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Actualmente, alrededor de 345 millones de personas enfrentan altos niveles de inseguridad alimentaria, según el análisis del Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés), lo que representa un aumento de casi 200 millones desde principios de 2020. De estas personas, 43 millones se encuentran a solo un paso de la hambruna.

José Paulín considera que es trabajador humanitario por casualidad.

Las personas vulnerables, entre ellas mujeres, niños y ancianos, se llevan la peor parte de un conflicto extremadamente violento en el que decenas de grupos armados se disputan el territorio.

“Los haitianos están al límite: ahora cualquier persona tiene hambre. El aumento del hambre está alimentando la crisis de seguridad que está destrozando este país.

En Gaza, Ikhlas relata cómo rescató a su hija de los escombros de otro bombardeo, cuando estaba embarazada de su cuarto hijo. “Escapamos de la muerte”, dice, hablando desde la ciudad sureña de Rafah.

La pausa de siete días en los combates permitió al Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas y a nuestros socios cierta seguridad para ampliar las operaciones de ayuda.

Sheeran, quien asumirá su nuevo cargo en abril al concluir su actual mandato como Directora Ejecutiva, ha dirigido el Programa Mundial de Alimentos desde el 2007, ayudando a víctimas de conflictos y desastres naturales en más de 70 países.

Son las 07:00 y la ciudad de Gonaïves ya bulle de actividad. En las calles, docenas de motocicletas se entrelazan entre los tap-taps (transporte público de Haití), furgonetas tradicionales y decoradas que funcionan como minibuses en Haití.

“Agradezco a la Administración de los Estados Unidos y a los legisladores de todos los partidos del Congreso por su fuerte liderazgo bipartidista. Este paquete de ayuda suplementaria es fundamental para satisfacer las crecientes necesidades humanitarias en muchas partes del mundo”, afirmó la Directora Ejecutiva de WFP, Cindy McCain.

Para Patricia Perachimba, como para muchas otras mujeres indígenas, el invernadero que construyeron en la localidad de San Pablo del Lago, provincia de Imbabura, se convirtió en un refugio tras los estragos que estaba causando la pandemia de la COVID-19.