Nuevo estudio examina los vínculos entre la emigración y la inseguridad alimentaria en el Corredor Seco de El Salvador, Guatemala y Honduras
“Seguridad Alimentaria y Emigración: Por qué la gente huye y el impacto que esto tiene en las familias que permanecen en El Salvador, Guatemala, y Honduras” muestra la necesidad de invertir en programas a largo plazo para desalentar la emigración de personas en el Corredor Seco, reducir los riesgos para los emigrantes, y el impacto en las familias que permanecen en El Salvador, Guatemala, y Honduras. El estudio muestra una tendencia de personas jóvenes y personas más vulnerables de abandonar zonas de inseguridad alimentaria, especialmente en el Corredor Seco, un área propensa a la sequía que atraviesa estos países.
"Los Derechos Humanos son la piedra angular de la inclusión social, la democracia y la paz. Sin embargo, cuando millones de nuestros conciudadanos de las Américas aún padecen hambre, es una indicación de que mucho queda por hacer. Damos la bienvenida a este estudio, que puede ayudarnos a encontrar soluciones para aquellos que se ven obligados a abandonar sus hogares por el hambre”, dijo Nestor Mendez, Secretario General Adjunto de la OEA.
Los miembros de la familia que permanecen en sus países se enfrentan a la carga de pagar las deudas de aquellos que han emigrado. Si la emigración no tiene éxito, la familia se enfrentará a los problemas de la creciente deuda y de cómo satisfacer sus necesidades alimentarias, según el informe.
El documento también señala que el 47% de las familias entrevistadas padecían de inseguridad alimentaria. Tales niveles de inseguridad alimentaria no habían sido registrados previamente en la región en las evaluaciones realizadas en los últimos tres años en el Corredor Seco.
Alrededor del 72% de las familias entrevistadas dijeron que estaban recurriendo a medidas de “emergencia” para afrontar su situación, como vender sus tierras, animales y herramientas para comprar alimentos. Mientras tanto, el 78% de los familiares que permanecen en sus países reciben mensualmente una remesa y, de hecho, el 42% de las familias encuestadas reportan que las remesas eran su única fuente de ingreso fijo, según el estudio.
Más de la mitad del dinero enviado por los emigrantes es utilizado por las familias para comprar alimentos, seguido de inversiones agrícolas –compra de tierras y animales– e inversión en pequeñas empresas. Este estudio fue financiado y producido conjuntamente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP), con la colaboración de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Organización de los Estados Americanos (OEA). La investigación es un seguimiento a los resultados y recomendaciones del estudio exploratorio sobre los vínculos entre migración, violencia y seguridad alimentaria, “Hambre sin Fronteras”, publicado en 2015.
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