Mujeres contra el hambre: relatos y recetas desde el Pacífico colombiano

Pamela: reforestando los manglares
Pamela aprendió en su niñez la importancia de cuidar los manglares. Desde muy joven empezó a "conchar", recolectar moluscos entre las raíces de los árboles del manglar. "Por cultura y por necesidad siempre hemos vivido del manglar, dependemos de su existencia", comenta antes de narrar cómo veía desde la orilla a su madre y a su abuela y las ayudaba a lavar las conchas. "Uno sabe desde que nace que va a vivir del mar y del manglar, por generaciones ha sido así".
Para llegar a su comunidad, en la isla Bajito Vaquería, navegamos aproximadamente diez minutos en lancha rápida por las aguas del Océano Pacífico, partiendo desde el puerto de Tumaco, en el departamento de Nariño. Lo primero que distinguimos al divisar tierra son las casas de palafito, construidas con esa técnica para soportar las crecidas de la marea. En el suelo del camino que comunica el desembarcadero de lanchas con las viviendas, se lee escrito con pintura: "Bienvenidos a Bajito Vaquería, tierra de concheros y pescadores". Detrás de las casas de madera, se comienza a ver una gran extensión verde que abraza el asentamiento, que les da sustento y les marca la vida: los manglares. "Es muy reconfortante vivir cerca de este bosque", dice Pamela, "uno mira lo verdecito que se ve y es hermoso, nos da una brisa fresca al respirar".
"Cuando llegó el Programa Mundial de Alimentos [de las Naciones Unidas, WFP por sus siglas en ingles], pensamos que venían a darnos comida. Pero cuando nos reunimos con ellos, nos hablaron de cuidar nuestro bosque y de reforestar los manglares, porque de ahí vienen nuestros alimentos". Más de 3.000 personas han participado en este proyecto.
Casi a diario, Pamela prepara platillos sacados del mar para su familia, ya sea por su trabajo como conchera o por el de su esposo Jhon Janer como pescador. Su favorito es el cóctel de piangua, el molusco que extrae de las raíces laberínticas del mangle sumergiendo medio cuerpo entre el fango y el agua. Con destreza, limpia las pianguas para hervirlas y separar la carne de la concha. Luego las corta en pequeños trozos para hacer un guiso con cebolla, limón y cilantro. Acompañada con unos patacones de plátano maduro, es una receta rica en proteínas y bajo contenido de grasas que disfrutan en familia.
"Me gustaría decirle a las comunidades, las que viven de los manglares y las que no, que cuidemos nuestro planeta", comenta Pamela mientras sostiene en sus manos una plántula de manglar. "Si no lo cuidamos, todo esto va a desaparecer". Ella transmite el entusiasmo por el cuidado de su territorio con una gran sonrisa. Su caso es uno de los más de tres mil que fueron parte del proyecto de WFP en el departamento de Nariño: personas que sembraron conciencia en el cuidado del medio ambiente y hoy cosechan los frutos de su compromiso. A la fecha se han reforestado 400 hectáreas de manglar que brindan protección frente a la crecida de las mareas y sustento para las familias de la zona.
Aprende a preparar el cóctel de piangua:
Ingredientes (dos porciones):
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4 limones
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40 pianguas (se puede sustituir por almejas)
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2 cebollas moradas
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Un ramo de cilantro
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2 plátanos verde
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1 diente de ajo
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Sal y pimienta al gusto
Preparación:
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Lavar las pianguas con abundante agua, frotándolas bien para eliminar cualquier resto de arena o suciedad.
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Hervir las pianguas en una olla con agua y sal durante 10-15 minutos, o hasta que las conchas se abran.
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Una vez hervidas, escurrir las pianguas y dejarlas enfriar completamente antes de abrirlas.
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Cortar la cebolla morada en brunoise (cubos pequeños).
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Sacar la piangua de la concha, retirando las partes no comestibles, y cortar en trozos pequeños.
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Picar finamente el cilantro fresco.
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Mezclar la piangua con la cebolla y el cilantro picado.
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Agregar el jugo de los limones, sal y pimienta al gusto
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Para el acompañamiento pelar los plátanos verdes y cortar en rodajas.
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Agregar sal al gusto y ajo triturado para saborizar.
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Freír las rodajas de plátano en aceite caliente a fuego medio hasta que estén ligeramente doradas.
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Retirar y aplastar cada rodaja para formar patacones.
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Volver a freír los patacones a fuego alto hasta que estén dorados y crujientes.
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Servir la piangua junto a los patacones para deleitar a los comensales con esta receta típica del pacífico colombiano.
