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Bolivia: en medio de la sequía y la inseguridad alimentaria, "la juventud debe pensar en grande"

Mientras WFP apoya a las comunidades en una zona de Bolivia afectada por la sequía, una joven líder indígena espera que sus compañeros se queden en la tierra de sus antepasados
, Simona Beltrami
Cilda Mamani juega al fútbol toque. Foto: WFP/Elio Rujanno
Cilda Mamani (izq.) ama el fútbol. Foto: WFP/Elio Rujano

Como los adolescentes de todo el mundo, a Cilda Mamani le encanta TikTok y le apasionan los deportes. Sin embargo, cuando se le pregunta qué la inspira, responde rápidamente: “Mi gente”.

Cilda es miembro de la comunidad uru chipaya, “la gente del agua”, que durante siglos vivió y adoró el lago Poopó, el segundo lago más grande de Bolivia. Hoy, el lago está casi seco: se han ido los peces, los pájaros y las plantas y, como consecuencia, muchos de los habitantes de la comunidad de Cilda.

La falta de oportunidades en las llanuras áridas y saladas que quedaron donde solía estar el lago empuja a muchos jóvenes a migrar. La mayoría se va al vecino Chile, donde trabajan en la agricultura. “Es muy triste”, dice Cilda, quien ha visto partir a amigos y familiares en busca de un futuro mejor. “Nuestra juventud debe pensar en grande”, dice ella. “Debemos tratar de crear oportunidades económicas aquí, en la tierra de nuestros antepasados”.

Cilda Mamani junto a una compañera en el patio de la escuela. Foto: WFP/Elio Rujano
Una vez a la semana, Cilda y sus compañeros visten el traje tradicional de los uru chipaya. Foto: WFP/Elio Rujano

La tradición ancestral y el idioma uru están muy cerca de su corazón. Y también la pastelería. Cilda toma un curso de gastronomía en la escuela y quiere montar la primera pastelería de la comunidad. “Traer pan y dulces desde Oruro (la ciudad más cercana) es muy caro”, dice. “Podríamos hornear pasteles con ingredientes locales, como la quinua”, agrega.

“En la escuela, los lunes usamos nuestra ropa tradicional, para mantener viva la cultura”, dice Cilda. “Sin embargo, muchos de los profesores vienen de otras zonas y no hablan uru. Dado que los niños pasan más tiempo en la escuela que en casa, es difícil mantener vivo el idioma”.

Desde muy joven, Cilda ha estado escribiendo poemas en uru: "es la mejor manera para mí de expresarme", dice. Hasta los seis años, Cilda creció con su bisabuela. “Nos contaba historias”, recuerda, “y sabía curar a la gente, era curandera”. Ahora Cilda espera poder seguir los pasos de su padre, quien es profesor uru.

Para mitigar los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) está implementando un proyecto de apoyo al pueblo uru.

Elegido por los propios miembros de la comunidad, sus actividades tienen como objetivo aumentar la disponibilidad de agua para apoyar el cultivo de hortalizas frescas, así como la crianza de animales de granja. Las familias construirán sistemas para aprovechar el agua de lluvia para dar servicio a sus hogares y escuelas: cavarán canales y construirán sistemas de riego, así como estanques de pesca, abrevaderos e invernaderos. A medida que las mujeres locales se dedican cada vez más a la artesanía para ayudar a llevar la comida a la casa, WFP las apoyará en la creación de talleres y en conectarlas con los mercados.

“Trabajar con las poblaciones indígenas locales nos permite cambiar vidas a través de acciones que fortalecen los medios de vida tradicionales, brindando mayor resiliencia ante las crisis alimentarias y climáticas”, dice Alejandro López-Chicheri, Director de País de WFP en Bolivia, enfatizando cómo estas acciones apoyan el logro del Desarrollo Sostenible. Objetivo 2 - Hambre Cero.

“En el caso de los urus, estamos trabajando con una de las culturas más antiguas del continente, impulsando el rescate de valiosos saberes ancestrales de esta nación indígena”, agrega.

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