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Comidas escolares en el Orinoco venezolano

El río Orinoco es el hogar de una de las poblaciones indígenas más antiguas y numerosas de Venezuela. El Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) tiene allí uno de sus más amplios y desafiantes programas en el país. Una ingeniería logística que no deja a nadie atrás.
, Marianela González
Toma aérea del río Orinoco cruzando el espeso bosque. Foto: Matías Delacroix
Toma aérea del río Orinoco cruzando el espeso bosque. Foto: Matías Delacroix

Las comunidades warao son una de las poblaciones indígenas más antiguas de Venezuela. Durante generaciones, han vivido de la pesca, la artesanía y la agricultura a orillas del río Orinoco -el tercero más caudaloso del mundo y el cuarto más largo de Suramérica.                                                      

En los últimos años, los retos relacionados con la economía del país, las dinámicas sociales y el cambio climático han provocado profundos cambios en sus medios de vida y fuentes de ingresos. Como a la mayoría de estas comunidades sólo se puede llegar por río, están más alejadas de los servicios públicos y los mercados, e incluso de quienes antes compraban sus artesanías.

"Ir a Tucupita [la ciudad terrestre más cercana] era más fácil cuando había más movida por el río. Ahora es complicado debido al costo de transporte y combustible", dice Zenaida Florin, una maestra warao que recibe el programa de comidas escolares de WFP. «Podríamos pasar semanas, incluso un mes, si vamos en curiara [embarcaciones tradicionales no motorizadas] para viajar hasta allá y conseguir alimentos».

Niños y niñas de la comunidad al borde del río. Foto: WFP / Matías Delacroix
Niños y niñas de la comunidad a orillas del río Orinoco. Foto: WFP / Matías Delacroix

Para las familias y maestros en estas comunidades, la alimentación es una condición para promover oportunidades.

"Los niños viven muy lejos de la escuela y pasan a veces horas para llegar, en sus curiaras. Si tienen comida en sus casas, vienen a la escuela; si no, es más difícil…", explica la maestra.

Zenaida y otras familias están arreglando parte de la infraestructura de la escuela, sobre todo los techos y los pilares de madera que sostienen toda la estructura sobre el río. Confía en que existe un fuerte vínculo entre la alimentación y la educación, y que «es la única forma en que los niños tendrán un futuro aquí o donde ellos quieran».

WFP entregando bolsas de alimentos a las comunidades. Foto: WFP / Matías Delacroix
WFP y sus socios durante una distribucion de alimentos en comunidades. Foto: WFP / Matías Delacroix

WFP tiene la misma convicción. Durante los últimos dos años, su programa de comidas escolares se ha expandido para llegar cada vez más adentro del río.

Las escuelas siguen siendo los principales puntos de distribución y la forma más fiable de identificar a las familias que necesitan apoyo, hablar con ellas, entender sus retos y motivaciones, y entregar alimentos con una frecuencia fija. Alimentos con los que pueden contar.

La alimentación no es un fin, es un principio
El programa de comidas escolares de WFP abarca más de 180 escuelas a lo largo del río Orinoco. Foto: WFP / Matías Delacroix
El programa de comidas escolares de WFP abarca más de 180 escuelas a lo largo del río Orinoco. Foto: WFP / Matías Delacroix

Delta Amacuro es uno de los estados priorizados por las agencias de la ONU y organizaciones humanitarias en Venezuela para apoyar a las comunidades y familias vulnerables en áreas como la alimentación, la salud, el acceso al agua, la nutrición y la protección. Un trabajo coordinado con comunidades y autoridades, especialmente a nivel local.

El programa de comidas escolares de WFP abarca más de 180 escuelas a lo largo del río Orinoco, con entregas de canastas de alimentos a más de 67.000 personas. Dado el volumen, los equipos de distribución pasan días navegando el río para llevar los alimentos de un punto a otro, incluso a las escuelas que tienen poca matrícula y que quedan en los caños más aislados del río.

"Planificamos todo al detalle y optimizamos los recursos para llegar cada vez más lejos, independientemente de las condiciones del río", explica Omar Mendoza, responsable de logística de WFP. "Como dicen aquí los warao, nosotros [los humanos] tenemos el reloj, pero el río es dueño del tiempo. Hemos aprendido a hacer del agua nuestra aliada".

El viaje es complejo y tiene un alto coste humano para los equipos de distribución. Aunque la ruta es larga, una hora de navegación para la embarcación motorizada de WFP representa ocho horas para una familia warao si utilizan sus curiaras para llegar a los mercados de alimentos más cercanos.

"La mayor recompensa es cuando vemos la embarcación vacía de vuelta a casa", dice Omar. "Estamos cansados, sí, después de horas y días en el río. Pero sabemos que no dejamos atrás a ninguna de estas familias y escuelas, y ellos saben que volveremos dentro de exactamente dos meses, que con eso pueden contar."

Lancha del Programa Mundial de Alimentos en el río Orinoco al atardecer. Foto: WFP / Matías Delacroix

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