La frontera del hambre: Por qué los camiones que transportan suministros humanitarios y alimentos a Gaza enfrentan largas esperas
Los colegas nos informan que la Hepatitis A es la enfermedad número uno en Gaza. También hay una abundancia de enfermedades diarreicas debido a la falta de cualquier tipo de saneamiento. Las personas, incluyendo bebés, niños y mujeres embarazadas, se ven obligadas a beber agua sucia o a recolectar agua de mar y purificarla de la mejor manera posible, generalmente hirviéndola.
Pienso en mis propios hijos y en los esfuerzos que todos los padres hacen para asegurarse de que todo esté limpio y esterilizado. Pienso en las mujeres embarazadas y madres que sobreviven en Gaza, y en sus hijos que deben preguntarse cómo puede ser tan cruel el mundo.
Hay mucho tiempo para reflexionar en la relativa comodidad de donde estoy, en una carretera costera, en un viaje de siete horas con un convoy de la ONU de 12 vehículos a través del norte del Sinaí desde El Cairo hasta Al Arish, a 40 minutos en coche de Rafah, uno de los dos únicos puntos de entrada de ayuda al sur de la Franja.
En diciembre, WFP llegó a casi 1 millón de personas a través de esta frontera, pero está lejos de ser suficiente.
Ahora solo hay dos cruces fronterizos abiertos hacia Gaza, ambos en el lado egipcio. Las exhaustivas revisiones en el lado de Gaza han creado cuellos de botella mientras los conductores de camiones pacientemente soportan temperaturas en picada y aburrimiento durante días, esperando la luz verde de las autoridades para cruzar.
La apertura del puerto de Ashdod en Israel, aproximadamente a 40 km de la frontera con el norte de Gaza, permitiría enviar cantidades significativamente mayores de ayuda y transportarla directamente al norte, algo que pocos convoyes han logrado. Pero no hay indicios de que eso vaya a suceder en el corto plazo.
Al llegar a El Arish, la tranquila quietud de esta ciudad adormecida oculta los horrores que se encuentran a solo 50 km de distancia. Todos somos conscientes de que acabamos de pasar los 100 días de conflicto.
Después de registrarnos en un hotel utilizado como base por las agencias de la ONU, con escritorios en lugar de camas, vamos a un almacén gestionado por la Media Luna Roja Egipcia, donde WFP ha instalado cuatro contenedores inflables.
Hay seis unidades de almacenamiento móviles más en otro almacén al otro lado de la calle. Una es para artículos sensibles a la temperatura, como medicamentos, vacunas e insulina. Las demás almacenan artículos rechazados por las autoridades israelíes en el otro lado porque se consideran de "uso dual": generadores, muletas, kits de hospitales de campaña, tanques de agua inflables, cajas de madera con juguetes para los niños y niñas y, quizás lo más deprimente, 600 tanques de oxígeno.
Después de la última reunión del día, mis colegas y yo nos sentamos con tazas calientes de té y respirando un aire helado mientras escuchamos el romper de las olas. Es difícil comprender que a solo una hora de distancia, los gazatíes viven en el infierno, mirando el mismo mar, bajo el mismo cielo.
Temprano al día siguiente, 120 camiones, incluyendo 73 camiones de WFP cargando 2190 toneladas métricas de alimentos, están listos para pasar por el cruce fronterizo de Rafah. Esto es significativo. Hace dos semanas, aproximandamente de 60 a 80 vehículos lograban pasar. El aumento, un impulso enorme para la logística de toda la operación humanitaria, se debe a un nuevo punto de inspección a solo 3 km de la frontera de Rafah. Todo lo que cruza pasa por largas revisiones.
En los estrechos carriles formados entre las filas de camiones, los conductores se preparan para salir. Algunos rezan en esteras en el suelo, otros charlan, con voces apagadas por el cansancio. Muchos guardan mantas gruesas después de la décima noche consecutiva durmiendo en sus cabinas bajo cielos negros iluminados por estrellas.
Las necesidades en Gaza son enormes y el número de personas que necesitan asistencia, en todas las formas posibles, aumenta día a día. Toda la población sufre de inseguridad alimentaria. Más de una cuarta parte de ellos, medio millón de personas, están en CIF5, la etapa más extrema de hambre. Están pasando hambre.
Es extraño estar aquí y mirar este lugar que ha dominado los titulares en los últimos meses. Escucho el sonido familiar de los aviones de combate sobre nosotros. Nuestro conductor nos dice que es común escuchar bombardeos aquí y él mismo lo ha escuchado.
Es una ilustración perfecta de lo pequeña que es Gaza: Khan Younis está a solo 25 minutos de distancia. Veinticinco minutos de una emergencia como ninguna otra, de una pérdida de vidas y violencia impactantes y de escenas de horror indescriptible transmitidas en vivo.
Lo único en lo que puedo pensar es en la enorme cantidad de alimentos, más de 21,000 toneladas métricas, ya en almacenes de WFP, en Port Said y en camiones listos para ir a las 2.2 millones de personas que viven en condiciones desgarradoras. Es frustrante y desgarrador.
La comida está aquí. Podríamos llevar más si hubiera más cruces fronterizos. Siento ganas de gritarlo al otro lado de la frontera para que todos en Gaza sepan que estamos aquí, estamos listos.
Pero entre los camiones cargados de alimentos y los millones de personas desesperadas al otro lado hay un muro de 12 km de color arena, firme debido a la burocracia y la política. Detrás de mí, se cierra la puerta de un camión y un motor arranca.