Día de las Personas con Discapacidad: 'Nunca es demasiado tarde para ir a la escuela'
Son las cinco de la mañana en Araya, en la costa nororiental de Venezuela. Todo el mundo duerme. Todas las casas están en silencio y a oscuras, excepto una.
Luis García se ha levantado temprano, como de costumbre. Tardará una hora en preparar algo de comer y tener listo el baño para su hijo, Luis Enrique. Para cuando Luis consiga tenerlo en la puerta de casa, impecable y listo para salir, serán casi las ocho.
Parece el comienzo de un día normal para cualquier familia en cualquier parte del mundo.
Pero este padre tiene 72 años y está solo a cargo de su hijo: un hombre de 52 años con una discapacidad cognitiva, que esta mañana se prepara para su primer día en la escuela.
La comida por encima del miedo
Durante más de 50 años, Luis ha mantenido a su hijo en casa, "bien protegido, donde nadie le hiciera daño". ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión? ¿Por qué ahora?
"Estaba convencido de que en casa podía darle todo lo que necesitaba. Pero ya no. Sobre todo, la comida. Antes podía tener un plan semanal para las comidas, ahora comemos lo que puedo conseguir día a día", dice.
En Venezuela, ocho de cada diez familias sacrifican sus posesiones más valiosas o sus fuentes de ingreso para asegurar al menos una comida al día. Algunas de ellas dejan de enviar a sus hijos e hijas a la escuela porque no tienen nada que darles para desayunar. Este suele ser, con frecuencia, el caso de las familias en las que hay una persona con discapacidad.
Estas familias hacen lo imposible para asegurar que sus hijas e hijos tengan oportunidades. Con frecuencia, sus decisiones son muy difíciles: medicinas o comida, educación o comida.
En Araya, a ocho horas en auto de la capital, Caracas, la gente solía depender de la producción de sal, pero esta industria lleva años paralizada. Muchos hombres y las mujeres en edad laboral han emigrado a ciudades cercanas o a otros países, dejando a menudo a las personas mayores a cargo de sus hijas, hijos y hogares.
Desde mayo de 2022, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) implementa en Araya un programa de comidas escolares que beneficia a niños, niñas, adolescentes y personas adultas con discapacidad. Cuando comenzó el programa, sin embargo, muchas de esas personas ni siquiera estaban matriculadas en las escuelas.
Luis Enrique era una de ellas. Para su padre, el programa fue el incentivo para romper 52 años de dudas. Desde entonces, Luis Enrique no ha faltado un solo día a la escuela.
Escuelas: el espacio de oportunidad
Más de 15.000 niños, niñas, adolescentes y adultos con discapacidad y sus familias reciben comidas de WFP a través de 300 escuelas de ocho estados del país. Esta cifra sigue aumentando a medida que el programa se extiende a nuevas zonas donde el acceso a alimentos es un desafío.
En Venezuela, las escuelas públicas donde WFP trabaja son espacios seguros que proporcionan educación y habilidades para la vida, protección, atención sanitaria y otros servicios esenciales a personas con discapacidad, según su condición y edad.
Aunque la infraestructura y los recursos son mínimos en la mayoría de las escuelas, el personal escolar y las familias son muy creativos y tienen un gran compromiso. Están convencidos de que las escuelas pueden crear oportunidades para sus hijos e hijas, por lo que hacen todo lo posible por mantenerlas en funcionamiento.
A través de las escuelas, WFP puede llegar también a esas personas que les cuidan, para que puedan aliviar un poco el presupuesto familiar y cuidar también de sí mismas. A menudo, son familias lideradas por madres solteras o personas mayores.
Si ya no estuviéramos
A medida que amplía su cobertura, WFP se esfuerza por conocer cada vez más a las personas con discapacidad y a sus familias, las barreras que ellas y ellos pueden encontrar a su paso por el programa. Busca entender qué otras oportunidades el programa puede facilitar; sobre todo, en el fortalecimiento de redes de apoyo, de acceso a servicios públicos esenciales y a iniciativas de otras organizaciones.
Aunque es apenas un comienzo, el programa ya está dando sus primeros resultados. El número de personas con discapacidad matriculadas en escuelas ha aumentado hasta un 30% allí donde el programa está marcha, lo cual significa que aumentan también sus oportunidades de acceso a educación y alimentación.
"Estoy más que feliz de ver los progresos de mi hijo y lo mucho que le gusta ir a la escuela. Algunos dicen que es demasiado tarde, pero yo no lo creo", dice Luis, y respira profundo. "Ahora sé que estará bien cuando yo falte".