Opinión: De Combatientes a Peluqueras - Cambiando machetes por tijeras
Por Sheila Sisulu, Directora Ejecutiva Adjunta del Programa Mundial de Alimentos
En el Día Internacional de la Mujer, cuando el debate se centra en la igualdad de genero, la historia de Aminata es especialmente dolorosa. En 1998, Aminata fue capturada mientras vendía pasteles en Kabalah, Sierra Leona, y fue forzada a unirse a las fuerzas rebeldes. No solo se le entrenó en cómo usar un arma y combatir, sino que se la obligó a casarse con el hombre que la capturó. Aminata recibió instrucciones de sus superiores de ordenar amputaciones y decapitaciones, pero ella insiste en que nunca las hizo por su propia mano, y agregó que de haber pedido que suspendieran estas órdenes, habría sido ejecutada.
Aminata (su alias durante la guerra) es una sobreviviente—una de las miles de ex combatientes que han recibido ayuda alimentaria del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas en Sierra Leona para facilitar su reintegración a la sociedad. Muchas de sus compañeras de armas han canjeado sus machetes por tijeras y se están estableciendo como peluqueras. Y no es solo el trabajo de las mujeres. En la vecina Liberia, jóvenes que solían combatir en las notorias Unidades de Niños Pequeños de Charles Taylor (el señor de la guerra convertido luego en presidente) han escogido a la peluquería como un negocio potencialmente lucrativo.
Pero la reintegración solo funciona si a mujeres como Aminata –así como a los niños soldados—se les mantiene ocupados. Lo ideal sería que fueran a la escuela o estuvieran inscritos en programas que les enseñaran como ganarse la vida. Lamentablemente con países como Costa de Marfil y Guinea sumergiéndose en la violencia, es fácil imaginarse a estas mujeres y niños retomando su viejo oficio y ser parte del "reciclaje de la infancia", según palabras de la presidenta electa de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf. Esta mujer, la primera en liderar un país africano, sabe que aquellos jóvenes que no tengan la oportunidad de regresar a la escuela son vulnerables a ser reclutados para combatir otra vez. La presidenta de Liberia aseguró que los programas económicos de creación de empleos son cruciales para darles una ocupación.
Alguien con sus necesidades alimentarias cubiertas y con esperanzas en el futuro es menos propenso a tomar un arma o dedicarse a la prostitución. Sheila Sisulu
La pobreza –particularmente la pobreza alimentaria—es la raíz y causa de muchos conflictos. Alguien con sus necesidades alimentarias cubiertas y con esperanzas en el futuro es menos propenso a tomar un arma o dedicarse a la prostitución. Igualmente las mujeres se inscribirán más fácilmente en cursos de capacitación si sus necesidades alimentarias y las de su familias están resueltas.
Por ejemplo, en el norte de Darfur, Sudán, 30 mujeres desplazadas de sus hogares por la constante violencia han aprendido a cómo hacer estufas que ahorran combustible. Como resultado, ellas han enseñado a 4,400 mujeres a hacer lo mismo. Los beneficios son inmediatos: el uso de la leña como combustible para cocinar se ha reducido en un 40 por ciento, lo que evita que las mujeres caminen lejos de sus aldeas para buscar leña y se expongan a ser atacadas. No solo se les quita a las mujeres una carga de sus hombros, sino que también se proteje al medioambiente.
Las mujeres en todo el mundo en vías de desarrollo a menudo necesitan aprender algunas tareas para tener un mejor control de sus vidas. Alimentos por enseñanza (que incluye clases de alfabetización) ayudan a lograr esto junto con programas de alimentos por trabajo, los cuales incentivan a las mujeres al participar del proceso de toma de decisiones. Hasta los años 90, los tabúes sociales y el que las condiciones de trabajo fueran consideradas "inapropiadas para las mujeres" mantuvo a las mujeres fuera de las actividades de alimentos por trabajo en países como Bangladesh. Sin embargo, motivados por el interés de la mujer rural e incitados muy sutilmente por las contrapartes del gobierno, el PMA ha ayudado a miles de mujeres de Bangladesh a tener voz en sus comunidades.
La asistencia alimentaria también puede marcar la diferencia cuando se usa para lograr un cambio en prácticas culturales que dañan severamente la salud de las mujeres –tal como la ablación genital femenina. Esta práctica ha marcado las vidas del 99 por ciento de las mujeres en Djibouti. A nivel mundial, la OMS estima que 120 millones de mujeres sufren de esta mutilación. Safia Elmi ha estado encabezando un programa de gobierno en Djibouti denominado "Maternidad sin riesgos" en el cual las mujeres que realizan la ablación genital reciben raciones de alimentos del PMA como un incentivo para aprender un nuevo oficio. La bolsa mensual de 50 kilogramos de arroz y un galón de aceite reemplaza parcialmente los ingresos perdidos por aquellas mujeres que practican la ablación mientras se las capacita en otros trabajos.
Reconocer el vínculo entre el hambre y la educación es vital para acabar con el hambre en el mundo, que causa más muertes por año que el SIDA, la malaria y la tuberculosis combinados. Las mujeres son cruciales para romper este ciclo de hambre. Eliminar el hambre en las madres da a sus hijos más oportunidades incluso antes de nacer. El número de años que una mujer ha asistido a la escuela puede reducir su probabilidad –hasta en un 40 por ciento—de que su hijo sufrirá de malnutrición.
Tal como Aminata y otras como ellas han mostrado, nunca es tarde para aprender. La asistencia alimentaria no solo salva vidas, también ofrece la esperanza de un futuro sin los grilletes del hambre y el abuso.