Reportaje: Alfabetización de las mujeres, una puerta al mundo del saber
Por Ximena Loza/PMA Bolivia
Claudina Condori es una mujer indígena que habita el altiplano del departamento de Oruro, en Bolivia. Su comunidad se halla por encima de los 4,000 metros de altura sobre el nivel del mar y, a esta altitud, es poco lo que la tierra puede ofrecer.
La papa, que luego convierten en chuño (papa deshidratada), es su principal fuente de alimentación. En esta región, los campesinos se dedican también al cuidado de ganado auquénido: llamas, alpacas y vicuñas, cuya lana constituye su principal ingreso. A pesar de las dificultades que la naturaleza impone en estas latitudes, Claudina ha salido adelante junto a su esposo y cinco hijos.
Claudina se siente feliz al firmar documentos, pues ya no tiene que estampar su huella digital, señal de analfabetismo.
Desde el año pasado, Claudina se alfabetiza en el centro Uma Phusa del municipio de Curahuara de Carangas, identificado como altamente vulnerable a la inseguridad alimentaria por el estudio Análisis de Vulnerabilidad en Bolivia, desarrollado por el PMA.
Claudina, al igual que otras 11 mil mujeres en otras comunidades vulnerables a la inseguridad alimentaria, recibe el apoyo alimentario del PMA en su centro de alfabetización a través del proyecto de Alimentos por Capacitación.
En los centros rurales de alfabetización, las mujeres –ampliamente indígenas- aprenden a leer y escribir en lengua materna y castellano, además de aritmética básica. Para complementar sus conocimientos, estas mujeres reciben también lecciones sobre alimentación y nutrición; género, derechos y ciudadanía.
La edad no limita las ganas de aprender
Aprender, casi bordeando los 45 años de edad, es para Claudina casi un milagro. Recuerda que de niña, pastando llamas en la colina, solía ver con tristeza a los niños alejarse corriendo para llegar a la escuela. Cuántas veces quiso correr tras ellos en busca del saber. Para Claudina, como para la gran mayoría de sus compañeras, esta oportunidad de aprender en la edad adulta es invaluable, pues además de adquirir destrezas que le son de ayuda tanto en casa como en la vida de la comunidad, reciben alimentos con los que apoyan la alimentación de sus familias, a menudo escasa y poco nutritiva, por las condiciones que la naturaleza impone.
Recuperando las oportunidades perdidas
Claudina está muy contenta, pues siendo niña cursó solamente hasta segundo grado y, por la falta de práctica, llegó a la adolescencia habiendo olvidado lo poco aprendido en la escuela. Con esto, pasó a engrosar las cifras del analfabetismo funcional en Bolivia. Sus ojos delatan cierta tristeza cuando relata que su padre se opuso a que las hijas mujeres siguieran estudiando, porque era necesario que ayudaran en las tareas del hogar y del campo.
Decía que las hijas debían ser criadas para la casa, por lo que era inútil que asistieran a la escuela. Este destino, casi inalterable hasta hace pocas décadas, ha marcado la vida de muchas mujeres rurales que, debido a esta injusticia de género, permanecieron privadas del mundo del saber. Desde que aprendió a leer y escribir, Claudina dice sentirse más segura, tanto en casa ayudando con los deberes escolares a sus hijos, como al realizar las transacciones comerciales producto de la venta de lana que obtiene de su ganado.
En la ciudad, Claudina asegura poder manejarse fácilmente al leer las señalizaciones y no perderse en la calle. Cuenta que se siente feliz al firmar documentos, pues ya no tiene que estampar su huella digital, señal de analfabetismo. En su opinión, es importante que las mujeres aprendan a leer y escribir para ser mejores madres y mejores dirigentes de sus organizaciones.
La familia le tiende una mano
Hoy, para llegar al centro de alfabetización de Uma Phusa, Claudina camina alrededor de 3 horas y, si es época de lluvias, debe prever un poco más de tiempo, pues los ríos crecen y se hace difícil cruzarlos a pie.
Su esposo Daniel Condori considera que las mujeres deben saber tanto como los hombres.
Las clases en el centro de Uma Phusa se realizan todos los sábados: comienzan a las 9 de la mañana y terminan a las 6:30. Ella dice que ese día le favorece, pues así sus hijos -que vas a la escuela de lunes a viernes y tienen libre los sábados- pueden hacer por ella las tareas del hogar: encargarse del ganado, recoger el agua y atender a los más pequeños de la casa.
Eso sí, Claudina debe dejar la comida lista sobre el fogón antes de salir a clases y para ello debe levantarse una hora más temprano de lo acostumbrado.
El apoyo del esposo
Claudina se enorgullece de contar con el apoyo de su esposo, Daniel Condori, quien considera que las mujeres deben saber tanto como los hombres, para apoyarlos en el buen ejercicio de sus funciones cuando se desempeñan como autoridades originarias de la comunidad.
Este año 2006, Doña Claudina ha sido nombrada presidenta del centro de alfabetización, con lo que debe asumir muchas responsabilidades, entre ellas, la supervisión en la distribución de los alimentos a las alumnas del centro, pero asegura que su esposo la apoyará en este nuevo reto que seguramente le demandará más tiempo fuera del hogar.
Con la sonrisa en los labios y el orgullo a flor de piel, doña Claudina agradece al PMA la oportunidad de estudiar y mejorar la alimentación de su hogar.