tiene memoria, Mirna recuerda a las personas advirtiéndole sobre lo difícil que sería para ella la vida y lograr sus aspiraciones. Ella invita a todos a no darse por vencidos a pesar de los obstáculos que surjan. “El miedo es la peor discapacidad que el mundo pueda tener”, dice la salvadoreña de 44 años.
Ella nos cuenta su historia para conmemorar el Día Internacional de las Personas con Discapacidad (3 de diciembre).
Modifica su vida a los 10 años
Yo jamás me he dado por vencida porque desde muy pequeña aprendí a no rendirme ante los obstáculos que aparecen de repente en nuestro camino.
A los 6 años me diagnosticaron artritis reumatoide. Aproximadamente cuatro años después, me convertí en usuaria de silla de ruedas y, debido a mi discapacidad, mi educación se realizó en el hogar por las barreras físicas de una persona como yo.
Sin embargo, no me dejé vencer por estas barreras y logré completar mis estudios de bachillerato. Posteriormente, decidí estudiar ingeniería de sistemas de tecnología de la información, pero debido a la falta de accesibilidad tuve que abandonar mis estudios. Estas barreras físicas, que un día me impidieron ser profesional, fueron las que me catapultaron a convertirme en la emprendedora que soy ahora.
Doblemente emprendedora
Soy un creyente de que Dios nos da ángeles a nuestro alrededor para darnos poder en tiempos de nuestras dificultades. Uno de ellos es mi madre, que fue la mujer que me enseñó a no rendirme y a cocinar. A través de estas lecciones de cocina, ahora tengo un pequeño emprendimiento gastronómico en el que, con la ayuda de Dios y el apoyo de mi esposo, hemos logrado correr. Sin embargo, debido a la pandemia tuvimos que cerrar.
Unos de mis pasatiempos favoritos es la pintura, dibujos y bisutería. Por medio de esta actividad comencé a crear pinturas para formar un segundo emprendimiento. Con esto trato de generar otros ingresos a través de mis creaciones. Al mismo tiempo libero mi mente de los problemas cotidianos que todos los salvadoreños poseemos sin importar la condición social, económica, con o sin discapacidad y otras más.
Durante este duro período de no poder tener ingresos, recibí una asistencia alimentaria del Programa Mundial de Alimentos con Asociación Caminamos. Nos ayudó ya que nuestras reservas de alimentos estaban en cero. No teníamos ni aceite, ni azúcar y estábamos preguntando que íbamos a hacer.
Como mujer con discapacidad, la gente asume que me rendiría porque no podría ser parte de una educación académica regular, pero les he demostrado que estaban equivocados. La universidad no estaba adaptada para mí, pero logré dar lo mejor de mí. Además, me dijeron que era casi imposible para mí tener hijos y hoy tengo un hermoso hijo de 9 años, que es mi motor y motivación en esta vida.