Alcanzar el Hambre Cero y eliminar la inseguridad alimentaria que perjudica la vida de más de 800 millones de personas en todo el mundo requiere el trabajo de muchas personas.
La mayoría de los visitantes que llegan a Lima se dirigen inmediatamente al sur hacia las místicas líneas de Nazca y los Andes, en busca de ruinas incas y alpacas esponjosas con pompones de colores brillantes.
En las dos provincias septentrionales de Gaza, donde permanecen atrapadas unas 300.000 personas, se espera que la hambruna llegue de aquí a mayo. El umbral de hambruna por inseguridad alimentaria aguda ya se ha superado con creces, mientras que la desnutrición aguda entre los niños menores de cinco años avanza a un ritmo récord hacia el segundo umbral de hambruna.
El informe “Seguridad alimentaria y nutricional de la población argentina durante la pandemia por COVID-19” es fruto de la colaboración entre el Programa Mundial de Alimentos y el Ministerio de Desarrollo Social de Argentina. En él se analiza información recogida entre enero y marzo de 2021 a través de una encuesta en línea.
En una mañana soleada de septiembre de 2017, trabajadores humanitarios abordaron la avioneta del Servicio Aéreo Humanitario de las Naciones Unidas (UNHAS) para un vuelo de 50 minutos desde Antigua a Dominica.
El pueblo indígena lenca en el departamento de Intibucá, Honduras, ha enfrentado tanto los efectos crisis climática –se ubican en el Corredor Seco Centroamericano, un área propensa a prolongadas sequías o lluvias excesivas—así como el impacto de la crisis global.