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Comer en familia es lo mejor

En el Día Mundial de las Madres y los Padres, reconocemos la determinación de los progenitores en alimentar a sus familias
, Teva Alon
Un hombre sentado en la mesa de su casa sostiene en su regazo a su hijo mientras su esposa y madres del niño aparece al fondo con un delantal blanco.
Joel y sus padres, Bianca y Junior, en su casa. Foto: WFP/Tayra Pinzón

En estos tiempos de necesidades sin precedentes, ser padre y ser madre es tarea difícil. Crían, educan y protegen a sus hijos e hijas, a veces a costa de su propia salud y alimentación. Esto es especialmente cierto para los millones de padres y madres con inseguridad alimentaria que tienen que averiguar de dónde vendrá el plato de comida del día siguiente.

La inseguridad alimentaria plantea muchos retos para los padres y madres. Por ejemplo, puede causar complicaciones de salud, especialmente para los niños pequeños. Esto incluye problemas de salud física, como la deficiencia de hierro y el aumento de hospitalizaciones, y también problemas de comportamiento como depresión y el bajo rendimiento académico. Muchas veces el tratamiento requiere los mismos recursos que esas familias les faltan, como alimentos y medicinas.

Como resultado, los padres sacrifican mucho para asegurarse de que sus hijos no pasen hambre, saltándose comidas con tal que sus hijos tengan para comer. Pero incluso con estos sacrificios, la inseguridad alimentaria todavía afecta a las familias. Los padres de familias con inseguridad alimentaria sufren niveles más altos de depresión, ansiedad, estrés, e irritabilidad. Con esos estados emocionales negativos, es más difícil para los padres cuidar a sus hijos, generando un círculo vicioso de efectos adversos para la salud de ellos y sus hijos.

A pesar de estos desafíos, los padres y madres de todo el mundo todavía están decididos a alimentar a sus hijos. Un ejemplo es Junior y Bianca Chunga, quienes viven en Los Pocitos, Perú. Les preocupaba que sus hijos no recibieran la nutrición adecuada, en particular su hijo Joel, quien tenía anemia y no estaba desarrollando según su edad. Por esa razón, Junior y Bianca visitaron el centro de salud, donde recibieron suplementos de hierro para Joel y comenzaron a alimentar a Joel con alimentos ricos en proteínas en casa.

Una mujer y un hombre sostiene a su hijo pequeño mientras éste intenta lavarse las manos.
Joel y sus padres en el centro de salud. Foto: WFP/Tayra Pinzón

Gracias a los esfuerzos de sus padres, la hemoglobina de Joel aumentó de 8,8 mg/dl a 12,8 mg/dl, para su alivio. “Yo me sentí contenta y orgullosa puesto que mi hijo ya lo había superado,” dijo Bianca, y su esposo reafirmó la importancia de la recuperación de Joel, agregando que “su cerebro se desarrolla en la época de la niñez, y ahí es donde debe tener la mejor alimentación”.

Para los padres, la comida es más que una fuente de energía porque el acto mismo de brindar alimentos es también un acto de amor. 

Al asegurarse que sus hijos tengan suficiente para comer, los padres preparan a sus hijos para el mejor futuro posible. Hoy celebramos la perseverancia de padres y madres como

Bianca y Junior, quienes trabajan contra todo obstáculo para garantizar que sus hijos, como Joel, reciban la mejor alimentación posible.

 

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