Sorelly: conversación en torno a un sancocho
"¿Me acompañan a recoger yucas?", pregunta Sorelly con una sonrisa. "Me gusta trabajar, ir a la huerta, sembrar nuestros propios alimentos y dar de comer a las gallinas", dice al tiempo que se agacha con un machete en la mano para limpiar la tierra y extraer el tubérculo que cultiva en la parcela. Realiza esta tarea con frecuencia, tarareando canciones mientras riega. "Estos alimentos son completamente orgánicos, libres de químicos". Su vida podría describirse como tranquila; sin embargo, desde muy pequeña aprendió a enfrentar la adversidad que muchas familias han vivido en Colombia debido al conflicto armado.
Visitamos a Sorelly en su casa. Tiene 28 años y vive con su familia en la zona rural de Tumaco, lejos del mar y los manglares que cuida Pamela, en un área llena de vegetación y ríos que permiten el desarrollo de la agricultura. Su comunidad se llama La Espriella, una vereda, como se define en Colombia a los poblados pequeños que brotaron a lo largo de los caminos o carreteras. En la entrada de su casa cultiva hierbas aromáticas y otras que utiliza para cocinar. Con esfuerzo ha logrado construir su hogar de dos pisos con puertas de madera y paredes de ladrillo. En un espacio del nivel superior tiene una galería de fotos que nos muestra orgullosa con fotos de la asociación de mujeres que fundó. "Esta iniciativa nos ha abierto muchas puertas, nos ha ayudado económicamente y nos ha hecho crecer para generar un cambio y transformar nuestras comunidades", dice mientras señala las fotografías de los talleres comunitarios, las actividades en la huerta y las reuniones con funcionarios del Gobierno.
Más de 1.500 mujeres de 43 organizaciones de zonas rurales tienen ahora medios de vida estables, han mejorado la seguridad alimentaria y nutrición de sus familias y han fortalecido su rol en las comunidades. "Esta experiencia me ha cambiado la vida, me ha permitido ver el potencial que tengo y hacer nuestros sueños realidad", comparte Sorelly.
Con las yucas que Sorelly recogió antes en su huerta, se dispone a preparar un tradicional tapao de pollo, un caldo sustancioso que se come en todos los rincones del pacífico colombiano. Su organización también recibió apoyo para establecer una granja con 700 pollos que se distribuyen a negocios locales. Con un cuchillo afilado, corta el ave en trozos para iniciar su cocción en una olla con agua. "Este negocio nos ha permitido tener estabilidad financiera, más calma, y eso nos hace sentir más seguras. Nuestros hijos pueden estudiar, podemos comprar medicamentos, consumir mejores alimentos", comparte al tiempo que prueba la sazón y añade un poco de hierbas. Gracias al empuje y al coraje que ha demostrado liderando su asociación, más mujeres quieren unirse.
Aprende a preparar una tapao de pollo:
Ingredientes (dos porciones):
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500 ml de agua
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2 hojas de chillangua (cilantro de monte o cilantro cimarrón)
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2 hojas de chirarán (albahaca de monte)
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300 gramos de pollo
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1 yuca
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1 plátano verde
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1 cebolla morada
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1 zanahoria
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1 tomate
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1 pimentón
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1 diente de ajo
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1 limón
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Sal al gusto
Preparación:
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Separar el pollo en trozos y limpiarlo bien.
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Agregar sal y limón al pollo y dejarlo reposar por cinco minutos.
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Pelar la yuca, el plátano, la zanahoria, el pimentón, el tomate y la cebolla.
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Cortar la yuca, la zanahoria y el plátano en trozos grandes y la cebolla, el tomate y el pimentón en rodajas pequeñas.
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Hervir por 25 minutos todos los ingredientes en una olla a presión.
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Cortar la chillangua y el chirarán y agregar al caldo.
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Dejar hervir por 10 minutos más.
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Servir en un plato de sopa el caldo y en un plato regular el pollo, la yuca y el plátano y prepararse a sentir todos los sabores tradicionales de esta zona de Colombia.
Daira: la papachina a la conquista de los mercados
Daira mueve de izquierda a derecha su machete para abrirse paso entre la vegetación. Nosotros avanzamos tras ella. Explica que repite este ejercicio con mucha frecuencia para llegar hasta los cultivos de papachina, un tubérculo que crece en el pacífico colombiano. El clima cálido y húmedo de Bajo Calima, a una hora del principal puerto de Colombia (Buenaventura), da la sensación de estar entrando en la selva profunda. “¿Alguna vez la han probado?”, nos pregunta Daira con una mirada curiosa mientras abre el camino. Para quienes no conocen la papachina, también llamada taro o malanga en otras zonas del país, esta raíz causa sorpresa. Para las comunidades afrodescendientes que habitan la cuenca del Río Calima es parte de su alimentación diaria en estofados, sopas como el sancocho o el tapao que preparaba Sorelly, y formas innovadoras como chips crocantes que están sacando adelante a las familias de este municipio. “Aquí sembramos con amor un producto completamente natural, sin ningún tipo de químicos. La planta absorbe la energía de quien la cultiva”, afirma Daira.
