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Desde finales de la década del 2000, un cambio en el pensamiento estratégico del Programa Mundial de Alimentos (WFP) lo ha llevado a cambiar el concepto de ayuda alimentaria a asistencia alimentaria.

Aunque la ayuda alimentaria es un modelo probado y experimentado que está orgullosamente entramado en la historia del WFP, surgió de una visión ampliamente unidireccional, descendente: la gente tenía hambre y nosotros la alimentábamos. En contraste, la asistencia alimentaria implica una comprensión más compleja de las necesidades nutricionales a largo plazo de las personas y de los diversos enfoques que se requieren para satisfacerlas. Este cambio conceptual ha sido el núcleo de la transformación del WFP en los años recientes. Seguimos siendo la organización humanitaria líder, pero hemos evolucionado para combinar nuestras acciones de respuesta inmediata con la búsqueda de soluciones duraderas.

Este cambio consiste en reconocer que el hambre no ocurre en el vacío. Significa que debemos concentrar tiempo, recursos y esfuerzos en los más vulnerables de la sociedad. Implica no sólo realizar intervenciones de emergencia, sino promover programas de apoyo a la medida y plurianuales diseñados para elevar los indicadores nutricionales de toda una nación. Equilibramos la urgencia de aliviar el hambre aquí y ahora con el objetivo más amplio de acabar con el hambre de una vez por todas.

La asistencia alimentaria se convierte así en parte de una combinación de políticas que promueven el bienestar social en general. Al estar alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y en particular con el Objetivo 2, tomamos en consideración tanto la calidad como la cantidad de alimentos, con énfasis en su carácter nutritivo y estacionalidad. En forma crucial, la asistencia alimentaria reclama que los beneficiarios se conviertan en actores: les da voz y, siempre que es posible, una elección en cuanto a qué alimentos reciben y cómo los reciben.

Este último principio ha ido ganando prominencia. Y ayuda a explicar por qué en la última década, la asistencia alimentaria en especie (el único tipo que existía hasta mediados de los años 2000) ha dado paso en parte a las transferencias en efectivo.

"Efectivo" para el WFP implica billetes físicos de banco, cupones o fondos electrónicos que se les dan a los beneficiarios para que los gasten directamente. Esto (empoderar a la gente para que se alimente a sí misma) es un proceso a largo plazo: de US$ 10 millones transferidos en 2009 a US$ 2.100 millones en 2019, el efectivo ahora representa más de un tercio de toda la asistencia del WFP. Pero, con sus beneficios de flexibilidad, eficiencia y elección de beneficiarios, el efectivo está creciendo rápidamente dentro de nuestra cartera de lucha contra el hambre. De hecho, es probable que tanto el efectivo como la asistencia en especie coexistan en un futuro previsible, y el WFP podrá utilizarlos cada vez más en forma individual, alternativa o conjunta, en cualquier entorno determinado.