Corazón humanitario desde siempre
Elia Martínez nunca pensó que su contrato por ocho meses para un proyecto pequeño de micronutrientes hace 12 años fuese el inicio de una gran carrera humanitaria en WFP.
Esta nutricionista y salubrista se inclinó desde muy joven por el voluntariado y la nutrición. De niña recibió alimentación escolar de WFP y siendo adolescente acompañaba a su madre, enfermera de profesión, al centro de salud a entregar alimentos del programa de país de WFP.
“Cuando estaba en cuarto año de mi carrera universitaria decidí que mi futuro sería en la nutrición comunitaria. Nació de mí y corre por mis venas la sangre humanitaria”, comenta Elia mientras muestra fotos de sus primeros años en WFP. “Me apasiona lo que hago, siempre tengo retos que asumo con gran entusiasmo”.
Empezó su carrera siendo voluntaria en ONGs y luego trabajando en Médicos del Mundo y Médicos sin Fronteras, pero siempre en temas de nutrición y con niños y niñas con VIH. De sus primeros días en WFP nos cuenta de su contacto con las comunidades y como eso la describe y representa todo lo que es su trabajo.
Posteriormente Elia siguió trabajando con temas de nutrición y luego ya fue contratada para proyectos más grandes y mayores responsabilidades. Pasó de ser asistente de programas a obtener la plaza fija para liderar un proyecto más grande, que le permitió escalar a asistente senior y luego conseguir la posición de Oficial de Programas en el 2015, cargo que desempeña actualmente.
“La organización valora el talento humano y le permite crecer y hacer el trabajo que le gusta”, nos dice con mucho orgullo.
Momentos de desafíos y satisfacciones
Uno de sus momentos más difíciles ocurrió mientras brindaba asistencia alimentaria tras el paso de la tormenta tropical Ida en 2009.
“Estábamos entregando galletas de alto contenido nutricional y nos pidieron evacuar”, explicó. Por la noche vio en las noticias como las aguas cubrían la copa de los árboles de la comunidad en donde había estado. “Me puse a llorar al ver que probablemente toda esa gente se había quedado sin casa y medios de vida”, agregó.
Vivió un momento de gran satisfacción con el Proyecto Nutrimos El Salvador cuando un niño que había estado desnutrido se había recuperado totalmente. “La madre estaba advertida que si el niño no se recuperaba se lo podían quitar”, dijo. Ese resultado la llenó de alegría ya que sintió que su trabajo tiene un impacto.
Mi trabajo es retador, apasionante y motivador
“No tenemos la fórmula única para acabar con el hambre y la desnutrición, no existe receta para lograrlo”, sostiene. Aunque le preocupan los retos que enfrenta cada día, la pasión por su trabajo la atrapa como “cuando se está enamorado”. Su trabajo también es motivador porque cada vez que se siente frustrada, regresa a las comunidades a reencontrarse con su pasión.
Sobre el Premio Nobel de la Paz
El Nobel representó para Elia sentimientos encontrados. Confiesa que le hubiera gustado celebrar el Premio Nobel junto con mejores resultados en el combate a la desnutrición en El Salvador.
“Me sentí retada pues falta mucho por hacer y necesitamos identificar cómo podemos seguir cerrando brechas y sobre todo lo que hemos dejado de hacer”, dijo Elia. “He logrado entender que no le voy a cambiar la vida a todos, pero mi trabajo puede tener impacto en algunas personas. Encuentro la motivación en el rostro de las personas”.