Nota de Prensa: ¿Por qué hay aún 400 millones de niños y niñas que padecen hambre?
El mundo conmemora este 16 de octubre el Día Mundial de la Alimentación
ROMA. (16 de octubre de 2006) –En su discurso en ocasión de la celebración del Día Mundial de la Alimentación el 16 de octubre, el Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, James Morris, apeló a los países desarrollados para que le ofrezcan una oportunidad justa a los 400 millones de niños y niñas que aún padecen hambre en el mundo, muchas de cuyas vidas todavía son afectadas por la malnutrición durante sus primeros meses de vida.
El impacto del hambre y la malnutrición es a menudo severísimo para los niños y niñas. Los resultados de nuevas investigaciones corroboran que el rápido desarrollo del cerebro durante los primeros meses de vida es crítico e influye sobre el aprendizaje, el comportamiento y la salud a lo largo de toda la vida. El hambre afecta negativamente el desarrollo del cerebro de los niños y coarta sus oportunidades de éxito más adelante en la vida.
"Puesto que el 70 por ciento del desarrollo del cerebro ocurre durante los dos primeros años de nuestras vidas, la malnutrición a temprana edad puede tener un efecto devastador", dijo Morris. "Aún antes de que puedan caminar y hablar, estos niños ya están atrasados".
Investigaciones realizadas en Chile han demostrado que los niños y niñas que sufren de malnutrición antes de los dos años tienden a tener cerebros más pequeños y menos desarrollados que aquéllos que estaban bien nutridos y que, de igual manera, sus Coeficientes Intelectuales (CI) son también más bajos.
Otros estudios indican que la deficiencia de hierro en niños y niñas menores de los dos años de edad puede asociarse a un desempeño pobre cuando alcanzan la edad escolar. De igual modo, los niños de baja talla pueden perder años de su educación porque inician la escuela más tarde de lo que deberían. En contraposición, los niños y niñas mejor nutridos se desempeñan mucho mejor en la escuela.
"A partir de estos estudios, se puede concluir que es importante integrar los programas de alimentos-por-educación –la alimentación escolar– a las intervenciones para la supervivencia y el desarrollo en la edad temprana, para poder lograr el mayor impacto nutricional sobre los niños y niñas", dijo Morris. "Y necesitamos iniciar las intervenciones contra el hambre infantil antes de que nazca el niño o la niña –necesitamos comenzar con la madre".
Morris contrastó las oportunidades educativas y la tecnología disponibles en el mundo desarrollado para ayudar a los niños y niñas a alcanzar su potencial, con los recursos tan severamente limitados que están disponibles para alentar el desarrollo de los niños y niñas en los rincones más pobres del mudo. En países como Níger, Chad, Bangladesh, Guatemala, Bolivia o Haití hay millones de niños y niñas que no van a la escuela porque en sus hogares se necesitan todos las manos disponibles para trabajar y así sobrevivir. "No hay nada de malo con desear lo mejor para nuestros propios hijos – no sería natural desear lo contrario", dijo Morris. "Pero, la próxima vez que usted actualice el ordenador portátil de su hijo o hija, o cuando contrate esas clases adicionales de tutoría, reserve un pensamiento para los millones de niños y niñas cuyos dedos nunca tocarán un teclado. Esos niños y niñas serán afortunados si al menos logran aprender a leer y escribir o si llegan a conocer la aritmética básica".
“Usted y yo tenemos la oportunidad de marcar la diferencia. Hay más que suficientes alimentos en el mundo. Por ejemplo: en Italia, después de satisfacer las necesidades nutricionales de la población, sobrarían suficientes alimentos para toda la población sub-nutrida de Etiopía; en Francia, los alimentos sobrantes podrían alimentar a todos los que padecen hambre en la República Democrática del Congo; mientras que, en los Estados Unidos, tales excedentes cubrirían a todos los que padecen hambre en el continente Africano", acotó Morris.
"La Asistencia Oficial al Desarrollo ha estado aumentando en forma sostenida durante varios años y actualmente suma más de 100 millardos de dólares de los Estados Unidos. Podemos darnos el lujo de ayudar, pero primero debemos desarrollar una política alimentaria, pues la pobreza no se puede eliminar hasta que no desaparezcan el hambre y la malnutrición. Una manera de empezar sería impedir que el hambre les robe las esperanzas a los niños y niñas".
Nota para los Editores