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Septiembre de 1962, norte de Irán. Un terremoto golpea la zona de Buin Zahra. Mueren más de 12.000 personas. Miles de hogares quedan destruidos. Además de ser una catástrofe para las familias, el temblor también es el bautismo de fuego para el Programa Mundial de Alimentos: la institución se fundó hace apenas algunos meses. A pesar de eso, rápidamente envía supervivientes 1.500 toneladas métricas de trigo, 270 toneladas de azúcar y 27 toneladas de té.

Creado (bajo petición del presidente estadounidense Dwight Eisenhower) como experimento para ofrecer ayuda alimentaria mediante el sistema de la ONU, el WFP sería revaluado en los próximos tres años. A medida que las crisis se multiplican, el experimento demuestra su valor. Un tifón azota en Tailandia. Algeria, país que había obtenido su independencia recientemente, debe repatriarse y alimentar a sus refugiados de la guerra. En todos los casos, el WFP cumple con su tarea. Su misión es ayudar frente a emergencias, pero también asistir en la rehabilitación. En 1963, se lanza un programa de desarrollo primario para los nubios en Sudán.

Ese mismo año, se aprueba para Togo el primer proyecto de comidas escolares de WFP. El principio de la asistencia alimentaria es el eje central frente a emergencias, y la asistencia para el desarrollo gana terreno. En 1965, se consagra al WFP como un programa hecho y derecho dentro de la ONU: durará "hasta que la ayuda alimentaria multilateral sea posible y deseable".

Las décadas subsecuentes consolidan el rol del WFP. Nuevas crisis siguen apareciendo con el paso de los años, mostrando qué tan letal puede ser el hambre y dejando su marca en la conciencia de la humanidad. Pero las catástrofes también traen consigo la inventiva: ocurre una revolución en la logística de la asistencia alimentaria. Durante las prolongadas hambrunas, que afectan al Sahel occidental en los 70, el WFP utiliza todos los recursos a su alcance (desde autos hasta camellos, las carreteras y los ríos) para ayudar a los necesitados. Treinta aeronaves de carga, obtenidas de 12 fuerzas aéreas nacionales, surcan los cielos. La hambruna de 1984 en Etiopía reúne aún más mentes y recursos: el WFP entrega 2 millones de toneladas en alimentos. En 1989 se lanza la Operación Lifeline Sudán, que bajo el liderazgo del WFP, reunió a un conjunto de agencias de la ONU e instituciones caritativas junto a UNICEF. El WFP lanzó desde el aire 1,5 millones de toneladas de alimentos en lo que más adelante se convirtió en Sudán del Sur. Esta operación de 20 aeronaves con tres salidas por día, desde el amanecer hasta el anochecer, sigue siendo hasta el día de hoy la operación más grande en la historia en su clase. Salvó cientos de miles de vidas.

Al terminar la década de 1990, la libertad que habían obtenido muchas naciones coexistía con las dificultades y la fragmentación. La pobreza es un factor en común que resulta de los desastres naturales, las guerras y la separación de los estados. En la cartera de proyectos del WFP, el balance entre los programas de desarrollo y las intervenciones de emergencia se mueve de un lado a otro constantemente. Se desata el genocidio en Ruanda mientras Yugoslavia se desintegra. Una vez más, el WFP responde. En 1999, establece una red de panaderías móviles en Kosovo. A medida que la década llegaba a su fin, se llega al consenso global de que la hambruna no se puede derrotar de frente; se debe abordar la raíz del problema. Con el Protocolo de Kioto, el mundo reconoce el impacto del cambio climático: se abre un nuevo paraguas conceptual para los proyectos de ayuda del WFP a largo plazo. Las perspectivas se profundizan. Las asociaciones se multiplican. Las organizaciones no gubernamentales reafirman su posición en la asistencia humanitaria y de desarrollo. El WFP adopta esta dinámica, forjando cada vez más alianzas en un esfuerzo general para derrotar al hambre.

El año 2000 nos trae los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el primer plan global para alcanzar un mundo sin pobreza, hambre y los males relacionados. Bajo la presión de ofrecer unos logros medibles, las energías se fusionan aún más. Muchos países ven mejorías en los estándares gubernamentales, incluso mientras algunos contra el conflicto y la inseguridad. La pobreza extrema retrocede. La década no llega sin grandes crisis humanitarias que la acompañan (el tsunami asiático de 2004 y el terremoto en Haití de 2010 demandaron intervenciones enormes), pero WFP encuentra lugar para fomentar la innovación. De la mano de una renovación intensa, conceptual y tecnológica, la misión de la agencia evoluciona. La ayuda alimentaria se transforma en la asistencia alimentaria, un enfoque más holístico y a largo plazo para resolver las necesidades nutricionales de las comunidades y las sociedades. La entrega de dinero y cupones se posicionan como valiosos complementos a las distribuciones de alimentos en especie. Nace el primer servicio humanitario aéreo regular del mundo, la UNHAS. Los nuevos sistemas de control integrados le permiten al WFP evaluar el panorama de la seguridad alimentaria con una precisión nunca antes vista. Frente a las emergencias, el WFP se encarga de las telecomunicaciones de primera línea y ofrece apoyo logístico a todas las agencias de la ONU y las ONG. Se desarrollan plataformas digitales que mejoran ampliamente la eficiencia operativa y, como quedó demostrado en el terremoto en Nepal de 2015, les ofrecen a los necesitados la capacidad de recibir alimento en horas. El año anterior, la propagación del virus del ébola en África occidental puso a prueba de manera exitosa la capacidad de la comunidad humanitaria de actuar como una sola entidad; en gran parte gracias al Clúster de Logística dirigido por el WFP. El "esquema accionable para ofrecer ayuda alimentaria" se había convertido en la organización humanitaria líder en el mundo.

Hoy en día, el WFP es la agencia humanitaria más grande del mundo que salva vidas y cambia vidas. Cuando ocurre algún desastre, entra en acción rápidamente y pone un plan a escala al instante; cuando no ocurren desastres, trabaja incansablemente para reforzar la seguridad alimentaria y nutricional. Su presencia en el terreno es fuerte; su conocimiento y entendimiento operativo sobre qué se debe hacer para suplir las necesidades alimentarias, no tiene comparación.

En octubre de 2020, el Comité Noruego del Nobel decidió otorgar el Premio Nobel de la Paz al WFP "por sus esfuerzos para combatir el hambre, por su contribución a mejorar las condiciones para la paz en las zonas afectadas por conflictos y por actuar como fuerza impulsora en los esfuerzos para prevenir la uso del hambre como arma de guerra y conflicto”.

Si bien la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ha sido motivo de optimismo, los desafíos siguen siendo severos. En los últimos años, los efectos combinados del conflicto, los extremos climáticos y el aumento de los costos, junto con las secuelas de la pandemia de COVID-19 y exacerbados por las consecuencias de la guerra en Ucrania, han llevado a una crisis alimentaria mundial sin precedentes. Hasta 828 millones de personas todavía se acuestan con hambre cada noche. Incluso mientras se esfuerza por ayudar a las víctimas de la guerra y la miseria, el WFP está trabajando con los gobiernos nacionales, la sociedad civil, otros socios y agencias hermanas para proporcionar soluciones que cambien la vida y que puedan abordar las causas profundas del hambre y la desnutrición y acercar al mundo a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2: hambre cero”.