
La paz necesita comida

Duván* camina por el césped y se acerca al borde del estanque de peces. Mira a las cachamas saltar mientras les lanza el concentrado. El intenso sol le ilumina el rostro. Tiene una expresión dura, marcada por un pasado que intenta dejar atrás para darle un futuro mejor a su familia. Las cachamas son parte fundamental de la alimentación y subsistencia de su comunidad, incluyendo su esposa y sus dos hijas. Duván administra una piscigranja con otros Firmantes de Paz, sus “hermanos”, como los llama él, en Norte de Santander. A pesar de los esfuerzos de paz, esa zona sigue siendo uno de los focos de enfrentamientos entre grupos armados no estatales y fuerzas militares.

Más hacia el norte, en la región Caribe, Luzmila* recorre los caminos de su vereda, aunque el sol brilla con fuerza y la temperatura alcanza los 40 grados centígrados. Las personas la saludan mientras avanza hacia el mercado comunitario donde ofrece los vegetales que produce en la huerta. “La seguridad alimentaria es cuando tú puedes cultivar para satisfacer tus propias necesidades, que nosotros mismos podamos crear nuestros medios de vida y sacar alimentos naturales”.
Duván y Luzmila no solo tienen en común ser Firmantes del Acuerdo de Paz de 2016 entre el Gobierno de Colombia y las antiguas FARC – EP. También ejercen un liderazgo comunitario que busca reparar las huellas del conflicto y mantener la confianza en el proceso de reconciliación. La seguridad alimentaria es un aliciente para no desistir. “La paz necesita comida”, menciona Duván mientras limpia una cachama recién pescada, la proteína más económica y nutritiva en su zona. “Somos un pequeño enclave que llegó con un mensaje de paz, y ahí surge la idea de garantizar seguridad alimentaria”. Luzmila, en La Guajira, no se distancia de ese mensaje: “No puede haber una paz completa con el sufrimiento de alguien, con alguien pasando hambre”.

Con la iniciativa “Comunidades Alimentando la Paz” del Programa Mundial de Alimentos se ha logrado que este sentir de los Firmantes de Paz fomente la unión para sacar adelante proyectos productivos. Como parte de esta iniciativa, financiada por la Fundación Howard G. Buffett, se han conformado 1.080 huertas caseras que benefician a más de 2.769 personas con alimentos frescos y saludables. Asimismo se ha fortalecido con conocimientos técnicos y empresariales a 30 asociaciones de pequeños productores rurales y firmantes de paz dedicadas a actividades agrícolas, pecuarias y piscícolas.
“El objetivo de este proyecto era mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades de firmantes del Acuerdo de Paz y poblaciones vecinas, especialmente de hogares encabezados por mujeres. A través del fortalecimiento de la resiliencia y la recuperación de los medios de vida, se busca una transición exitosa de la crisis humanitaria a la autosuficiencia, la sostenibilidad y el desarrollo local”, explica Eliana Acuña, Oficial de Integración Económica del Programa Mundial de Alimentos en Colombia. “Es clave proporcionar asistencia alimentaria e impulsar medios de vida sostenibles en zonas afectadas por el conflicto para reducir las tensiones y crear condiciones propicias para la paz”, agrega.

Cae la tarde. Luzmila observa a un grupo de personas jugando fútbol en un descampado mientras el viento sopla y se alza una nube de polvo. “Nosotras hemos venido hablando de algo muy bonito que es la reincorporación comunitaria”, dice mientras busca con la mirada a su hijo entre los que corren detrás del balón. “Es decir, cómo desde la financiación que viene de la cooperación internacional podemos impactar positivamente a otras comunidades que han sido víctimas del conflicto”.
Marisa* y Alma* siguen pasos similares en “Comunidades Alimentando la Paz”. Marisa participó en la iniciativa de implementación de huertas urbanas para autoconsumo, que mantiene actualmente en el patio de su casa. “Yo soy feliz con mis hortalizas”, comenta al tiempo que se agacha para limpiar la maleza que crece cerca de las espinacas. “Antes tenía que gastar para tener disponibles verduras. Ahora tenemos suficiente para preparar ensaladas, guisos y jugos”. Esta actividad ha beneficiado su economía familiar; ahora puede ahorrar dinero para pagar los gastos del colegio de sus cuatro hijos y también genera ingresos pues las vecinas le compran sus vegetales: cilantro, zanahoria, remolacha, espinaca, tomate y cebollín.
Alma por su parte vive en una finca, junto a su esposo. Dedican las tardes a alimentar el ganado y las gallinas. “Comunidades Alimentando la Paz” les brindó un galpón en el que tienen 29 gallinas ponedoras con las que ahora se alimentan a diario y pueden distribuir para las demás familias de la zona. “Vinieron a capacitarnos en buenas prácticas, nos enseñaron la importancia de tener todo limpio y de darle el alimento adecuado a las aves”, comparte Alma rodeada de sus gallinas que le reciben maíz molido. “Podemos comercializar los huevos y tener ingresos para mantener activo este galpón”.

Al lado de su esposa y cargando a su hija menor, Duván, con el brillo de la tarde que le imprime un halo de esperanza, señala: “Estamos en una región en la que muchas familias pasan hambre. En ese escenario juega un papel fundamental el Programa Mundial de Alimentos, que vino con proyectos productivos que nos permiten atender esta crisis con procesos que fortalecen la convivencia entre firmantes y comunidades”. Su anhelo como líder es que en este territorio las personas puedan sentirse aliadas que trabajan de la mano para sacar a la región adelante.
El Programa Mundial de Alimentos trabaja de la mano con el Estado colombiano en la construcción de paz como una forma de alcanzar el Hambre Cero en el país. Gracias al aporte de la Fundación Howard G. Buffett, se fortalecen iniciativas comunitarias que crean oportunidades de reconciliación y desarrollo.
*Nombres ficticios.