De la asistencia de emergencia a las redes de protección social
Tras un aterrizaje sorprendentemente preciso, los pilotos desaceleran el motor del gran Sikorsky. Al desembarcar en la pista, nuestro equipo avanza hacia la sala de llegadas, mientras la sombra de las hélices del helicóptero se despliega frenéticamente bajo nuestros pies. Por el camino, pasamos junto a trabajadores humanitarios que hacen fila para abordar la aeronave. Gracias al Servicio Humanitario Aéreo de las Naciones Unidas (UNHAS, por sus siglas en inglés), podrán regresar a la capital, aislada del resto del país por la violencia de los grupos armados, mientras nuestro equipo continúa su viaje hacia Belle-Anse, en el sureste de Haití.
Desde Jacmel, nos dirigimos a Belle-Anse, una comunidad pesquera cercana a la frontera con República Dominicana. Completamente aislada debido a la falta de infraestructura, esta comunidad costera es hogar de Nona, una madre de 41 años con siete hijos. “Soy una mujer con muchas ideas. Cuido bien de mis hijos. El hombre con quien vivo no está mucho tiempo aquí. Viene y va. En tiempos difíciles, me mantengo fuerte. Nunca me desanimo”, nos cuenta con entusiasmo.


Según el último informe de la Clasificación Integrada por Fases (IPC, por sus siglas en inglés), 5,7 millones de personas, la mitad de la población haitiana, enfrentan inseguridad alimentaria aguda, una cifra récord en el hemisferio occidental. De estas personas, 8.000 han sido identificadas en la fase más grave de inseguridad alimentaria, conocida como “catastrófica” (IPC 5), que amenaza directamente la vida humana.
Es en este contexto de profunda crisis que WFP está intensificando sus operaciones humanitarias en todo el país. Nuestros camiones son cargados y despachados constantemente desde nuestros almacenes en la capital y otros departamentos, enviando miles de toneladas métricas de arroz, frijoles y aceite vegetal hacia las zonas más vulnerables. En nuestras cocinas, las ollas y sartenes humean desde los primeros rayos de sol, manipuladas meticulosamente por socios locales decididos, encargados de entregar comidas calientes cada día a personas desplazadas por la violencia de grupos armados, refugiadas en sitios temporales en condiciones muy difíciles.
Sin embargo, la asistencia de WFP va mucho más allá de las operaciones de emergencia. Consciente de que la respuesta de emergencia debe combinarse con iniciativas de desarrollo a largo plazo para lograr resultados sostenibles, en 2024 WFP apoyó la implementación de redes de protección social nacionales, alcanzando a más de 160,000 personas y contribuyendo al fortalecimiento del sistema de protección social en Haití.
Este es el caso de Nona, una madre beneficiaria de programas de protección social a través de los cuales recibe asistencia en efectivo. Bajo un árbol detrás de su casa, nos cuenta cómo el programa le permite cuidar de su familia y generar ingresos. “Soy una mujer de negocios. Ahora puedo hacer pan y café para vender en el mercado. También uso la ayuda para comprar cabras y enviar a los niños a la escuela. Si alguien de mi familia se enferma, puedo pagar el tratamiento”.


Además del dinero, el programa incluye sesiones de capacitación orientadas a fomentar la conciencia sobre alimentación saludable y buenas prácticas financieras. “La semana pasada, aprendí a gestionar una ganancia de 200 gourdes (cerca de 1,50 USD) para generar 600 gourdes (alrededor de 4,50 USD). Yo y otras participantes también aprendimos a crear un fondo de crédito. Ya pedí prestado 10,000 gourdes (unos 75 USD) y compré mucha harina. Cuando horneo pan, puedo generar entre 2.500 y 3.500 gourdes al día (entre 20 y 25 USD diarios)”, nos dice Nona.
La tontina, o “sòl” en criollo, es un método de ahorro simple y accesible, incluso para quienes tienen recursos limitados. Las participantes contribuyen semanal o mensualmente, y en cada ronda (“men” en criollo), la cantidad recaudada se entrega a una integrante del grupo. El “sabotay”, que sigue un principio similar al “sòl”, se distingue por operar diariamente.
En un contexto donde los servicios financieros formales son limitados y, a menudo, inaccesibles para gran parte de la población, sistemas informales como estos se han convertido, para muchas comunidades haitianas, en un salvavidas en momentos de necesidad urgente.
“Me gusta dar consejos a otras mujeres de la comunidad sobre lo que estoy aprendiendo, especialmente en temas de finanzas. Les digo: ‘Sí, pueden vivir sin sus maridos. Si se van, no se queden en casa desanimadas. Únanse al sabotay – el grupo comunitario de ahorro – y usen el crédito que reciben para iniciar un negocio y apoyar a sus hijos. La vida es buena. Podemos salir adelante juntas’”, comparte Nona con nosotros.

En 2024, WFP continuó brindando asistencia técnica y apoyo a la implementación al Ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo (MAST) para el sistema nacional de protección social, más allá de las transferencias de emergencia. Además de llegar a más de 160.000 personas vulnerables con transferencias en efectivo, entregadas ya sea a través del programa de protección social del gobierno, Klere Chimen, o directamente en zonas donde las capacidades nacionales están saturadas, WFP apoyó la expansión del registro social de MAST, SIMAST, con un 33 por ciento de la población, más de 761.000 hogares, ahora registrados.
Nuestro enfoque se centra en una estrategia integral que conecta diversas iniciativas para lograr el objetivo de hambre cero. Como parte del plan estratégico del país para 2024-2028, WFP está haciendo la transición de beneficiarios de respuesta a crisis hacia soluciones a más largo plazo. Casi 42.000 personas desplazadas internamente ya han recibido tres meses de asistencia de emergencia, seguidos de seis meses de transferencias de efectivo sociales, brindándoles estabilidad mientras reconstruyen sus vidas.
Este programa fue posible gracias al valioso apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).