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Un gran paso adelante en la lucha contra la pobreza y el hambre

Por Pedro Medrano

CIUDAD DE GUATEMALA.

(20 de marzo de 2007). El lunes pasado, los principales funcionarios financieros de Centroamérica y la República Dominicana dieron un paso adelante, sin precedentes y potencialmente histórico, en la lucha contra el hambre y la pobreza en la región.

La iniciativa que fue adoptada durante la reunión de los Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) celebrada en Ciudad de Guatemala, -aunque no fue ampliamente divulgada en los medios informativos-, puede ser la clave para desarrollar plenamente el potencial económico y humano de la región, e instrumental para acabar finalmente con el sufrimiento de los ciudadanos más pobres y con más hambre de Centroamérica. Más importante aún es el hecho de que la iniciativa ofrece un modelo a imitar para el resto de la América Latina y del mundo.

Por primera vez en la historia del BID, Los Gobernadores de siete países de Centroamérica y de la República Dominicana, se comprometieron a "Colocar la nutrición infantil al más alto nivel de las estrategias de reducción de la pobreza y contribuir a acelerar las acciones dirigidas hacia la erradicación de la desnutrición crónica infantil en la región". Aunque inicialmente este pronunciamiento pudiera no llamar la atención, la verdad es que ésta significa un cambio trascendental, por no llamarlo histórico, en el paradigma intelectual con el cual los gobiernos - y especialmente sus funcionarios financieros – enfocan la reducción de la pobreza y el mejoramiento del desempeño económico.

A pesar de las múltiples evidencias acumuladas acerca de la importancia de la nutrición en la lucha contra la pobreza, la triste realidad señala que generalmente este tema no ha recibido suficiente atención.

Tan solo en Centroamérica, existen más de 1.7 millones de niños y niñas crónicamente desnutridosEl autor

Como resultado, los países han estado pagando un precio con el sufrimiento de sus ciudadanos más vulnerables. Tan solo en Centroamérica, existen más de 1.7 millones de niños y niñas crónicamente desnutridos.

Aunque en principio no parezca evidente, el impacto de la desnutrición es gravísimo ya que cuando se priva a los niños de los nutrientes necesarios en su periodo de crecimiento, las secuelas tanto mentales como físicas que estos niños sufren son irreversibles y permanentes. Esto además de impedir el desarrollo del completo potencial de estos niños, repercute también en el progreso económico de sus comunidades, e impone costos adicionales a la sociedad en la que viven añadiendo presión sobre los sistemas de educación y salud.

Un estudio preliminar preparado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre seis países de Centroamérica y la República Dominicana reveló que, en promedio, la malnutrición infantil crónica costó a las economías de estos países en 2004 unos US$6.6 mil millones, o el equivalente al 6.4 por ciento del Producto Interno Bruto regional.

La verdad es que si las sociedades atacan efectivamente la desnutrición, los resultados pueden tener un impacto profundo y duradero. Sabemos que si hay algo efectivo en la guerra contra la pobreza consiste en garantizar que los niños y niñas de entre 0 y 3 años de edad – el periodo cuando se desarrolla el 80 por ciento del crecimiento cerebral - reciban una adecuada nutrición.

He aquí, entonces, el por qué el liderazgo demostrado por el BID y la declaración conjunta expedida por los ocho Gobernadores del BID es tan significativa: al comprometerse a darle a la nutrición “la más alta prioridad” dentro de sus esfuerzos anti-pobreza, los países de Centroamérica han creado el escenario de actuación para erradicar la malnutrición infantil crónica.

Estos funcionarios y sus países también se han comprometido, por vez primera, a emprender acciones mancomunadas en materia de nutrición como parte de un plan regional para solucionar el problema. Los ocho países –Belice, Costa Rica, Guatemala, El Salvador Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana— han prometido, entre otras cosas, apoyar la cooperación "horizontal" que incluye asistencia mutua en situaciones de emergencia, el intercambio regular de información técnica, económica y epidemiológica, y la acometida de proyectos de investigación, asistencia técnica y capacitación en materias de nutrición.

En contraste con muchas otras iniciativas de desarrollo económico, esta propuesta emana directamente de los países que tiene las necesidades, los cuales actuarán en concierto y tomaran el liderazgo en la búsqueda de soluciones. Independientemente de que los ocho países admiten que las iniciativas tendrán que darse en el marco de restricciones presupuestarias, no hay duda de que ahora sí tenemos la oportunidad de pasar la página en la larga historia latinoamericana de lucha contra del hambre. Sería una verdadera tragedia para los niños y niñas y para las economías regionales el que los gobiernos se quedasen cortos, o el que nosotros dejásemos de apoyarlos.