El “lujo” del arroz y los frijoles en las zonas rurales de Haití
Si las personas en el estado de Nueva York tuvieran que pagar el mismo porcentaje de su ingreso diario promedio por un plato de comida que alguien paga en Haití (35%), la comida les costaría casi US$400.
Un año después de la COVID-19 en Haití, los precios de los alimentos han seguido fluctuando mientras que los ingresos han disminuido constantemente. La inflación se mantuvo en 20% en los 12 meses previos a enero de 2021. El 70% de las familias haitianas dijeron que sus ingresos disminuyeron como resultado de la pandemia en 2020; la mitad de ellos informó haber perdido entre el 60 y el 80% de sus ingresos.
Cerca de la mitad de la población de Haití padece hambre y uno de cada cinco niños sufre desnutrición crónica. 4,4 millones de haitianos necesitan ayuda humanitaria; 4 millones necesitan al menos asistencia alimentaria urgente. Las importaciones representan la mitad de los alimentos y el 83% del arroz que se consume en el país, lo que deja a Haití vulnerable a la inflación y la volatilidad de los precios en los mercados internacionales, especialmente durante crisis como la pandemia de la COVID-19.
En Dondon, un pueblo a una hora en automóvil de la ciudad de Cap-Haitien en el norte de Haití, las familias han temido más al hambre que al coronavirusvirus mismo.
René Ilus
René Ilus, de 34 años, solía llevar pasajeros en su motocicleta por su pueblo de Dondon, hasta que un accidente de tráfico le costó la pierna. Desde entonces, René ha luchado por alimentarse a sí mismo, a su esposa Jocelyne y a sus tres hijos pequeños Ronex (10), Reginald (8) y Odelson (3).
Con el desempleo duplicándose durante la pandemia (del 16 al 32%), a la esposa de René, Jocelyne, le ha resultado más difícil que nunca conseguir un empleo estable. Así que compra y vende verduras y especias cuando puede, lo que le reporta 500 gourdes (o sea 6 dólares) en una semana promedio y de 700 a 800 gourdes (9 a 10 dólares) en una buena semana.
Sin embargo, René dice que cuesta 350 gourdes (4 dólares) alimentar a la familia durante un día con solo un poco de arroz y frijoles negros. Producto de su situación, René y su familia dependen de la asistencia alimentaria del Programa Mundial de Alimentos (WFP).
René dice que su familia a menudo depende de la solidaridad de sus vecinos para alimentarse. Hoy está encantado de haber recibido ayuda porque sabe que podrá alimentar a su esposa e hijos.
"Ojalá pudiera comprar comida más sabrosa…", dice René. "Carne … verduras … Pero incluso el arroz y los frijoles suelen estar fuera de alcance".
"Me gustaría poder comprar comida más sabrosa … carne … verduras … pero incluso el arroz y los frijoles suelen estar fuera de alcance"
En febrero, el WFP distribuyó arroz, guisantes y aceite vegetal en Dondon a 1.400 familias como parte de un programa de asistencia alimentaria a gran escala para apoyar a 700.000 personas afectadas por la COVID-19, liderado por el gobierno con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Las raciones de alimentos están diseñadas para ayudar a cubrir las necesidades alimentarias de las familias durante un mes, dándoles un respiro de las consecuencias económicas de la pandemia y la oportunidad de recuperarse.
Rosena Saint Fleur
Rosena Saint Fleur, 54 años, es madre de seis hijos y no tiene ningún trabajo estable. Si bien solía cultivar una pequeña parcela, dice que ahora está demasiado débil para continuar el trabajo agotador en el calor abrasador.
En las buenas semanas, podría ganar 150 o 200 gourdes (alrededor de 2 a 3 dólares) lavando la ropa de sus vecinos. Pero dice que no puede gastar menos de 125 gourdes al día para alimentarse. "Recuerdo cuando una pequeña taza de arroz costaba 40 gourdes en el mercado. Ahora, no la encuentras por menos de 50", explica Rosena.
"Recuerdo cuando una pequeña taza de arroz costaba 40 gourdes en el mercado. Ahora no la encuentras por menos de 50"
El año pasado, Rosena perdió a su marido a causa de una enfermedad. Ella describe cómo de repente tuvo una fiebre fuerte y un dolor de cabeza debilitante, y finalmente falleció. Era el único todavía capaz de realizar trabajo físico en la casa.
Es la primera vez que Rosena recibe ayuda del Programa Mundial de Alimentos y del gobierno. En el lugar de distribución, le entregaron una bolsa de arroz, una bolsa de guisantes y una botella de aceite vegetal, que trajo a casa en una moto taxi.
"Guardaré la comida que me dio el WFP tanto como pueda para que dure mucho tiempo", dice Rosena. "Con la ayuda de Dios, las cosas mejorarán y espero algún día tener una casa mejor que no se moje cuando llueve".
Tras una serie de malas cosechas y la pandemia de COVID-19 se combinaran para empobrecer a las comunidades rurales y urbanas de Haití en 2020, el Programa Mundial de Alimentos está trabajando para evitar que las familias caigan más en la inseguridad alimentaria este año y encuentren los recursos para recuperarse.