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El costo humano de la guerra de los diamantes

Paul Arès, del PMA, evoca las consecuencias humanas de las guerras de diamantes en Sierra Leona

ROMA.

(15 de diciembre de 2006)La nueva película

Diamante de Sangre

enfoca la manera en que las ganancias de la industria de los diamantes sustentaron el brutal conflicto en Sierra Leona durante los años 90, un período durante el cual la asistencia alimentaria del PMA fue el salvavidas para miles de civiles atrapados en medio del fuego cruzado.

Paul Arès conversó con Michelle Hough, redactora del sitio web del PMA, sobre sus experiencias como administrador regional del PMA para el África occidental entre 1997 y 2000.

Nos cuenta Paul Arès que, cuando conversaba con los mercaderes de diamantes en los bares de los hoteles en Sierra Leona, éstos le decían que ellos traficaban en "melones y bananas".

"Se referían al color de los diamantes sin cortar", dice Paul. "Pero, para mí y para muchos otros, esos diamantes no eran amarillos ni anaranjados, sino de un rojo teñido por la sangre de la gente".

Resulta irónico que esos mercaderes escogieran una metáfora sobre alimentos, cuando precisamente eran los alimentos lo difícil de conseguir para los civiles aterrorizados por los rebeldes y alejados de sus hogares en este país del occidente africano, que era rico en diamantes pero pobre y sucio.

Ningún ser viviente

Durante el decenio que duró la guerra civil, los rebeldes del Frente Revolucionario Unido (FRU)cercenaron las extremidades de las personas, violaron a las mujeres y asesinaron a decenas de miles de personas al poner en vigor la operación "Ningún ser viviente".

Paul nos describe cómo se encauzaron hacia adueñarse de áreas tales como el distrito de Kono, al noreste del país, en donde los diamantes aluviales eran abundantes y fáciles de obtener porque estaban cerca de la superficie.

"En muy pocos meses, unas 250 mil personas del este del país habían huido al área denominada "Pico de la Cotorra" en Guinea", recuerda Paul, explicando luego que otros refugiados escaparon a Liberia, mientras que aún otros muchos abandonaron sus hogares en búsqueda de seguridad en otras partes de la propia Sierra Leona.

Un reto inmenso

"Aquellos refugiados contaban con muy pocos alimentos y estaban en medio de una selva densa y montañosa. Fue un reto inmenso para el PMA: como era imposible entregar por aire, pedimos camiones todo terreno de seis ruedas que pudieran afrontar cualquier situación".

Los Estados Unidos donaron 25 de los vehículos todo terreno de 10 ruedas, que eran vitales para transportar las raciones de la mezcla de maíz-soya, harina de mijo, aceite vegetal, sal y azúcar hasta los refugiados, muchos de los cuales estaban severamente malnutridos tras los extensos periodos de inestabilidad.

Fue la prioridad el establecer un centro de alimentación terapéutica en el campamento de la selva. Este centro era primordialmente para niños malnutridos, algunos de los cuales fueron alimentados de forma intravenosa, mientras que a otros se les daba alimentos de alta energía.

Los niños-soldados

A lo largo de las fronteras de Liberia y el sur de Guinea surgieron otros campamentos. Paul nos dice que comprendió el verdadero horror de la guerra cuando visitó estos campamentos y vio a personas cuyas extremidades habían sido cercenadas por los rebeldes. Estas personas dependían completamente del PMA y de las demás agencias de asistencia.

Tal vez una de las más perversas tendencias en surgir de la convulsión vivida en el occidente africano en los años 90 fue el uso de niños-soldados.

"La forma en la eran iniciados los niños para formar parte de los rangos del RUF los convirtió en las más perversas máquinas de asesinato que existían en los alrededores", explicó Paul.

Los flautistas de Hamelín

Los niños entre 9 y 19 años de edad eran raptados por los rebeldes o sencillamente se unían a ellos porque no tenían nada más que hacer. Paul los describe como los "flautistas de Hamelín" que luego cautivaron a otros niños. Muchos de esos niños fueron obligados a regresar a sus propios caseríos para asesinar o mutilar a sus propios familiares. Paul nos explica que, al terminar la guerra, vio a estos niños-soldados en los centros de rehabilitación con cicatrices marcadas en sus cabezas rapadas. Le dijeron que era por allí por donde sus "hermanos mayores" (o sea los rebeldes) les habían inyectado las drogas cada vez que salían a causar estragos a lo largo de Sierra Leone con sus AK-47.

A pesar de que la Guerra en Sierra Leona terminó hace ya unos cuatro años, el país sigue tambaleándose tras la devastación y pobreza abundante. Y, a pesar de su riqueza en diamantes, el nivel de desempleo es alto y el país ocupa el puesto número 176 de 177 países en el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.

La recuperación

El pueblo de Sierra Leona añora tener paz y estabilidad y el PMA está ayudándoles a reconstruir sus vidas mediante la alimentación escolar y los programas de alimento-por-trabajo y alimento-por-educación.

Al momento de escribir esta nota, el proyecto de recuperación del PMA en Sierra Leona, Liberia y Guinea enfrenta un déficit de US$35 millones. No obstante, es difícil comprender por qué Sierra Leona necesita ayuda, si se toma en consideración que hay millones de dólares en gemas enterrados bajo de los pies de la gente.

Paul explica que, cuando las historias de estos países dejan de ser noticia internacional porque ya no se consideran emergencias, se alejan de la mente de la gente y las donaciones se reducen dramáticamente.

Un llamado de atención

Paul dio su propia contribución a la película mediante la entrega de fotos personales de las operaciones que él mismo tomó durante sus años en el África occidental: con ellas, los equipos pudieron reproducir la autenticidad.

Una película taquillera de Hollywood tal como Diamante de Sangre recaptura la imaginación del público y las devuelve hacia las antiguas zonas de guerra que están intentando recuperarse tras años de conflicto.

Paul dio su propia contribución a la película mediante la entrega de fotos personales de las operaciones que él mismo tomó durante sus años en el África occidental: con ellas, los equipos pudieron reproducir la autenticidad.

Mantenido como rehén

Puede que haya dejado su cargo en el 2000, pero tanto la forma en la que Paul despliega ante mí numerosos mapas de la región sobre su escritorio en la sede del PMA en Roma, como también cómo me explica con cuidado acerca de los flujos de refugiados y la historia oculta tras los conflictos en el África occidental, me indican que aún sigue estando "allá".

En dos ocasiones Paul fue tomado como rehén mientras trabajaba para el PMA en África occidental. Pero, ¿por qué hizo este tipo de trabajo?

"Hago este tipo de trabajo porque creo en lo que estamos tratando de lograr y porque experimento un profundo sentimiento de satisfacción cuando ayudo a la gente", nos dice.