El Director Ejecutivo de WFP exhorta en su discurso de aceptación del Nobel de la Paz a usar la riqueza mundial para evitar la hambruna
ROMA:
Al despertar esta mañana en la hermosa ciudad de Roma, es difícil imaginar que alrededor del 400 d.C. esta ciudad experimentó una hambruna de proporciones épicas, que terminó matando a casi el 90% de su población. Los estudiosos de la historia asocian algo más con esa fecha: el comienzo de la Caída del Imperio Romano. Ahora bien, ¿la hambruna causó la caída? ¿O la caída provocó la hambruna? Creo que la respuesta es sí -ambas.
Al despertar en este mundo rico, moderno y tecnológicamente avanzado, es difícil imaginarnos pasando por una hambruna como esa. Pero mi trágico deber hoy es decirles: el hambre se encuentra a nuestra puerta. Para millones y millones de personas en el mundo.
Si no se evita la hambruna en nuestros días, se destruirán muchas vidas y se desmoronarán muchas de las cosas que apreciamos.
En nombre del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, nuestra Junta de gobierno, nuestras agencias hermanas, nuestros increíbles socios y donantes y, lo que es más importante, en nombre de los 19.000 hacedores de paz del Programa Mundial de Alimentos y de todos los que nos precedieron, especialmente aquellos que murieron haciendo su trabajo y sus familias, y en nombre de los 100 millones de personas con hambre a las que servimos, gracias al Comité Noruego del Nobel por este gran honor.
Además, gracias por reconocer nuestro trabajo de utilizar los alimentos para combatir el hambre, mitigar la desestabilización, prevenir la migración masiva, poner fin al conflicto y ... crear estabilidad y paz.
Creemos que la comida es el camino hacia la paz
Hoy desearía poder hablar de cómo, trabajando juntos, podríamos acabar con el hambre de los 690 millones de personas que se acuestan con hambre todas las noches. Pero hoy nos enfrentamos a una crisis.
Este Premio Nobel de la Paz es más que un agradecimiento. Es una llamada a la acción. Debido a tantas guerras, el cambio climático, el uso generalizado del hambre como arma política y militar, y una pandemia mundial de la salud que empeora exponencialmente todo eso, 270 millones de personas se están encaminando hacia la inanición. Si no se abordan sus necesidades, se producirá una pandemia de hambre que empequeñecerá el impacto de la COVID.
Y si este panorama no es lo suficientemente sombrío, de esos 270 millones, 30 millones dependen de nosotros al 100% para sobrevivir.
¿Cómo responderá la humanidad?
Déjenme decirles por qué funciona lo que hacemos en el Programa Mundial de Alimentos.
En primer lugar, la comida es sagrada. Cualquiera que se haya sentado a un Día de Acción de Gracias o una comida festiva, o haya comulgado, haya asistido a un Seder, haya ayunado durante el Ramadán o haya hecho una ofrenda de comida en un templo budista lo sabe.
Y todos los seres humanos, sean personas de fe o no, conocen el poder de la comida no solo para sostenernos, sino para unirnos en nuestra humanidad común.
Esta es la segunda razón por la que el Programa Mundial de Alimentos funciona: porque lo que hacemos los 19.000 de nosotros es un acto de amor. El Dr. King, premio Nobel en 1964, dijo: "El amor es el poder más duradero del mundo".
Y, como el Dr. King, desde muy joven, aprendí esta enseñanza de Jesús de Nazaret, extraída de la Torá: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". He llegado a comprender que una mejor traducción de lo que Jesús realmente dijo fue "Ama a tu prójimo como a tu igual". Piensen por un momento en lo que esto realmente significa.
Imaginen que cada mujer, hombre, niña y niño con los que compartimos este planeta es nuestro igual ... y si los amáramos como tales. Imaginen qué pasaría con la guerra, los conflictos, el racismo, la división y la discriminación de todo tipo.
Lo que trae calidez a mi corazón es esto: 100 millones de mis iguales recibieron alimentos del Programa Mundial de Alimentos el año pasado y evitamos la hambruna.
Lo que me desgarra por dentro es esto: este año que viene, millones y millones y millones de mis iguales – mis vecinos, sus vecinos- se están acercando al borde de la inanición.
Nos encontramos en lo que puede ser el momento más irónico de la historia moderna. Por un lado, después de un siglo de grandes avances en la eliminación de la pobreza extrema, hoy esos 270 millones de nuestros vecinos están al borde de la inanición. Eso es más que toda la población de Europa Occidental.
Por otro lado, hay 400 billones de dólares de riqueza en nuestro mundo de hoy. Incluso en el apogeo de la pandemia de COVID, en solo 90 días se crearon 2,7 billones de dólares adicionales de riqueza. Y solo necesitamos 5.000 millones de dólares para salvar 30 millones de vidas de la hambruna.
¿Qué me estoy perdiendo?
Muchos de mis amigos y líderes de todo el mundo me han dicho: "Tienes el mejor trabajo del mundo, salvar las vidas de millones de personas".
Bueno, esto es lo que les digo: “No me acuesto de noche pensando en los niños que salvamos, me acuesto llorando por los niños que no pudimos salvar. Y, cuando no tenemos suficiente dinero o el acceso que necesitamos, tenemos que decidir qué niños comen y qué niños no comen, qué niños viven, qué niños mueren. ¿Te gustaría ese trabajo?”.
Por favor, no nos pida que elijamos quién vive y quién muere.
En el espíritu de Alfred Nobel, tal y como está inscrito en esta medalla - "paz y hermandad" - alimentemos a todos.
La comida es el camino hacia la paz.
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El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ha sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2020. Somos la organización humanitaria más grande del mundo, que salva vidas en emergencias y da asistencia alimentaria para construir un camino hacia la paz, la estabilidad y la prosperidad de poblaciones que se están recuperando de conflictos y desastres y del impacto del cambio climático.
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