Cultivos abandonados, hambre galopante: la violencia de las pandillas golpea al campo haitiano
Durante toda su vida laboral, Augustin se ha ganado la vida cultivando la fértil tierra del departamento de Artibonite, en el centro de Haití, el granero del país.
Pero cuando llegó la temporada de cosecha el pasado mes de mayo, este arrocero de 42 años se encontró con que unos hombres armados estaban robando la cosecha.
"Corrí por mi vida", recuerda Augustin, cuyo apellido se mantiene en reserva para su protección. Esta traumática experiencia agravó su diabetes, obligando a los médicos a amputarle dos dedos y una pierna. En lugar de ayudar a alimentar a su país, Augustin y su familia se cuentan ahora entre los más de 362.000 desplazados por el conflicto.
"Hoy dependo de otros para sobrevivir", dice este padre de cinco hijos, cuya familia se refugia ahora en una casa rural a una docena de kilómetros de distancia.
Una catástrofe humanitaria masiva amenaza con sumir a Haití, alimentada por la espiral de violencia y la inestabilidad política. Las secuelas del peor levantamiento armado del país en décadas se extienden mucho más allá de la capital, Puerto Príncipe, donde bandas armadas controlan gran parte de la ciudad, obligando a miles de personas a huir.
Los bloqueos a las carreteras han provocado escasez de alimentos y combustible. Los precios se han disparado y también el hambre. Más de cuatro de cada diez haitianos sufren inseguridad alimentaria aguda. Alrededor de 1,4 millones de personas están a un paso de la hambruna.
Los agricultores como Augustin no pueden producir los alimentos que su país necesita desesperadamente, lo que agrava la crisis de hambre. Sólo en el departamento de Artibonite se han producido unos 100 ataques armados en los últimos dos años, el segundo mayor número de incidentes de este tipo después de Puerto Príncipe.
"Garantizar que los pequeños productores de Haití puedan prosperar es esencial para su seguridad alimentaria y estabilidad a largo plazo", afirma el director del Programa Mundial de Alimentos (WFP) en Haití, Jean-Martin Bauer. "A menos que se garantice que los haitianos tengan suficiente para comer no sólo hoy, sino también mañana, este país nunca encontrará la paz".
Disminución de la producción
Un análisis de WFP realizado con imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea reveló que hasta 3.000 hectáreas de tierras agrícolas de Artibonite fueron abandonadas en 2023, en comparación con 2018. Nuestros hallazgos también muestran que el hambre se disparó en estas áreas, saltando del 40 % al 57 % solo en el último año.
"El conflicto y el hambre están estrechamente vinculados", dice Laure Boudinaud, Oficial de Análisis de Vulnerabilidad y Cartografía de WFP en Haití. "En un país esencialmente agrícola como Haití, cuando se abandonan las zonas de producción, la población sufre de un modo u otro".
La situación no es del todo sombría. En las zonas más seguras de Artibonite, donde se han refugiado miles de familias desplazadas por el conflicto, las imágenes por satélite han detectado nuevas parcelas de tierra cultivada. Nuestros hallazgos muestran que la insuficiencia alimentaria en estas zonas se ha reducido en casi una quinta parte.
Pero no es suficiente. "Las necesidades son grandes", afirma Bauer, de WFP. "Necesitamos seguridad, necesitamos acceso, necesitamos que cesen los tiroteos". Con la entrada bloqueada en el país de cargamentos de alimentos, los propios suministros de WFP se están agotando peligrosamente.
WFP empezó a utilizar imágenes por satélite para analizar el efecto del conflicto en la agricultura de Malí. Más tarde se reprodujo en otros países africanos del Sahel que se enfrentaban a problemas similares de conflictos y acceso humanitario restringido. El año pasado, la técnica se aplicó también en Haití.
"Nuestra cartografía muestra explícitamente cómo el aumento de la inseguridad ha afectado al granero más importante de Haití durante la principal temporada agrícola del año pasado", afirma Boudinaud, analista de vulnerabilidad de WFP. "La correlación entre los campos de cultivo abandonados y la presencia de grupos armados y violencia es claramente evidente".
Para los agricultores haitianos, el aumento de la violencia se suma a otros muchos problemas. En los últimos años, el cambio climático ha desencadenado tanto inundaciones como sequías. La oleada de desplazados de la capital ha aumentado las necesidades alimentarias en las zonas rurales que ahora los acogen.
Tras su encuentro con los hombres armados, Augustin huyó con su familia a pie, caminando más de dos horas hasta ponerse a salvo. Augustin, quien usa muletas debido a su diabetes, es hoy un indigente.
"Aunque unos bandidos se hayan llevado mi cosecha, sigo debiendo al banco 20.000 gourdes (unos 150 dólares)", explica.
Los beneficios de la paz
En épocas de mayor estabilidad, WFP trabajó con las comunidades rurales para rehabilitar carreteras y canales de riego, conservar el suelo y el agua y fortalecer la producción local de alimentos. Sólo el año pasado, y a pesar del aumento de la violencia, nos aliamos con el Gobierno y otros socios para comprar productos locales por valor de US$ 8,4 millones, un récord regional.
Casi una quinta parte de esos alimentos se ha destinado a comidas escolares apoyadas por WFP. Se espera que este porcentaje aumente considerablemente si la estabilidad se mantiene. De hecho, WFP aspira a que todas sus comidas escolares procedan de agricultores locales para el 2028, en consonancia con los objetivos del Gobierno.
"Este es mi mayor orgullo", afirma el productor de plátanos Iler Cambronne, de la comuna septentrional haitiana de Gonaives, cuyos productos han contribuido al programa de alimentación escolar. "Siento una enorme satisfacción cuando me doy cuenta de que son mis plátanos los que comen los niños en la escuela".
Hoy, sin embargo, los disturbios han cerrado muchas escuelas haitianas, privando a decenas de miles de jóvenes alumnos no sólo de una comida nutritiva, sino de una educación. También ha destrozado las vidas de millones de haitianos como Augustin.
"El pueblo haitiano merece algo mejor que la inestabilidad crónica, la pobreza y el hambre a los que se ha visto expuesto", afirma Bauer, director de WFP en el país. Aquí hay un problema que lleva años sin abordarse. Ahora nos está estallando en la cara".
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