Opinión: Acabemos primero con el hambre
Por Pedro Medrano, Director Regional del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe
Panamá, 2005-05-19. A estas alturas todo el mundo debería estar de acuerdo en que el hambre es el más viejo enemigo de la humanidad. Desanima a cualquiera saber que todavía hoy, en pleno siglo XXI más personas están muriendo de hambre que de sida, malaria y tuberculosis combinados.
No obstante, en América Latina y el Caribe nos sigue consolando pensar que los niños desnutridos es una realidad lejana que afecta solamente a países de África subsahariana.
Pero no es así.
Lo cierto es que el hambre está aquí, entre nosotros, impidiendo el crecimiento de los niños en los barrios marginales de las capitales del altiplano andino; doblegando a los hijos de los campesinos indígenas, empobrecidos por la sequía en Centroamérica; desesperando a las madres de remotas aldeas en la región del Caribe, madres pobres, que día tras día no tienen nada que llevar a la mesa, después de perder la cosecha de subsistencia durante el penúltimo huracán, o la subsiguiente inundación.
En la actualidad, de hecho, de los 852 millones de personas que padecen hambre en el mundo casi 53 millones de personas viven en nuestra región. Y la mayoría de ellas son mujeres y niños.
Aunque no es fácil ponerse de acuerdo en cual es el costo exacto que esta realidad representa para las economías de nuestros países, sabemos que el costo del hambre es inmenso. FAO estima los costos directo del hambre en el mundo asciende a 30 mil millones de dólares anuales, y nuestra región no es una excepción.
Estudio tras estudio demuestran claramente que el hambre crónica especialmente entre los niños, produce a largo plazo pérdidas sustanciales en la productividad y reduce las posibilidades tanto de los individuos como de las naciones que la sufren. Todas las estimaciones parecen coincidir es que los costos indirectos del hambre y la desnutrición, sobrepasan los costos directos que se generan.
Solo como ejemplo, la deficiencia de hierro en la alimentación puede causar cada año una perdida de hasta el 4 por ciento del ingreso nacional bruto de los países de bajos ingresos, en costos indirectos por perdidas en productividad.
Si extrapolamos esa cifra a América Latina y el Caribe, las economías de nuestra región podrían estar dejando de crecer cada año hasta 69 mil millones de dólares. Y eso es solo a causa de deficiencia de hierro. Me pregunto cuantas oportunidades estamos dejando pasar mientras toleramos los actuales índices de desnutrición infantil que en algunos bolsones de pobreza entre comunidades indígenas de nuestra región, afectan todavía a 8 de cada 10 niños.
Es una ironía, que los recursos necesarios para afrontar el problema de la desnutrición sean pocos en comparación con los beneficios que produciría invertirlos en este causa. No hace falta ser empresario o economista para ver la gran ventaja que esta inversión representa.
Es por ello que actualmente el Programa Mundial de Alimentos en América Latina y el Caribe está trabajando en un estudio completo que indicará con exactitud el costo de esta lacra en la región, teniendo en consideración los gastos directos que acarrea la desnutrición infantil, la reducción del número de niños en la escuela, la deserción escolar temprana, o el aumento de los egresos en salud para atender a poblaciones afectadas por enfermedades relacionadas con la desnutrición crónica.
Entre tanto seguimos trabajando por que no podemos hacer esperar a miles de niños y niñas que hoy lamentable y literalmente, e han ido otra vez a la cama sin cenar. Puede que esos bebés que hoy están desnutridos sobrevivan a su primer año de vida, pero para ese momento el hambre ya habrá causado daños mentales y físicos irreversibles.
Si llegan a la edad escolar, su pobre desarrollo cerebral limitará su coeficiente intelectual y no le permitirá concentrarse en los estudios. -Un alto porcentaje de ellos no se graduará-. El retardo en el crecimiento hará que el niño o la niña mantengan una baja estatura para su edad, y lo que es peor, serán más propensos a sufrir enfermedades durante toda su vida.
Lo más probable es que de adultos, no puedan acceder a un buen puesto de trabajo: Tampoco llegarán a consumir regularmente bienes y servicios ni podrán contribuir de manera significativa al desarrollo del país. Lo más triste es saber que ese ciclo se repetirá en sus hijos, si no hacemos algo para evitarlo.
Ahora que sabemos que el hambre genera pobreza y que ésta su vez genera más hambre, es el momento de cambiar las cosas. En el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas creemos firmemente que la clave para acabar con ese círculo vicioso que se transmite de generación en generación, pasa por mejorar la nutrición de las madres embarazadas y de los niños de 6 a 36 meses de edad.
Creo sinceramente que se puede acabar con el hambre en nuestra región y que se debe hacer lo antes posible. Es por ello que atendiendo una solicitud del Gobierno de Panamá, el PMA prestará su apoyo para celebrar del 19 al 20 de mayo una Consulta Técnica Regional con representantes de los 25 países miembros de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) para llamar la atención sobre este problema.
En esta reunión, -que contará con la participación expertos de todos los gobiernos de la AEC-, vamos a discutir la necesidad de incorporar el combate al hambre y la nutrición de madres embarazadas y niños menores de tres años, dentro de las estrategias de país para la reducción de la pobreza.
Nuestras conclusiones nutrirán la IV Cumbre de Jefes de Estado y/o de Gobierno de la AEC que se celebrará en Panamá el 29 de julio próximo, y realmente esperamos que el tema de la desnutrición sea prioritario en todas las agendas.
En el PMA sabemos que solo un esfuerzo colectivo puede acabar con esta lacra en nuestra región y poder así cumplir las Metas y Objetivos del Milenio. Es por ello que queremos trabajar con los gobiernos nacionales, organizaciones no gubernamentales y el sector privado para hacer que el hambre en América Latina, sea solo un recuerdo.