Trabajo humanitario en Guatemala: compromiso, fuerza y constancia (I)
Luis: tradición familiar al servicio de las otras personas
"Me siento feliz de formar parte del Programa Mundial de Alimentos; lo más importante es servir a la gente que tiene menos oportunidades. Tengo el ejemplo con mi mamá que fue 36 años enfermera y siempre recuerdo verla trabajar con mucho orgullo de servir, sin escatimar el tiempo o los fines de semana. Esa entrega me motiva para poder apoyar a las personas a cambiar la forma de vivir", dice el humanitario Luis Molina.
Su vida de servicio la inició en 1984 cuando coordinaba proyectos para el WFP en el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de Guatemala. Este orgulloso ingeniero agrónomo, originario de Quetzaltenango al noroccidente del país, ha sido el responsable de coordinar equipos de campo, trabajar en monitoreo y evaluación, y coordinar proyectos de resiliencia con comunidades.
"Lo que hemos logrado hacer este año sin coordinar físicamente es admirable": Luis Molina
En el 2004 Luis pasó a formar parte del WFP, donde ha acumulado experiencias profesionales y satisfacciones personales. Confiesa que admira la facilidad del WFP de trabajar en equipo y cómo esa habilidad facilita llegar a las comunidades. "Lo que hemos logrado hacer este año sin coordinar físicamente es admirable, porque, a pesar de las limitaciones por la pandemia, hemos logrado encaminar los procesos con coordinación a distancia y brindar asistencia humanitaria a la población vulnerable".
En 2019 pasó siete meses en Cox's Bazar, Bangladesh, en el campo de refugiados más grande del mundo, donde ayudó a implementar un proyecto de reforestación de 252.000 árboles. "Comunicarme en otro idioma parecía un reto, pero descubrí que el idioma de la agricultura, de la silvicultura es el mismo en todo el mundo. Toda la experiencia fue enriquecedora como ser humano", explicó.
América: logística, entrega, compromiso
En las dos décadas que América lleva con el WFP, lo que más la ha sorprendido es la "flexibilidad y dinamismo que la asistencia humanitaria ha adquirido, poniendo al centro las necesidades de las personas para abordarlas de una mejor manera".
Colombia, Dominica, Guatemala, Mozambique, y recientemente Sudán del Sur, son algunos de los lugares en donde ha dado asistencia. "Para todas las necesidades que hay a nivel mundial, es bonito poder ir al terreno, conocer a las personas a las que les estás dando asistencia, saber sus historias para poder servirles mejor", comenta América.
Su trabajo actual implica salir a coordinar la inspección e instalación de bodegas portátiles a diferentes departamentos del país, siendo la emergencia COVID-19 uno de los retos con los que se ha enfrentado para hacerlo. Sin embargo, considera que no han afectado el desempeño de las operaciones en campo porque el WFP es dinámico y flexible. América dijo, "Nos hemos enfocado en preparación y hemos tenido los recursos necesarios para desempeñar el trabajo".
"Es enriquecedor tener la oportunidad de poder ir a terreno, conocer a las personas a las que les estás dando asistencia, saber sus historias para poder servirles mejor": América Cárcamo
Para América, el trabajo humanitario es gratificante porque que le ha permitido crecer. "Es un trabajo bastante gratificante; tengo ese privilegio de disfrutar lo que hago y que me llena mucho".
Marta: empoderar mujeres desde el ejemplo
Ocho horas de viaje en caminos de terracería es el tiempo que invierte Marta para llegar a la cabecera Municipal de Barillas, Huehuetenango, uno de los dos municipios que atienden actualmente con el WFP. Para visitar alguna de las 56 comunidades del municipio sería necesario, en algunos casos, desplazarse otras tres horas de caminos escabrosos manejando el carro de doble tracción con la seguridad que brindan los años de experiencia en el terreno.
Comenta que a, pesar de los empolvados recorridos, cuando llega a las comunidades después de las entregas de efectivo la llena de alegría ver que las familias tienen alimentos en sus mesas. "Trabajar con el WFP me permite apoyar para que esa ayuda y ese dinero llegue a la gente más necesitada. Puedo ser un medio para ayudar con respeto a la dignidad humana, con equidad e igualdad a que cambien sus vidas".
La sonrisa no falta en el rostro de Marta. En el 2010 inició a trabajar con el WFP en los departamentos del altiplano occidental del país con proyectos de nutrición y de emergencias ocasionadas por fenómenos naturales. El compromiso con su trabajo la llevó después a vivir dos años en Chiquimula, en el corredor seco de Guatemala. Confiesa que era un reto porque su hija y dos hijos eran pequeños y estaban a ocho horas de distancia. Sólo los podía visitar los fines de semana. Pero la satisfacción del trabajo realizado con las familias con inseguridad alimentaria renovaba las energías: "Les enseñábamos a las señoras a hacer huertos y proyectos de resiliencia. Fue una experiencia bonita y satisfactorio. Un grupo de señoras que creó un banco de semillas ahora vendan las semillas".
"Ser mujer me da más responsabilidad porque cuando las señoras me ven, se sienten identificadas y les mando el mensaje que las mujeres también podemos hacer otras cosas": Marta Orozco
Después de estos años de trabajo agrega que lo más enriquecedor del trabajo humanitario es ver cómo las señoras llegan desde las comunidades a recibir las transferencias monetarias con ilusión porque podrán comprar variedad de alimentos. "Cuando ves a las niñas y a los niños comerse un pedazo de sandía o que las señoras me pregunten si pueden comprar uvas porque nunca las han probado, eso me llena de alegría", dice Marta. "Ser mujer me da más responsabilidad porque cuando las señoras me ven, se sienten identificadas y les mando el mensaje que las mujeres también podemos hacer otras cosas. Les da más seguridad que una mujer comparta con ellas".