“¿En serio es esto una manzana?”
He comido manzanas toda mi vida. Las he visto desde siempre en supermercados y tiendas todo el año. De hecho, la manzana es la segunda fruta más producida del mundo después del banano. Es un símbolo de abundancia, y se la asocia comúnmente con una alimentación sana y buena salud.
Por eso quedé sorprendido cuando escuché anécdotas sobre niños migrantes de Venezuela que hace años no comen una manzana o nunca antes habían visto una hasta que la recibieron de manos de funcionarios del Programa Mundial de Alimentos (WFP) y de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA).
Frontera, frío y hambre
Según las autoridades ecuatorianas, unos 806,000 venezolanos han ingresado al país en 2018, principalmente por el paso fronterizo de Rumichaca, en la frontera entre Colombia y Ecuador, que se encuentra a más de 2,900 metros de altura en la cordillera de Los Andes.
Después de cruzar Colombia a pie o en transporte, los migrantes llegan exhaustos, algunos sin ropa de invierno en sus maletas. Adultos y niños deben soportar temperaturas de hasta 5°C y también el hambre.
Luego de registrarse ante las autoridades ecuatorianas, los migrantes acuden a una plazoleta (cerca de la antigua casa de Aduana), en donde funcionarios del WFP y ADRA les entregan un kit de alimentos que contiene tres manzanas, tres naranjas, tres paquetes de galletas de soda, una lata de atún, un litro de avena con leche y un litro de agua. Esta ración proporciona la ingesta calórica que permite a los migrantes continuar su travesía hasta la frontera con el Perú, en muchos casos su destino final.
"Lo que más les llama la atención son las manzanas porque hace mucho tiempo no las han probado o hay niños de dos o tres años que nunca las habían visto"
"Cuando los niños abren el kit, lo que más les llama la atención son las manzanas porque hace mucho tiempo no las han probado o hay niños de dos o tres años que nunca las han visto", contó Verónica Proaño, funcionaria de ADRA.
Solo las habían visto en dibujos
Las reacciones de los niños al recibir las manzanas también sorprendieron a Inés López, funcionaria del WFP con 12 años de trabajo en la frontera.
"Nunca habían probado una manzana. Para ellos era un manjar, una satisfacción tener una manzana"
"Los niños solo las habían visto en cuadernos, dibujos o libros", dijo Inés. Cuando la tenían en sus manos exclamaban: "¿en serio es una manzana? Nunca habían probado una manzana. Para ellos era un manjar, una satisfacción tener una manzana", dijo Inés.
Sus madres contaban que hacía años que sus hijos no las probaban porque se habían encarecido producto de la inflación que vive el país y ya no podían pagarlas.
Ver sus rostros de felicidad, de satisfacción es algo que no tiene precio para Verónica de ADRA. "Ver los rostros de gratitud de las mamitas y de los papitos porque sus hijos tienen qué comer después de un viaje tan largo es una experiencia que vamos a recordar toda la vida", dijo Verónica.