Nicaragua: Los alcances de la merienda escolar
Apenas sale el sol, Graciela Cano da los primeros pasos en su ajetreado día de trabajo levantando y ayudando a sus dos hijos a prepararse para ir a la escuela. Los gallos cantan y los perros ladran en los alrededores de la pequeña casa de madera ubicada en una comunidad rural del norte de Nicaragua llamada San Pedro.
Maryeri García Cano, de 12 años y su hermanito, Gael, de 7 años, salen momentos después acompañados por su madre hacia la Escuela Pablo Antonio Cuadra, ubicada a medio kilómetro de distancia. Cruzan una colina, luego un riachuelo y después una finca en donde pastan vacas. En el camino se encuentran a otros niños y niñas de la comunidad y juntos hacen su alegre viaje a la escuela.
Hasta medio día de Graciela también estará en el centro escolar, colaborando con la preparación de la merienda para los 54 estudiantes de preescolar y educación primaria. Con otras madres elabora tortillas, frijoles, arroz y cereal fortificado con micronutrientes en una pequeña cocina de tablas y piso de tierra en donde arde el fuego en dos fogones artesanales. Esta mañana padres y madres de familia aportaron huevos y vegetales para complementar la merienda.
Pablo Antonio Cuadra es una escuela multigrado. En un aula espaciosa los estudiantes se dividen en pequeños grupos según su grado, de primero a sexto. Todas las clases las imparte la profesora Diana Blandón. Mientras la “profe” da las clases de español en un grupo, y matemáticas en otro, se van acercando las 10:00 de la mañana: la hora de la merienda escolar.
“A comer”, se oye en todo el salón y los estudiantes se levantan ansiosos y alegres. Primero se lavan las manos y después corren a buscar su plato de comida. ¿Qué significa la merienda para los niños y niñas?
Para la profesora Blandón, “la merienda es importante para el crecimiento de los niños y para su rendimiento académico. Yo noto que cuando reciben la comida están más integrados y concentrados en las clases”. Graciela, como madre, opina que representa una gran ayuda en su hogar. “Mis hijos vienen a la escuela y yo estoy tranquila porque sé que aquí tienen la merienda segura”, afirma.
Llegó la hora
Al llegar a la cocina, los niños y niñas se ordenan en fila y esperan a que las madres les sirvan la merienda. Al recibir su plato de comida y el vaso de cereal salen de regreso al aula de clases, donde comerán en sus asientos. Este también es un momento que aprovechan para compartir, además de los alimentos, las aventuras y las novedades del último día entre risas y expresiones de asombro.
Le preguntamos al grupo de estudiantes por qué es importante que reciban alimentos en su escuela y las respuestas son similares. El pequeño Gael dice: “Porque me gusta la comida, así no ando con hambre”. Braniel Meza Ortíz, de 8 años y alumno de 2do grado responde: “Para no andar hambriento”. Y Eveling Arabell Guillén, también de 8 años y de 2do grado contesta: “Para no andar con hambre porque si voy a la casa no hallo comida”.
De acuerdo con la información que recopila la profesora Blandón de la comunidad, la subsistencia de las familias de San Pedro proviene de su trabajo como obreros agrícolas en fincas de ganado y café de la zona. Su salario “al día” ronda los 200 y 300 córdobas (entre 5 y 8 dólares) por limpiar maleza, sacar las cosechas, alimentar al ganado, sembrar, fumigar y podar, entre otras actividades agrícolas.
“Este salario no es suficiente para (comprar) la canasta básica”, afirma Blandón. “Tenemos niños que tienen que caminar dos o tres kilómetros para venir a la escuela, hay otros que viven más cerca. Como hay algunos que vienen sin desayunar, la comida en la escuela les hace mucho bien”.
La merienda escolar es el más grande programa de protección social de Nicaragua, implementado por el Ministerio de Educación. A través de las contribuciones de la comunidad donante, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) aporta la merienda de 182 mil niños y niñas de preescolar, primaria y educación a distancia en los municipios más alejados y con los mayores niveles de inseguridad alimentaria y nutricional, incluyendo comunidades de pueblos originarios y afrodescendientes.
La merienda escolar contribuye con la asistencia y la permanencia de los niños y niñas en la escuela, fortaleciendo su educación, la herramienta más eficaz para romper el círculo vicioso del hambre y la pobreza. Aporta al crecimiento y desarrollo de los estudiantes y al garantizar un plato de comida nutritiva y caliente al día a los miembros de la familia que asisten a la escuela, representa un alivio para los hogares más pobres.
Los niños y las niñas terminan de comer. Dejan los platos y vasos en la cocina, donde ha comenzado el lavado de los trastes, y corren hacia el patio de juego. Continúa la alegría en la escuela, corriendo, jugando a la pelota, a la “escondida”. Al terminar el día de clases, Graciela retorna a su hogar con Maryeri y Gael.
Mañana comenzará de nuevo la movilización social que promueve también la merienda escolar, porque cada comunidad se organiza y actúa para garantizar el cuidado de los alimentos, su preparación y la entrega a cada estudiante para no dejar a nadie atrás.