Daira ha sufrido en carne propia los efectos del conflicto; hubo un tiempo en que vivía con miedo, pero su fortaleza fueron sus seis hijos. “Nuestra comunidad nunca se rinde”. Con 35 años, trabaja duro para salir adelante como mujer cabeza de hogar, y sabe lo que es usar su ingenio para involucrar a más mujeres en la búsqueda de un futuro mejor.
En la zona urbana de Bajo Calima se encuentra la planta de procesamiento de ASOCHIP, la Asociación de Hombres y Mujeres Campesinas Afrodescendientes Productores y Procesadores de Papachina. En este espacio de paredes blancas y maquinaria industrial reluciente, sinónimo de buenos estándares de sanidad, la papachina se convierte en crujientes y deliciosos chips. “Aquí trabajamos con entusiasmo, cantamos, reímos”, expresa Daira mientras nos cuenta la historia de su emprendimiento. “Cuando recién empezamos con esta idea, solamente podíamos hacer unas 60 o 100 bolsitas de chips; todo era artesanal”.
El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP por sus siglas en inglés)) ayudó a ASOCHIP con capacitaciones y maquinaria para despegar como negocio. Ahora comercializan sus productos en otras localidades del departamento del Valle del Cauca y en ciudades principales de Colombia. Además, diversificaron su oferta produciendo harina de esta raíz. “Ya tenemos la capacidad de hacer mil bolsitas de chips al día, y soñamos con aumentar nuestra producción y difusión de la papachina”.
El proceso transformador que vivió Daira ha permitido que ella y las demás personas asociadas tengan ingresos para sus familias, garantizando así una mejora económica y una nutrición adecuada. 1.500 personas en todo el país, han conseguido ingresos estables, rescatando saberes ancestrales y adaptándolos al mercado moderno.
Aprende a preparar un sudado de pollo criollo con papachina:
Ingredientes (dos porciones):
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2 muslos de pollo y dos piernas de pollo
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1 cebolla roja
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1 tomate
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1 papachina (se puede sustituir por patata o yuca)
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1 ramo de chillangua (cilantro de monte o cilantro cimarrón)
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1 ramo de chirarán (albahaca de monte)
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1 cucharada de achiote (se puede sustituir por azafrán)
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1 diente de ajo
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Sal al gusto
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1 litro de agua
Preparación:
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Limpiar el pollo y trozarlo.
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Limpiar la papachina, pelarla y cortarla en trozos medianos.
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Cortar la cebolla y el tomate en trozos pequeños. Separar una parte de la cebolla y el tomate y cortarlos en cubos pequeños (brunoise) para preparar un “hogao”, guiso típico colombiano.
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Trozar la chillangua (cilantro de monte) y el chirarán (albahaca de monte) en trozos medianos.
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En una olla a presión agregar el litro de agua y todos los ingredientes. Dejar hervir por 30 minutos.
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Para preparar el “hogao” se pone a sofreír con aceite la cebolla hasta que quede transparente y agregar el tomate. Dejar que la mezcla coja el color del tomate a fuego bajo por unos 10 minutos y mezclar de a pocos.
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Una vez pasados los 30 minutos mezclar el “hogao” con la preparación de pollo y papachina.
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Servir en un plato grande y alistar el paladar para degustar el inigualable sabor de la papachina en mezcla perfecta con el pollo.
Pamela, Sorelly y Daira viven en zonas alejadas de Colombia. Sus historias tienen como hilo conductor la perseverancia y el coraje, o como se dice coloquialmente, la berraquera, esa energía que mueve a estas mujeres a impulsar el cambio en sus comunidades con cariño y desinterés.
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El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP por sus siglas en inglés) es la organización humanitaria más grande del mundo, que salva vidas en emergencias y da asistencia alimentaria para construir un camino hacia la paz, la estabilidad y la prosperidad de poblaciones que se están recuperando de conflictos y desastres y del impacto del cambio climático.
Estos proyectos han sido posibles gracias al apoyo del Fondo de Adaptación del Protocolo de Kioto, la Cooperación coreana (KOICA) y la Fundación Howard Buffett.
Mónica León Uribe y Carlos García Lazo son oficiales de comunicación en WFP en Colombia.