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NICARAGUA: La soledad acompaña a los hijos de los migrantes (La Prensa, última entrega)

Algunos niños en San Bartolo padecen de soledad. La razón es que sus padres no están con ellos. Han debido emigrar para solventar deudas y mantener a sus familias. Pero el sentimiento de abandono es muy fuerte entre los pequeños.

SAN BARTOLO, QUILALÍ.

(4 de marzo de 2009) --Sueña con tres mariposas que llegan a visitarlo, son su padre, su madre y su pequeña hermana. Las tres mariposas alzan vuelo dejándolo solo. Éste es el sueño recurrente que tiene Luis Manuel Hernández Rivera, de 8 años, y con el que le describe a su maestra Ángela Suyapa Martínez Castellanos la sensación de soledad y el sentimiento de abandono que tiene.

Luis Manuel, habitante de la comunidad de San Bartolo, en Quilalí, Nueva Segovia, es uno de los tantos niños que se están criando con abuelos, porque sus padres han tenido que irse a laborar a otros países para cubrir deudas y mantener a su familia.

Según Martínez, Luis Manuel confiesa que cada vez que sueña con el trío de mariposas, llora. El pequeño estudiante de tercer grado de la escuela Ernesto Cardenal Martínez, de San Bartolo, quedó en poder de su abuela Marta Irene García, pero la situación económica y la falta de dinero en la casa hicieron que ella también saliera a buscar trabajo en los cafetales de las zonas aledañas, dejándolo con familiares. La profesora Martínez Castellanos, subdirectora del colegio, refiere que situaciones como la de Luis Manuel viven varios niños que estudian en su escuela. Ella preparó una lista de al menos 12 casos de niños cuyas madres o padres han emigrado hacia El Salvador o Costa Rica.

Para la subdirectora, en ocasiones los niños con padres migrantes resultan afectados en las clases y psicológicamente. "Baja la aprobación y el nivel de autoestima", explica.

En algunos casos los pequeños dejan de asistir al colegio cuando no reciben dinero de sus padres y la profesora explica que se dan "más enfermedades respiratorias entre niños que no están con sus papás y el aseo, en algunos casos, decae".

Luis Manuel es muy buen alumno, según la subdirectora y aunque extraña a sus padres, según confiesa tímidamente, quiere seguir estudiando para ser profesor.

"PARECE QUE A MÍ NO ME QUIERE"

Klelian Zeledón Vásquez y su compañera de estudios Seydi Ramírez. (LA PRENSA/Sabrina Quezada/PMA)

Los ojos claros de Klelian Zeledón Vásquez evaden los nuestros cuando se le pregunta por su madre, quien trabaja en El Salvador. Según ella su madre "la abandonó" hace ya mucho tiempo y la dejó en poder de su abuela María Antonia Vásquez, quien debe cuidar a cuatro nietos que le dejaron sus hijas que viven fuera de Nicaragua.

Con cierta dureza Klelian, de 12 años y quien cursa quinto grado de primaria, confiesa que su madre "no me hace falta". La pequeña dice que su tía Jamileth Altamirano es la que envía dinero para que su abuela los alimente y vista. Su uniforme nuevo se lo obsequió la tía Jamileth. Para Klelian su madre es la abuela María Antonia. La suya biológica "parece que a mí no me quiere".

Un sentimiento similar experimenta Jacqueline de los Ángeles Zeledón Castro. Según ella su progenitora la abandonó de meses y la dejó con su abuela. Su madre trabaja en Managua desde hace varios años.

Cuando habla sobre su madre su respiración se acelera. Le preguntamos si la extraña y contesta: "Casi no, porque me abandonó".

La pequeña, quien no viste de uniforme y confiesa que no le gustan los zapatos, no quiere ser maestra. "Quiero estudiar computación". En el colegio Ernesto Cardenal Martínez de San Bartolo estudian 510 alumnos de primero a sexto grado, incluyendo los alumnos de primaria extraedad, en dos turnos, matutino y vespertino. A ellos les imparten clases 18 maestros.

Jorge Luis Ramírez Moreno, de 12 años, está en tercer grado. Asiste sin uniforme y en chinelas, prestadas según su abuela Laura Moreno, quien vela por él y su hermano Erick, de 20 años y con parálisis cerebral.

El pequeño dice que su padre no le ayuda. Su madre Modesta Ramírez debió emigrar a trabajar primero a El Salvador y luego a Costa Rica, para enviarle dinero a su abuela para que coman, se vistan y compren las medicinas de Erick.

EXTRAÑA EL ABRAZO DE SU MADRE

Jorge Luis quiere ser docente, igual que Klelian. Esto lo explica la profesora Ángela Martínez, porque existe un proyecto piloto de la Escuela Normal de Estelí que les permite a los niños de sexto grado ingresar a la carrera y graduarse como maestros de primaria en ocho años.

Otro futuro maestro es Helder Ramírez Fuentes. Este pequeño de 10 años es muy buen alumno, según la maestra. Su madre debió emigrar hacia El Salvador.

Cuando le preguntamos a Helder cómo se sentía porque su madre no está en su casa, sus ojos se humedecieron. Extraña el abrazo de su madre y los juegos. "La quiero porque es mi abuela (Josefa Fuentes) pero (mi mamá) me hace falta cuando se va. Ella me abraza y juega conmigo".

El pequeño dice que cuando hay dinero en su casa compran tortillas para comer con los frijoles y el arroz, pero en ocasiones, muy frecuentes, "comemos vacío".

Esta situación se repite en muchas de las viviendas de las familias campesinas de San Bartolo, en Quilalí; la mesa no siempre está llena. El menú común son frijoles con tortilla cuando existe maíz en la casa, de lo contrario serán frijoles sin bastimento o al revés tortillas con sal.

BUSCAN ELIMINAR LA DESERCIÓN ESCOLAR