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La inseguridad alimentaria es más alta en los ambientes más frágiles y degradados, susceptibles y expuestos a los desastres naturales y las crisis recurrentes. En estos ambientes, con poca agua y biodiversidad, viven algunas de las personas más vulnerables del mundo.

Como dependen de sus recursos escasos, no tienen dietas diversificadas. También tienen pocas oportunidades de mejorar su salud, educación, crecimiento económico o desarrollo en el sentido más amplio.

El cambio climático y los ciclos extremos del clima tienen un impacto desproporcionado en estos ambientes, multiplicando las amenazas existentes a la seguridad alimentaria y la nutrición. A largo plazo, el cambio climático hace que los desastres naturales sean más frecuentes e intensos, que la tierra y el agua sean más escasos y de difícil acceso, y que sea más difícil alcanzar la productividad agrícola.

Privados de redes de seguridad efectivas y sistemas de protección social, las personas pobres y con inseguridad alimentaria no pueden invertir en prácticas agrícolas más sostenibles, ni proteger los modestos recursos que tienen. En su lugar, adoptarán estrategias negativas de sobrevivencia, que incluyen la sobreexplotación de recursos naturales y continuar con la degradación de la tierra. Se estima que dos tercios de las personas en África viven en tierras que han sido degradadas hasta cierto punto y, globalmente, alrededor de un cuarto de todas las tierras sostenibles para la agricultura se ha degradado. Como resultado, cada nueva sequía o inundación agota incluso más los activos de las personas, atrapándolas en una espiral de disminución de la resiliencia y miseria medioambiental.

El Programa Mundial de Alimentos (WFP) ayuda a los países y a las comunidades más vulnerables y con inseguridad alimentaria a administrar los recursos naturales de manera sostenible. Esto les permite alcanzar las necesidades de subsistencia de hoy en día y resguardar esos recursos para las generaciones futuras. Nuestras intervenciones, que involucran la conservación del suelo y medidas de fertilización, la obtención de agua y el control de inundaciones, apoyan a la productividad agrícola ecológica y reducen la pérdida de biodiversidad. Rehabilitamos los esquemas de irrigación y desarrollamos las fuentes de agua para su uso doméstico, para la agri y acuicultura, y para la crianza de ganado; mejoramos la silvicultura y la administración de la agroforestería mediante la repoblación forestal, los viveros de árboles y la recolección de semillas; cortamos la vegetación descuidada en áreas abandonadas previamente cultivadas y quitamos los escombros de áreas agrícolas luego de inundaciones y derrumbes.

El acceso al agua limpia en contextos áridos y semi áridos da como resultado alimentos más diversificados, complementando así los esfuerzos de nutrición. Pero, además de acercar a las comunidades al Hambre Cero, la restauración de los ecosistemas degradados potencia la salud pública y reducen las dificultades en general. La disponibilidad de agua y leña cerca de casa, por ejemplo, reduce la necesidad de que las mujeres y niñas viajen largas distancias para recolectarla, una tarea común que las expone a daños, como se ha demostrado.

También trabajamos para mejorar el acceso físico a mercados y servicios construyendo o reconstruyendo caminos, puentes, escuelas, cantinas, letrinas, lugares de mercado, graneros y almacenes comunitarios, y ofreciendo fuentes alternativas de energía tales como cocinas eficientes . Donde sea posible y apropiado, bajo nuestro programa de asistencia alimentaria por activos, transferimos la responsabilidad de llevar a cabo estas tareas a nuestros mismos beneficiarios, en efecto, ayudándolos a desarrollar y administrar sus propios activos. A medida que desarrollan sus propios estados nutricionales y el bienestar de la comunidad a largo plazo, las viviendas vulnerables reciben asistencia para alimentos y dinero para cubrir sus necesidades alimentarias inmediatas.