“Ahora mi hija tiene garantizada al menos una comida al día”
Sentada en la cocina, Kim observa atentamente cómo su mamá vacía la gran bolsa azul que acaban de recoger en su escuela. “Uno, dos, tres, cuatro. Eso es lentejas. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...¡Eso es arroz!”, cuenta la niña de 5 años señalando la comida que se amontona en la mesa.
Hoy es un día especial. Es la primera vez en más de un año que Kim pone un pie en la escuela. Aquí, para la gente de La Vela de Coro, un pequeño pueblo de la costa caribeña, la pandemia de la COVID-19 ha exacerbado la situación económica.
Kim y su familia se han visto particularmente afectados. No solo se han cerrado las puertas de la escuela desde marzo de 2020, sino que su padre se fue de la casa, con sentimientos de culpabilidad, después de perder su trabajo.
Ahora, ella y su hermano pequeño viven solos con su madre Edwymar, quien lucha por mantener la casa a flote. Algunos vecinos han abandonado el pueblo por completo para tratar de sortear la crisis actual.
Este martes 6 de julio es especial ya que Kim acompañó a su madre a su kindergarten, aún no para asistir a clases, pero para participar en el lanzamiento del programa de comidas escolares del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) en Venezuela. El inicio del programa ocurre poco más de dos meses después de que el WFP firmara un acuerdo con el gobierno para brindar asistencia en las zonas más afectadas por la inseguridad alimentaria. El programa llegará progresivamente a 185.000 personas para finales de 2021 y a 1,5 millones para el fin del año escolar 2022-23.
Los padres o tutores de niños como Kim, así como el personal de la escuela, recibieron la misma bolsa llena de arroz y lentejas – de hecho, como contó Kim, 6 y 4 kilos respectivamente – una libra de sal yodada y un litro de aceite vegetal.
“Estamos llegando a estos niños vulnerables en una etapa crítica de sus vidas cuando sus cerebros y cuerpos necesitan alimentos nutritivos para desarrollar su máximo potencial”, dijo Susana Rico, Representante a.i. del WFP en Venezuela, durante la distribución en la escuela de Kim. “Las escuelas como esta son más que un lugar para aprender, son un pilar de la comunidad y ofrecen una oportunidad de oro para brindarles a los niños pequeños lo que necesitan para ayudarlos a prosperar”.
El programa de comidas escolares del WFP se centra en las escuelas que brindan exclusivamente educación inicial que atienden a niños de entre 2 y 6 años. Una vez que las autoridades decidan reabrir escuelas como la de Kim, el WFP pasará de distribuir estas raciones mensuales para llevar a casa a servir comidas calientes nutritivas directamente en los comedores de las escuelas.
“Esto sin duda aumentará nuestra matrícula. Muchos padres quieren matricular a sus hijos para que se beneficien de las comidas. Esta comida mejorará su calidad de vida”, dijo Jholmar Loaiza, la directora del preescolar de Kim, mientras su personal ayuda con la distribución.
En la cocina familiar, mientras el arroz y las lentejas se cocinan en una estufa de gas, Kim hace unas algunas piruetas. “Ella mira videos de ballet en el celular, quiere ser bailarina”, dice Edwymar. “Esta comida que Kim recibió hoy me dará tranquilidad. Al tener la comida en casa puedo garantizarle al menos una comida al día. No tengo que preocuparme tanto”.
“Y las lentejas son saludables”, agrega con una sonrisa, señalando, como lo hizo antes su hija, hacia las bolsas colocadas en su mesa.